Verdades Eternas de la Vida y el Trabajo

No soy soldado. Nunca he cogido un arma para hacer guardia durante la noche. Nunca he luchado en una gran batalla, ni he desembarcado en territorio hostil ni he tenido una razón legítima para llevar un uniforme militar. Tampoco soy un atleta talentoso. Recorro en bicicleta unos kilómetros todas las semanas, pero eso rara vez ha hecho que alguien me confunda con un competidor de Iron man o un medallista olímpico. Y tampoco he cosechado nunca una cosecha agrícola para ganar dinero. Hemos cultivado algunos tomates en el jardín trasero, pero ninguno de mis amigos me llama agricultor.

Pero si hubiera vivido en los días de la Biblia, es muy probable que me hubiera relacionado de alguna manera con una de estas tres vocaciones: soldado, atleta o agricultor. El agricultor y el soldado eran “carreras profesionales” comunes, y los atletas eran tan destacados entonces como lo son hoy. El apóstol Pablo usó estas tres vocaciones para presentar virtudes universales que las personas de fe deben esforzarse por alcanzar en su trabajo. Escribió:

“Soporta los sufrimientos junto conmigo, como buen soldado de Cristo Jesús. Los soldados no se enredan en los negocios de la vida civil, porque entonces no pueden agradar al oficial que los reclutó. Los atletas no pueden ganar el premio si no siguen las reglas. Y los agricultores que trabajan duro deben ser los primeros en disfrutar del fruto de su trabajo” (2 Timoteo 2:3-6, NTV).

Pablo estaba diciendo que cada trabajo conllevaba, como sigue siendo cierto hoy, un conjunto doble de virtudes que vale la pena perseguir:

El soldado: resistencia y concentración. Ser soldado en tiempos de guerra no es divertido. No lo era cuando Pablo le escribió a su protegido Timoteo, y hoy nadie lo consideraría unas vacaciones. La guerra es implacable, impredecible e incómoda. Se exige mucho y se da poco a cambio. El soldado debe ser capaz de soportar constantemente las dificultades sin quejarse y permanecer siempre concentrado en su tarea. Una vez que comienza una batalla, el soldado está en ella hasta que su trabajo esté hecho. No puede tomarse un descanso cuando tiene hambre o está cansado. No tiene tiempo libre. No tiene días de enfermedad. No puede dejar que su mente divague o se distraiga con el caos que lo rodea.

El atleta: disciplina y ambición. Los grandes atletas no son solo talentosos. Muchos jugadores tienen talento, y muchos de ellos lo han desperdiciado. La diferencia entre los grandes jugadores y los que desperdician talento es que los grandes combinan su talento con el impulso interior y la disciplina exterior. No se conforman con el potencial de ser grandes. Quieren ser grandes y están dispuestos a trabajar y hacer sacrificios para lograrlo.

En el atletismo y en el trabajo, el éxito comienza con el "deseo", lo que podríamos llamar ambición. Hay versiones de ambición malsanas, absorbentes y de ganar a toda costa, pero también hay un tipo admirable que distingue a los humanos. No basta con desear ser mejores. Debemos tomar las medidas necesarias para mejorar, para ser disciplinados. La disciplina en cualquier área equivale a una serie de elecciones importantes, siempre tomando las pequeñas decisiones correctas que resultan en una vida o carrera de elecciones correctas.

El agricultor: trabajo duro y paciencia. Hay una fórmula simple en la que todo agricultor confía cada año: trabajo duro y paciencia. Un buen agricultor no puede ser impaciente; un agricultor perezoso es una contradicción. Para tener éxito en la agricultura, el trabajo duro y la paciencia son esenciales. Si bien la mayoría de las ocupaciones en el mercado actual pueden no exigir trabajo duro y paciencia en el mismo grado que la agricultura en el primer siglo, no conozco ningún trabajo que no requiera alguna medida de estas virtudes.

Los empleadores brindarán capacitación en habilidades laborales para los nuevos empleados, pero trabajar duro es una habilidad que debemos traer con nosotros. Porque sin una sólida ética de trabajo, el talento, la inteligencia y la creatividad son de poco valor. En cuanto a la paciencia, a pesar de los avances en la tecnología, todavía hay muchas cosas que no podemos acelerar. Si hornear galletas lleva 30 minutos, lleva 30 minutos. Desarrollar habilidades profesionales y capacitar adecuadamente a los empleados productivos también lleva tiempo. Requieren tanto trabajo duro como paciencia, y no hay atajos.

© 2025. Stephen Graves se describe a sí mismo como un estratega organizacional, teólogo pragmático y capitalista social. Asesora a ejecutivos y dueños de negocios, así como a jóvenes emprendedores. Es autor de numerosos libros y artículos, y orador público. Su sitio web es www.stephenrgraves.com. Traducción de Luis Cerviño.

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