¡No permanezca en el umbral!
Imaginemos un poco el desafío que fue para Noé construir el arca, una especie de paquebote de 140 metros de largo, con los medios de la época, unos 2.500 años antes de Jesucristo. ¿Por qué Noé se lanzó en esa tarea colosal, aparentemente absurda para sus contemporáneos, quienes muy probablemente no le ahorraron las burlas y el desprecio? Porque Dios se lo había ordenado, Noé creyó a Dios y le obedeció. Y Dios hizo lo que había anunciado. Cuando Noé y su familia entraron en el arca, Dios mismo cerró la puerta. Entonces un diluvio azotó la tierra durante 40 días, destruyendo todo lo que tenía vida. Sólo fueron salvos los que se hallaban en el arca.
Este suceso bíblico evoca la salvación por la fe en Jesucristo. Hoy la salvación del alma es ofrecida a todos. Quizás usted vacile ante el umbral de esta puerta, casi decidido a dar el paso, a confiar en él, pero aún desea reflexionar un poco. «No hay afán», piensa usted. Y claro, no es fácil afrontar la incomprensión o las burlas del entorno. Entonces dice: «Quizá mañana…» Pero ¡Cuidado! Permanecer en el umbral es estar muy cerca, ¡Pero todavía afuera! Fuera de la gracia de Dios, de ese Dios que aún tiene paciencia, pues quiere que todos los hombres sean salvos. Pero llegará el día en que se acabará el tiempo de la gracia y entonces será demasiado tarde para aquellos que no hayan dado el paso decisivo de la fe en Cristo.
Dijo luego Dios a Noé: Entra tú y toda tu casa en el arca. Dios… le cerró la puerta.
Y fue el diluvio cuarenta días. Génesis 7:1;16-17
(Jesús dijo) Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo. Juan 10:9
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