La conversión
Adolphe Monod (1802-1856) escribió: «La conversión no es un desarrollo gradual, una mejoría progresiva de todas las buenas determinaciones. La voluntad y las intenciones humanas podrían estar desarrollándose y mejorándose durante un siglo, pero nunca podrían dar algo diferente de lo que son en sí mismas. Saulo de Tarso seguiría siendo Saulo de Tarso, y Pablo nunca hubiese existido. Mediante la conversión él no se volvió mejor, sino diferente; no fue más fiel a sus principios que antes, sino que sus principios cambiaron». Eso fue lo que Jesús explicó a Nicodemo, ese maestro de la ley: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:6-7). Y el apóstol Pablo declara de parte de Dios: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo,