Dios, Tú eres mi fortaleza…
El Salmo 91 nos abre una ventana a la experiencia de fe de alguien que ha aprendido a confiar en Dios en medio de la adversidad. Una de sus confesiones más poderosas es: “Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré” (Salmo 91:2 RVR1960). Aquí encontramos no solo una decidida declaración de dependencia, sino también una poderosa proclamación de victoria. Llamar a Dios “fortaleza” es reconocer que nuestra vida necesita un cimiento firme para resistir las pruebas y superar los conflictos. Una fortaleza es un lugar alto, seguro, construido para proteger a quienes se refugian en ella de los ataques enemigos. En la antigüedad, era símbolo de poder, defensa y seguridad. Así también, Dios se convierte en una muralla extraordinaria y firme que rodea y protege a sus hijos. Frente a la fragilidad humana, la fortaleza divina ofrece firmeza, estabilidad y paz. Cuando el salmista declara: “Tú eres mi fortaleza”, está diciendo que su confianza no se apoya en su propia ...