Una Suave y Apacible Voz
Esa
suave y apacible voz… ¡cuánto la anhelamos! A primera vista, debería ser algo
muy sencillo: es sólo cuestión de escuchar. Pero una vida ajetreada ha plagado
a los creyentes a lo largo del tiempo, sacando a los fieles del armario de
oración donde los corazones y oídos están abiertos, para encontrarse en el
bullicio de la vida donde ese susurro de Dios es virtualmente indiscernible.
Aunque nuestros antepasados pueden haber luchado para encontrar tiempo para
estar a solas con el Señor y escuchar Su voz, el mundo moderno digital ha
empeorado nuestra situación mucho más.
Un
estudio reciente indica que los estadounidenses revisan colectivamente sus
teléfonos inteligentes 46 billones de veces al día, y un artículo en Scientific
American describe que pasan nueve horas y 22 minutos cada día frente a
varias pantallas. Un estudio similar en Canadá revela que la televisión,
Internet, Twitter y mensajes de texto consumen el 90% del tiempo de los
canadienses, y que los australianos pasan más tiempo twitteando que durmiendo.
El Reino Unido, Europa y Sudáfrica informan estadísticas similares, mientras
que Corea del Sur y Japón encuentran a sus ciudadanos absorbidos con sus medios
digitales seis o siete horas por día.
Los
medios digitales están aquí para quedarse, para bien o para mal, e
inevitablemente impregnan casi todos los aspectos de nuestras vidas. Nuestros
sentidos son constantemente asaltados por imágenes y sonidos que nuestros
antepasados ni siquiera podían haberse imaginado, dejándonos ansiosos por ese
susurro de Dios que tanto necesitamos escuchar. Con los oídos tan acostumbrados
al estruendo, ¿cómo escucharemos esa suave y apacible voz? Más importante aún,
¿cómo la reconoceremos cuando la escuchamos?
Voz Apacible… ¿o no?
El
relato bíblico más conocido sobre escuchar la suave y apacible voz se encuentra
en 1 Reyes 19:12. La versión Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy la traduce
como “el susurro de una brisa apacible.” El profeta Elías se
encontró desesperado por escuchar la voz del Señor. La mayoría de nuestras
traducciones bíblicas parecen indicar que finalmente halló a Dios en una voz
suave y apacible. La frase original en hebreo es kol d’mamá daká (דקה
דממה קול), y muchos eruditos cristianos y judíos están de acuerdo en que esa
frase se refiere a un susurro interno silencioso que debemos entrenarnos a
escuchar. Dicen que se traduce literalmente como una “voz de silencio
fino.” LearnHebrew.org.ilagrega a esa definición dos posibilidades
más: que es como un susurro o un silencio total.
La
versión en inglés de la Biblia New Revised Standard Version está
de acuerdo con eso último. Traduce la frase como “un sonido de silencio
absoluto.” Con nuestros oídos sobrecargados, es difícil imaginar cómo sería un
silencio absoluto. Algunos lo comparan con la “calma después de la tormenta,” y
otros lo comparan con la total ausencia de sonido que existe en lo profundo del
desierto del Néguev. No sería una voz suave y delicada, ni tampoco un susurro.
Sería una voz de silencio.
Otros
eruditos toman un enfoque completamente opuesto. En un artículo titulado “¿Una
brisa suave o un estruendo rugiente?,” el autor postula que no hubo ningún
susurro en el encuentro de Elías con Dios. Sugiere que la frase hebrea kol
d’mamá daká es única en la Biblia y se basa en damamu, una
raíz acadiana en lugar de hebrea. Se refiere a rugidos y gemidos. Basado en su
investigación lingüística y el patrón de teofanía en el Tanaj (Antiguo
Testamento), el autor cree que una mejor traducción podría ser “una voz
rugiente y atronadora.”
Entonces,
¿cómo fue? ¿Cómo lo sabremos?
Ver o Escuchar, esa es la Pregunta
Si
alguien le pidiera mencionar las diferencias entre ver y escuchar, ¿qué diría?
Obviamente, un sentido es el visual y el otro es el auditivo. Una persona ciega
es capaz de parcialmente entender su entorno por medio de los sonidos, mientras
que una persona sorda conoce a su mundo silencioso según formas y colores. Pero
en cierta manera, la vista es una percepción externa y distante. Una persona
vidente podría pasar toda su vida como espectador y no como participante,
mirando desde afuera mientras otros ganan medallas olímpicas, actúan en un
teatro o simplemente viven sus vidas aparte de los demás.
En
contraste, hablar y escuchar son formas de interacción más íntima, y
representan los verdaderos cimientos para una relación. La audición proporciona
un encuentro más cercano y transformador que la vista. Ambos son regalos
maravillosos de un Creador amoroso, pero para Elías, un sentido claramente
superó al otro en importancia espiritual.
