Malas noticias
Las
malas noticias nos llegan cotidiana y casi instantáneamente de todo el planeta.
Un seísmo aquí, un conflicto armado allá, toma de rehenes y asesinatos por
doquier. Deploramos y tememos la violencia; tal vez pensemos que en eso sólo
están implicados los demás, sin embargo ningún país ni región está libre de
esos dramas sobre los cuales los medios de comunicación no dejan de
informarnos.
El creyente tampoco está exento de las pruebas y los sufrimientos. Sin embargo
la Biblia le aporta certezas que le dan la paz en medio del dolor. Para un
corazón cargado y angustiado, la verdadera esperanza, la verdadera paz, no
pueden venir del hombre, ni de una sociedad desorientada, sino únicamente de
Dios.
Lo primero que Dios da a los que reconocen su estado de perdición ante él y
que, mediante la fe, aceptan su perdón, es una conciencia tranquila. Nuestro
mundo corrompido por la violencia no puede dar ninguna tranquilidad; en cambio,
todo es luz para el que acepta a Cristo Jesús como Salvador y Señor de su vida.
El creyente conoce a Dios como a su Padre celestial que dirige todo para el
bien de sus hijos: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les
ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”
(Romanos 8:28). Sí, todo, ¡incluso las situaciones más difíciles! “No tendrá
temor de malas noticias; su corazón está firme, confiado en el Señor” (Salmo
112:7).
El Señor es mi pastor; nada me faltará.
En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me
pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su
nombre. Salmo 23:1-3
Yo también sé que les irá bien a los
que a Dios temen. Eclesiastés 8:12
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