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Mostrando entradas de septiembre, 2013

Poner el contador a cero

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En la vida de cada uno de nosotros hay episodios de los que no estamos muy orgullosos, errores de los que nos avergonzamos, y sufrimos por ello. Tratamos de olvidar aquello que quizá nos carcome por dentro. Lo que llamamos «complejo de culpabilidad» a veces no es más que la justa percepción del pecado. ¿Cómo ser liberados de esos remordimientos que nos acosan? Sabemos muy bien que no podemos borrar nuestras faltas ni redimirlas, y tampoco estamos seguros de poder evitar nuevas faltas. Nadie puede por sí solo poner a cero el contador de su conciencia. Las faltas y los pecados están inscritos de forma imborrable, al igual que las manchas del pelaje de un animal. Nadie puede borrar sus faltas pasadas, ni las de otra persona (Salmo 49:7), excepto Dios, quien nos dice: “Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18). ¿Cómo puede ser esto posible? Dios envió a su Hijo Je

La muerte y la vida

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Cuando consideramos la extraordinaria complejidad de la constitución del cuerpo humano, sólo podemos maravillarnos debido a tanta ingeniosidad, eficacia e inteligencia de Aquel que lo formó. ¡Y sólo conocemos una pequeña parte! Sin embargo, esta maravilla llena de vida está ineludiblemente orientada hacia la muerte. Nadie sabe por qué el cuerpo envejece y muere, pero Dios nos declara que la sentencia de muerte recae sobre el hombre desde que dio la espalda a su Creador. Dios ama a los seres humanos, a quienes creó. Por esta razón “envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él” (1 Juan 4:9). Fue necesario que Jesús muriese por nuestros pecados, a fin de borrarlos para siempre y así darnos la vida eterna. Jesús se dejó clavar en la cruz por los hombres. Allí se ofreció en sacrificio a Dios. No hay mayor sacrificio que el de dar su vida por los que amamos (Juan 15:13). ¡Fue lo que Jesús hizo! ¡Hoy Dios le ofrece salvar su vida! ¿Aceptará ese sacrificio para uste

Dios es bueno

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«El buen Dios te lo pagará», me decía a menudo una vecina cuando yo era pequeño y le hacía un favor. Pero cuando surgía una dificultad, ella decía: «¿Qué le hice al buen Dios?». Claro que Dios es bueno, pero ¿cómo apreciamos su bondad? ¿Podemos hablar de él a la ligera? Cada uno de nosotros puede descubrir la bondad de Dios en la naturaleza: “De la misericordia del Señor está llena la tierra” (Salmo 33:5). Sin embargo, esa bondad brilló aún más cuando el hombre se alejó de él: “Nosotros también éramos… rebeldes, extraviados… viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó” (Tito 3:3-5). ¡Sí, Dios es bueno! ¿Cómo responderemos a su bondad? “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia… ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?” (Romanos 2:4). Dios no fuerza a nadie, pero su bondad nos solicita. Su salvación es para los q

RECONCILIACIÓN: DE ODIO A AMOR CRISTIANO POR ISRAEL

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Travesía de la Iglesia desde su antisemitismo hasta su amor por Israel,nuestras raíces hebraicas reveladas. En 1945, el mundo quedó estupefacto al conocer los detalles de los viles actos cometidos por los nazis contra sus enemigos, y en particular del asesinato de seis millones de judíos. El hecho de que justificaran sus actos con los escritos de respetados líderes cristianos, incluyendo al gran reformador Martín Lutero, fue escalofriante. Muchos sinceros cristianos comenzaron a cuestionar los dogmas teológicos largamente sostenidos por la Iglesia que hirieron tan profundamente al pueblo judío. En años subsiguientes, muchos individuos y denominaciones se arrepintieron de dicho antisemitismo. El resurgimiento de la nación de Israel en 1948 fue otro momento transformador en la historia cristiana. De repente, el mundo cristiano tuvo que analizar las promesas bíblicas respecto a Israel que había previamente ignorado, alegorizado o aplicado a la Iglesia. Muchos comenzaron a ver