La muerte y la vida
Cuando
consideramos la extraordinaria complejidad de la constitución del cuerpo
humano, sólo podemos maravillarnos debido a tanta ingeniosidad, eficacia e
inteligencia de Aquel que lo formó. ¡Y sólo conocemos una pequeña parte! Sin
embargo, esta maravilla llena de vida está ineludiblemente orientada hacia la
muerte. Nadie sabe por qué el cuerpo envejece y muere, pero Dios nos declara
que la sentencia de muerte recae sobre el hombre desde que dio la espalda a su
Creador.
Dios ama a los seres humanos, a quienes creó. Por esta razón “envió a su Hijo
unigénito al mundo, para que vivamos por él” (1 Juan 4:9). Fue necesario que
Jesús muriese por nuestros pecados, a fin de borrarlos para siempre y así
darnos la vida eterna. Jesús se dejó clavar en la cruz por los hombres. Allí se
ofreció en sacrificio a Dios. No hay mayor sacrificio que el de dar su vida por
los que amamos (Juan 15:13). ¡Fue lo que Jesús hizo!
¡Hoy Dios le ofrece salvar su vida! ¿Aceptará ese sacrificio para usted? Es lo
único necesario para obtener la vida eterna; es el único camino que le conduce
a ella.
Ante el misterio de la vida y la muerte, es bueno detenerse un instante al pie
de la cruz para meditar seria y solemnemente. Entonces cada uno de nosotros
comprenderá el precio que tiene su vida a los ojos de Dios. Nuestra vida no es
un simple soplo insignificante que se apagaría debido al capricho de una
naturaleza creada por casualidad; ella tiene un valor infinito para nuestro
Creador.
¿Qué es vuestra vida?
Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se
desvanece.Santiago 4:14
El que hace la
voluntad de Dios permanece para siempre.1
Juan 2:17
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