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Mostrando entradas de marzo, 2010

¿Quién es un verdadero Cristiano?

El Diccionario define a un cristiano como “una persona que se precia de creer en Jesús como el Cristo, o en la religión basada en la enseñanza de Jesús.” Aunque éste es un buen punto de partida para entender quien es un Cristiano, como muchas definiciones seculares, ésta de alguna manera, no alcanza a comunicar en realidad la verdad bíblica de lo que significa ser un Cristiano. La palabra “cristiano” es utilizada tres veces en el Nuevo Testamento - en Hechos 11:26; Hechos 26:28, y 1 Pedro 4:16. Los seguidores de Jesucristo fueron llamados “Cristianos” primero en Antioquía debido a que su comportamiento, actividad y forma de hablar fueron como los de Cristo. (Hechos 11:26) Originalmente este término fue utilizado por la gente no salva en Antioquía (o sea los no creyentes) como un tipo de apodo despectivo, utilizado para burlarse de los Cristianos. Literalmente significa “perteneciente al partido de Cristo” o “partidario o seguidor de Cristo,” lo cual es muy similar a la manera en la qu

La Salvación es un regalo

Dios no nos hizo robots ni mucho menos. ¿Se imagina usted que Dios viniera a la tierra y todos nosotros tuviéramos que ponernos en una fila y hacerle un saludo militar y estar parados ahí, sin poder movernos hasta que él nos mande, sin poder hacer ninguna actividad fruto de nuestra propia volición, sino que tengamos que esperar que Dios lo ordene, para entonces nosotros proceder? No sé usted, pero eso a mí me molestaría en grado sumo. Así que él nos dio su imagen. Su imagen incluye deseo propio e independiente, intelecto, emociones, razones morales y existencia eterna. Todos estos y muchos otros son atributos de Dios. Él nos los dio a nosotros y yo estoy muy contento de que lo haya hecho. ¿Se imagina usted la vida miserable que vive un anciano rico casado con una hermosa y joven mujer, quien él sabe que está casada con él simplemente por su dinero? Pues de la misma manera a Dios le molestaría que nosotros o sus ángeles le obedeciéramos por interés, por miedo o porque simplemente no t

Escuchando y Hablando La Palabra de Dios

Aunque lo queramos negar, vivimos momentos muy asombrosos en la historia, unos en que Dios cumple sus profecías antiguas a un ritmo extremadamente acelerado. Desde el restablecimiento del estado de Israel en 1948, hemos visto el cumplimiento de muchas promesas de Dios hechas a Su pueblo. Eso confirma Su fidelidad y la realidad de lo profético a muchos cristianos quienes quizás previamente habían dudado de ello como consecuencia del modernismo. Actualmente, vemos un creciente énfasis no tan sólo en la profecía bíblica, sino también en los dones proféticos individuales. Podemos ver el surgimiento de miles, y quizás millones, de sitios en Internet que se dedican únicamente al tema de la profecía. De hecho, justo en los pasados días he recibido literalmente docenas de profecías por e-mail, algunas referentes al mundo, algunas en torno a ciertas naciones específicas, muchas para Israel, y algunas para mi propia vida personal. Muchas profecías hablan de paz y prosperidad, mientras que otras

Aferrándonos a Dios

“Amando al SEÑOR tu Dios, escuchando su voz y allegándote a El; porque eso es tu vida y la largura de tus días, para que habites en la tierra que el SEÑOR juró dar a tus padres Abraham, Isaac y Jacob” En Levítico capítulo 21, leemos que Dios exige una serie de cosas de los sacerdotes para que éstos puedan ejercer su servicio en el Tabernáculo en completa santidad. La lista de exigencias para los sumos sacerdotes es aún más estricta que la de los demás sacerdotes. De esa manera, podemos entender que mientras más nos acerquemos en intimidad a Dios, como el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo, más santos debemos ser. Los creyentes en Yeshúa (Jesús) anhelamos tener esa intimidad con Dios…y la tenemos. Yeshúa es nuestra justicia (2 Cor. 5:21), y nos podemos acercar confiadamente ante el trono de gracia (Heb. 4:16). Como el amor de Dios es eterno y hemos sido perdonados, ya nada nos puede arrebatar de Su mano (Juan 10:28). Sin embargo, nuestro amor hacia Dios se puede enfriar (Mat. 24:12),