Alabar y celebrar
Alabad al Señor, porque él es bueno, porque para siempre es su
misericordia.
Alabaré al Señor con todo el corazón en la compañía y congregación de
los rectos. Grandes son las obras del Señor.
Salmo 111:1-2
Celebrar es
participar juntos en un acontecimiento importante, por ejemplo una boda. En
todas las culturas encontramos esa necesidad de celebrar, de festejar...
Nuestra época trata de satisfacer esa necesidad mediante grandes celebraciones
deportivas, musicales...
Pero, ¿responden
ellas a las necesidades de nuestro corazón? En presencia del amor y de la
grandeza de Dios, el cristiano se siente movido a alabar a su Dios.
Alabar a Dios es
expresarle nuestra admiración ante lo que él es. Cuando experimentamos el amor
de Dios, cuando por la fe contemplamos su gloria, el gozo brota de nuestros
corazones y anhelamos expresar ese amor, proclamarlo, darlo a conocer. Es un
gozo individual o compartido, una comunión con el Padre y el Hijo mediante el
Espíritu.
¿Es necesario
formar parte de un coro para alabar a Dios? ¿Hay que saber hablar o cantar
bien? ¿Qué nos dice Jesús? “¿Nunca leísteis: De la boca de los niños y de los
que maman perfeccionaste la alabanza?” (Mateo 21:16). Los niños son muy
preciosos para el Señor. Lo alegran mediante la frescura de sus alabanzas.
Tienen esa capacidad de vivir el momento presente intensamente, de expresar su
gozo con simplicidad. Amigos cristianos, aprendamos a alabar a Dios de este
modo, con gozo y sinceridad. Lo hacemos con nuestras palabras en oraciones y
con nuestros cánticos. “Ofrezcamos siempre a Dios... sacrificio de alabanza, es
decir, fruto de labios” (Hebreos 13:15).
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