A Dios sea la gloria
Cuando me
despierto por la mañana, siempre empiezo el día con oración. Por lo general no
es una oración larga, sino una breve alabanza, agradeciendo al Señor por un día
más para vivir para Él. A menudo me encuentro en un estado de ánimo
introspectivo, haciendo preguntas. ¿Estoy viviendo de tal manera que Dios sea
glorificado? ¿O estoy tomando la gloria? ¿Estoy agradecida o me estoy quejando?
¿Son mis acciones jilul Hashem (profanación del nombre de
Dios) o kidush Hashem (santificación del nombre de Dios). Yo
compartí estos pensamientos con nuestros amigos israelíes, Danni y Rina, y
descubrí que ellos están haciendo las mismas preguntas. Dios se mueve en
nuestros corazones y trabaja para alinearnos con Sus caminos.
Hace décadas,
Tom y yo trabajábamos para un ministerio que atravesaba momentos difíciles
cuando el líder cayó en desgracia. En aquel tiempo, el Señor me mostró una
Escritura en Isaías: “La mirada altiva del hombre será abatida, y humillada
la soberbia de los hombres. Solo el Señor será exaltado en aquel día.
Porque el día del Señor de los ejércitos vendrá contra todo el
que es soberbio y orgulloso, contra todo el que se ha ensalzado, y serán
abatidos… Será humillado el orgullo del hombre y abatido el orgullo de los
hombres. Solo el Señor será exaltado en aquel día, y los ídolos
desaparecerán por completo” (Is 2:11-12, 17-18).
Al instante,
comprendí que Dios es quien debe recibir la gloria. A lo largo de los años
cuando serví como líder [de Puentes para la Paz], recordé la importancia de dar
siempre la gloria a Dios. Dios es un Dios celoso. Él no quiere compartir el
escenario, hablando coloquialmente. En Éxodo 20, los Diez Mandamientos
comienzan con «Yo soy el Señor tu Dios… No tendrás otros dioses
delante de Mí» (2a-3).
Hace unos días,
Tom me dijo que el Señor le había hablado, diciendo que hay tres problemas
principales que afectan a la Iglesia hoy: el orgullo, la codicia y la
ignorancia. En este estudio, espero mostrar que cuando Dios recibe la gloria,
el pecado del orgullo ya no está gobernando en nuestras vidas o ministerios.
¿Qué es la
gloria de Dios?
Dios es tan
glorioso que los hombres ni siquiera pueden permanecer en Su presencia
manifiesta. Aunque varias palabras hebreas se traducen como ‘gloria’ en
nuestras Biblias [en español], la más frecuentemente usada es kavod.
En el hebreo moderno esta palabra se usa con frecuencia para elogiar a alguien
por un trabajo bien hecho. Puedes escuchar kol hakavod, que se
traduce como “todo el honor”. También tiene la connotación de peso o gravedad.
Significa glorioso y honorable.
El Dr. Nicholas
J. Schaser del Israel Bible Center [Centro Bíblico de Israel] explicó la
conexión entre estos conceptos. “Para los antiguos israelitas, la
comprensión subyacente de la ‘gloria’ divina (כבוד; kavod) es
una de peso o masa. La raíz en la que se basa el término aparece cuando Dios
decide enviar granizo contra Egipto, diciendo: ‘Así que mañana como a esta
hora, enviaré granizo muy pesado (כבד; kaved), tal
como no ha habido en Egipto’ (Ex 9:18). Así como Dios envía granizo
pesado del cielo, la ‘gloria’ del Señor es una manifestación pesada de la
presencia divina en la tierra. La Escritura describe la magnitud de la Majestad
cuando Salomón inaugura el Templo en Jerusalén. Después de terminar su
construcción, Dios descendió al edificio ‘así que los sacerdotes no
pudieron quedarse a ministrar por causa de la nube, porque la Gloria (כבוד; kavod) del Señor llenaba (מלא; malé) la
casa del Señor’ (1 Re 8:11; cf. 2 Cr 5:14; 7:2). ¡Los
sacerdotes no pueden entrar en el Templo porque la gloria divina llena
todo el espacio dentro!” (énfasis añadido).