Es Asunto de la Cosmovisión
En
su artículo “Va’etjanan (5767) – Listen O Israel,” el rabino
Jonathan Sacks señala una diferencia en la cosmovisión como el factor que
caracteriza este enigma. El helenismo y el hebraísmo, las dos grandes
influencias sobre la sociedad occidental, tienen percepciones opuestas en este
asunto. En muchas maneras, dice el rabino, la antigua Grecia fue la mayor
cultura de la antigüedad, pero fue una sociedad esencialmente visual. Sus
logros principales se encontraban en las artes visuales, la arquitectura, la
escultura, las artes escénicas, los Juegos Olímpicos y el teatro.
El
gran filósofo griego Platón creía que el verdadero conocimiento se alcanzaba
por una profunda visión, percibiendo formas verdaderas más allá de la
superficie. La idea de que el conocimiento proviene de una percepción visual
también está profundamente arraigada en nuestro moderno pensamiento occidental.
El rabino Sacks señala que nuestras referencias al conocimiento están
salpicadas con frases extraídas del mundo de la visión. Compartimos nuestras
observaciones, adoptamos perspectivas, ilustramos e iluminamos ideas, y cuando
finalmente comprendemos, decimos: “¡Ya veo!” Siendo una sociedad pagana, los
griegos adoraban lo que podían captar visualmente: el sol, la luna y las
estrellas, además del mar, la tormenta y las grandes fuerzas que nos rodean,
pero sobre las cuales no tenemos control.
La
revelación de Dios sobre el Monte Sinaí introdujo un paradigma completamente
nuevo. El Dios de Abraham, Isaac y Jacob se reveló al mundo como un Dios de
relación, un Dios que habla y escucha, un Dios a quien la intimidad es de
suprema importancia. Él no se reveló por medio de una forma o presencia
visible, sino a través una voz. Según el Rabino Sacks, era una voz que
ordenaba, prometía, desafiaba y convocaba, tal como lo hace hoy día. La
Escritura registra más de 4,000 momentos en que Dios habló a alguien.
Dado
que Él es el Dios que no se puede ver, a diferencia de los dioses del panteón
griego, el judaísmo es una religión basada en el escuchar. Por supuesto, hay
elementos visuales dentro del judaísmo, pero son principalmente en anticipación
a un escenario donde Dios va a hablar. A la larga, “ver” en el judaísmo
significa “escuchar.” Israel es una nación llamada a rechazar imágenes a favor
de palabras; a descartar las apariencias y seguir la voz directiva del Señor.
En Deuteronomio 4, Dios recalcó al pueblo judío que su encuentro inicial con Él
fue cuando Le escucharon y no cuando Le vieron, para que no sucumbieran a la
tentación de adorar lo que podían ver. Aunque el rabino Sacks reconoce que Dios
está en todas partes y podemos conectarnos con Él sin importar dónde estemos en
el globo, explica:
La
respuesta del judaísmo ante el paganismo es que Dios no es “hallado” en la luz
enceguecedora del sol, ni en la majestuosidad de las montañas. No se encuentra
en los espacios infinitamente vastos del universo, con sus cientos de billones
de galaxias, cada una con cientos de billones de estrellas. Ni siquiera está en
las letras del código genético que da a cada vida su estructura y diversidad.
Si allí es donde usted busca a Dios, está mirando en el lugar equivocado. En
todo caso, el error que uno comete es que esté mirando en primer lugar.
Dios
debe ser “hallado” no en el mirar sino en el escuchar. Vive en las palabras,
las que habló a los patriarcas y las matriarcas, a los profetas y sacerdotes;
finalmente, en las de la Torá [Gen.-Deut.], palabras a través
de las cuales debemos interpretar todas las demás palabras.
Escuche
El
judaísmo y el cristianismo están de acuerdo en que Dios no puede ser visto,
pero podemos escucharlo y Él nos escucha. Es a través de las palabras, hablando
y escuchando, que podemos tener una relación íntima con Él como nuestro Padre,
nuestro Amigo, nuestro Soberano, el que nos ama y a quien amamos. No podemos
evidenciar científicamente a Dios. No podemos evidenciar a Dios con la lógica.
Esos son modos de pensamiento griego, no hebraico. El rabino Sacks cree que el
intentar evidenciar la existencia de Dios con la lógica o la ciencia es una
empresa equivocada. Dios no es un objeto sino una “persona.” El modo hebreo de
relacionarse con Dios es en la intimidad y el amor, además de en respeto, reverencia
y obediencia.
Curiosamente,
sin embargo, el idioma hebreo no tiene un sustantivo para “obediencia” ni el
verbo de “obedecer.” Como sistema de fe bíblica, el judaísmo reconoce 613
mandamientos en la Torá (Gén.-Deut) y establece que Dios
espera que la gente cumpla con esos mandamientos. Los traductores del Tanaj (AT)
dicen que debemos escuchar, comprender, prestar atención, oír, seguir, atender
de cerca y poner en práctica. Pero en todas las instancias en que se usan esos
verbos, la palabra hebrea original es sh’ma, “Escucha, O Israel.”
