Poner el contador a cero
En
la vida de cada uno de nosotros hay episodios de los que no estamos muy
orgullosos, errores de los que nos avergonzamos, y sufrimos por ello. Tratamos
de olvidar aquello que quizá nos carcome por dentro. Lo que llamamos «complejo
de culpabilidad» a veces no es más que la justa percepción del pecado. ¿Cómo
ser liberados de esos remordimientos que nos acosan? Sabemos muy bien que no
podemos borrar nuestras faltas ni redimirlas, y tampoco estamos seguros de
poder evitar nuevas faltas. Nadie puede por sí solo poner a cero el contador de
su conciencia. Las faltas y los pecados están inscritos de forma imborrable, al
igual que las manchas del pelaje de un animal.
Nadie puede borrar sus faltas pasadas, ni las de otra persona (Salmo 49:7),
excepto Dios, quien nos dice: “Si vuestros pecados fueren como la grana, como
la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser
como blanca lana” (Isaías 1:18).
¿Cómo puede ser esto posible? Dios envió a su Hijo Jesucristo, “el cual fue
entregado por nuestras transgresiones” (Romanos 4:25). “Llevó él mismo nuestros
pecados (es decir, el castigo que éstos merecían) en su cuerpo sobre el madero”
(1 Pedro 2:24). Su sangre derramada y el don de su vida hacen justo al que cree
en él y lo acepta como su Salvador. De este modo pasa a ser un pecador
perdonado, en paz con Dios y consigo mismo. Sus pecados no sólo han sido
perdonados, sino también borrados (Hebreos 9:22). “Bienaventurados aquellos
cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos” (Romanos 4
¿Mudará el etíope su
piel, y el leopardo sus manchas? Jeremías
13:23
(Dios dice:) Yo
deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados; vuélvete a mí,
porque yo te redimí. Isaías 44:22
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