¿Desesperación o consuelo?
Los creyentes de Tesalónica le habían contado al apóstol Pablo sus inquietudes respecto a la muerte de sus familiares. Se preguntaban qué sucedería con ellos cuando Cristo viniese a buscar a los suyos. El apóstol los tranquilizó revelándoles de parte del Señor que todos los rescatados de Cristo, muertos o vivos, oirán el llamado del Señor e irán a su encuentro ( 1 Tesalonicenses 4:13-18 ). Y concluye diciendo: “Alentaos los unos a los otros con estas palabras”. Por otro lado les habló de los que pierden a uno de los suyos y “que no tienen esperanza”. Si no hay esperanza respecto a los que se fueron, no hay consolación posible. Por eso permanecen sumidos en la tristeza, haciéndose miles de preguntas: ¿Dónde están? ¿Desaparecieron en la nada? ¿Están en una especie de descanso? ¿Están sufriendo en los tormentos? ¿Se han reencarnado? ¡Cuántas preguntas sin respuesta carcomen a los que no quieren creer lo que Dios dice! Dios no deja al hombre en la duda. Efectivamente, no hay ninguna espe