Es la primera palabra que aprenden muchos niños judíos y la última palabra en
la boca de innumerables judíos cuando mueren. Sh’ma usualmente
se traduce como “escucha,” y significa todo lo anterior, pero también requiere
“internalizar y responder.” Implica la necesidad de dar un seguimiento activo.
Escuchar significa más que el admitir haber recibido un estímulo auditivo.
Significa prestar mucha atención y luego aferrarse a lo que uno escuchó de
forma que pueda unirse con Dios para que Su voluntad se haga realidad.
La Biblia Dice…
Hay
innumerables ejemplos en la Biblia de lo que podríamos llamar “vista” versus
“sonido.” Uno de ellos se encuentra en la historia de Jacob y Esaú. Jacob fue
animado por su madre a fingir ser su hermano Esaú para poder recibir la
bendición de su padre. Vestido con la ropa de Esaú, llevando una porción del
famoso estofado de venado de Esaú, envuelto en pelo de cabra y oliendo al campo
como olería Esaú, Jacob se acercó a su padre. Prácticamente todos los sentidos
de Isaac ya le fallaban, excepto uno: “La voz es la voz de Jacob, pero
las manos son las manos de Esaú,” dijo Isaac (Gén. 27:22).
La
historia de la reunión de José con sus hermanos cuando llegaron a Egipto en
busca de comida es otro ejemplo. Cuando los hermanos de José fueron acusados de
ser espías, creyeron que su desgracia a manos del líder egipcio se debía a que
vieron, pero no escucharon: “…vimos la angustia de su alma cuando nos
rogaba, y no lo escuchamos…”(Gén. 42:21).
Algunos
estudiosos dicen que tenemos otro ejemplo en la historia de Adán y Eva en el
Jardín del Edén. Parecía ser una pareja muy feliz. Vivían en el lugar más ideal
jamás creado; sus necesidades eran suplidas de manera sobrenatural; escuchaban
la voz de Dios en el fresco de la tarde y estaban desnudos pero sin vergüenza.
Todo lo que necesitaban hacer era prestar atención a las instrucciones de Dios
y evitar comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Todo les iba bien
hasta que la serpiente enfatizó a Eva cuán hermoso era ese árbol. Le aseguró
que solo un bocado de esa fruta prohibida podría abrirle sus ojos, y ella sería
como Dios. Ella podría ver. El árbol, dice la Biblia, era agradable a la vista,
y cuando Adán y Eva comieron de él, sus ojos realmente les fueron abiertos. Más
tarde, cuando escucharon la voz del Señor en el jardín, se escondieron porque
sabían que estaban desnudos, y temieron.
Esa
interpretación sugiere que el verdadero pecado cometido por Adán y Eva fue la
elección de ver en lugar de escuchar. Dios creó a la humanidad para estar en
relación con Él, compartiendo y comunicándose a través del habla. Lo vemos en
su interacción con Abraham y Moisés, con quienes hablaba “como habla un
hombre con su amigo” (Éxodo 33:11). El salmista, los profetas y los
apóstoles escucharon la voz de Dios. Pero Adán y Eva abrieron la puerta por la
cual el mal podía entrar cuando decidieron que era más deseable ver que
escuchar.
Lecciones de Elías
Comenzamos
nuestra discusión con la historia de Elías y el kol d’mamá daká, la
voz suave y apacible. Quizás aquí es donde encontraremos nuestra respuesta.
Elías es una figura admirada en el judaísmo, un valiente profeta que enfrentó
al malvado rey Acab y su igualmente malvada esposa Jezabel. Fue un sanador que
realmente resucitó a personas de la muerte. Es honrado cada año en la mesa de
la Pascua con una copa especial, y es uno de los únicos dos hombres en la
Biblia que nunca murieron, sino que fue transportado al c
El
reinado de Acab y Jezabel fue un tiempo particularmente oscuro en la historia
judía, ya que el rey y su reina extranjera hicieron que Israel se apartara de
su Dios, llenando el país con la adoración de Baal. Elías fue un valiente y
apasionado profeta que confrontó a la pareja real en muchas ocasiones,
advirtiéndoles del destino que les esperaba si continuaban en sus viles
prácticas paganas. Su corazón se partía al ver que el pueblo de Israel era
engañado y el Dios de Israel era deshonrado.
Después
de desafiar a 450 profetas de Ba’al para probar la falsedad de su dios y
haberlos derrotado, tenía la esperanza de que la gente regresara al único Dios
verdadero. Cuando no lo hicieron, se desanimó irremediablemente y huyó por su
vida de la reina Jezabel.
Su
viaje lo llevó al desierto más allá de Beersheva. De hecho, él es el único
personaje en la Biblia en llegar al Monte Horeb, otro nombre para el Monte
Sinaí, además de Moisés y los israelitas cuando recibieron la Torá (Gen.-Deut.)
por parte de Dios. Sólo podemos imaginar que en su angustia, esperaba que Dios
le hablara como lo hizo a Moisés.
La
Biblia nos dice en 1 Reyes 19: 9 que Elías “entró en una cueva.” La
tradición judía dice que no era cualquier cueva, sino que era la “hendidura
de la roca” (Éx. 33:22) donde Dios ocultó a Moisés para enseñarle Su
gloria. Después de pasar allí la noche, Dios le habló y le hizo a Elías una
simple pregunta: “¿Qué haces aquí, Elías?” (1 Rey. 19: 9). La
respuesta de Elías fue un desahogo de su atribulado corazón. Sentía celo por el
Señor, pero los hijos de Israel lo abandonaron, adorando a ídolos paganos, y
ahora lo intentaban matar. Dijo que era el único seguidor del Dios de Israel en
quedar vivo. Necesitaba una palabra, una señal y también aliento emocional. Elías
necesitaba ver la gloria de Dios.
Dios
no lo decepcionó. Pasó frente a Elías un fuerte viento que rasgó la montaña y
quebró la roca en pedazos. Fue seguido por un terremoto y después por un fuego.
Pero las Escrituras nos dicen que Dios no estaba en ninguno de los tres. Luego
vino el kol d’mamá daká. El silencio. Elías lo escuchó, dice la
Biblia, y envolvió su rostro en su manto y salió de la cueva.
No
creo que Elías fuera al Monte Horeb para escuchar la voz de Dios. Si ese fuese
el caso, la historia habría terminado antes de que comenzaran los fuegos
artificiales. Dios ya le había hablado. Pero creo que Elías pensó que era
preferible ver que escuchar. Estaba buscando exactamente lo que Dios le dio:
una demostración visual abrumadoramente poderosa de Su poder, tal como Dios dio
a Moisés y a los israelitas. Quería ver el monte temblar, el fuego rugir y el
relámpago caer. Pero cuando todo terminó, no quedó nada. Sólo silencio y sin
resolución. Todavía estaba atormentado y su corazón angustiado. Toda esa escena
visual había sido en vano. Entonces se dio cuenta del error que había cometido.
Elías envolvió su rostro con su manto para protegerse de la distracción visual
y salió a la entrada de la cueva.
Cuando
hizo eso, Dios le habló y le hizo la misma pregunta: “¿Qué haces aquí,
Elías?” (1 Rey. 19: 13). Es como si Dios le preguntara: “¿Por qué
hiciste este viaje tan largo al Monte Horeb, Elías, cuando te estaba hablando
todo el tiempo?” Entonces Sus instrucciones al profeta fueron simples: vuelve y
haz lo que has sido llamado a hacer. Elías fue obediente. Regresó a su hogar y
continuó honrando a Dios con valentía y pasión. Pasó su manto de profeta a
Eliseo antes de que Dios se lo llevara al cielo en un carruaje de fuego.
Entonces,
¿cómo fue el kol d’mamá daká? ¿Fue un susurro? ¿Fue un trueno? ¿O
absolutamente nada? No creo que importe. La lección de Elías es simple: Dios
nos ha dado ojos, pero a Él no lo hallaremos con la vista. Él nos ha dado
oídos, pero tampoco lo hallaremos en el alboroto. Kol d’mamá daká implica
que le escuchemos en el silencio. Ya sea que Él truene o susurre, Dios busca a
aquellos que desean escuchar Su voz, oírle atentamente, recibir lo que Él diga,
amarlo apasionadamente y relacionarse con Él para que Su voluntad se haga
realidad. Sh’ma, Israel…
PUENTES PARA LA PAZ - por: Cheryl L.
Hauer, Vice-Presidenta
Traducido por Teri S.
Riddering,
Coordinadora Centro de Recursos Hispanos
Bibliografía
“A Digital Era – The South African
Statistics.” News24. https://www.news24.com/PartnerContent/a-digital-era-the-south-african-statistics-20170425
“Australia: The Digital Media Nation.” McCrindle. https://mccrindle.com.au/insights/blogarchive/australia-the-digital-media-nation/
Chandran, Nyshka. “Asian Users are Most
‘Screen-Crazy:’ Report.” CNBC. https://www.cnbc.com/2014/03/17/asian-users-are-most-screen-crazy-report.html
Frand, Yissocher. “Paying Attention to the Voice of
the Almighty, Parsha Netzavim, Elul/Rosh Hashanah.” torah.org. https://torah.org/torah-portion/ravfrand-5767-netzavim/
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