El Dr. Schaser continúa diciendo: “El Evangelio de Juan tiene
en mente esta misma noción de manifestación física cuando afirma que ‘El Verbo (λόγος; logos) se
hizo carne, y habitó (ἐσκήvωσεν; eskénosen) entre
nosotros, y vimos Su gloria (δόξαν; dóxan)’
(Juan 1:14). Para los antiguos judíos, la ‘gloria’ de Dios no era
alguna entidad abstracta o etérica, sino más bien una aparición tangible
del Señor en la tierra” (énfasis añadido).
Moisés también
experimentó este tipo de encuentro con el Señor. Éxodo 34:29-34 dice que
después de que Moisés pasó tiempo en la presencia de Dios, su rostro
resplandecía. De hecho, era tan brillante que tuvo que cubrir su rostro cuando
caminaba entre la gente. Imagina el reflejo de la gloria de Dios en el rostro
de Moisés siendo tan brillante que asustó a la gente.
Ezequiel también
se encontró con Dios y cayó sobre su rostro. El profeta describió lo que vio
como “algo [de apariencia] como fuego, y un resplandor a Su
alrededor. Como el aspecto del arco iris que aparece en las nubes en un día
lluvioso, así era el aspecto del resplandor en derredor.
Tal era el aspecto de la semejanza de la gloria del Señor.
Cuando lo vi, caí rostro en tierra y oí una voz que hablaba. Entonces
Él me dijo: «Hijo de hombre, ponte en pie para que Yo te hable»” (Ez
1:27b-2:1).
En el libro de
Apocalipsis, ocurre otra escena de este tipo. “Todos los ángeles estaban de
pie alrededor del trono y alrededor de los ancianos y de
los cuatro seres vivientes. Estos cayeron sobre sus rostros delante del
trono y adoraron a Dios, diciendo: «¡Amén! La bendición, la gloria, la sabiduría,
la acción de gracias, el honor, el poder y la fortaleza, sean a
nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén»” (7:11-12).
He sido
cristiana durante más de 60 años. Puedo decirte que han ocurrido muchas
ocasiones en que he sentido la presencia de Dios. Han habido muchos momentos
dulces en los que la alabanza y la adoración han sido bendecidas, pero recuerdo
claramente sólo un par de veces cuando experimentamos la presencia y la gloria
manifiestas de Dios. Era una presencia pesada. El plan del servicio salió por
la ventana. No había nada mejor que permanecer en Su presencia. Estábamos en un
espacio y tiempo sagrados.
Atribuirle a Él
la gloria
¿Por qué Dios
necesita que le dé gloria? En un gran número de pasajes de la Biblia, se nos
dice que debemos atribuir gloria al Señor. ¿Qué significa esto? Creo que
significa darle honor. Recuerda que la palabra kavod puede
significar gloria, honor o peso.
El Salmo 29 es
un ejemplo de tal pasaje: “Tributen al Señor, oh hijos de los
poderosos, tributen al Señor gloria y poder. Tributen
al Señor la gloria debida a Su nombre; adoren al Señor en
la majestad de la santidad” (1-2).
El nombre
personal de Dios, YHVH, escrito como SEÑOR aparece 18 veces en este salmo de 11
versículos. Debido a esto, la oración judía diaria —llamada Shmoneh
Esrei— tiene 18 puntos. Si observas cuidadosamente las descripciones de
Dios en esta oración, que proporciona las formas de atribuir gloria a Él, se
relacionan con Su capacidad, poder, voz y fuerza. Describen el efecto de Su voz
estruendosa sobre Su creación. Sólo al final de la oración dice que este
Dios todopoderoso da fuerza a Su pueblo y lo bendice con paz.
El Salmo 96
utiliza la misma terminología: “Den al Señor, oh familias de los
pueblos, den al Señor gloria y poder. Den al Señor la
gloria debida a Su nombre; traigan ofrenda y entren en Sus atrios. Adoren
al Señor en vestiduras santas; tiemblen ante Su presencia, toda la
tierra” (7–9).
La palabra
traducida como “atribuir” en este salmo también podría significar dar o incluso
preparar. Mientras oraba sobre el significado, lo que sentí que el Señor plasmó
en mi corazón es que el Señor quiere que lo adoremos por quien Él es, para
glorificarlo y honrarlo en todo Su peso, fuerza, potestad, poder creativo y por
Sus características.
Hoy en día,
mientras adoro en la iglesia moderna, me doy cuenta de que hay poco de esto. La
gran mayoría de las canciones que cantamos son peticiones, agradecimiento por
lo que Dios hace por nosotros o quizás testimonio de lo que Él ha hecho por
nosotros en el pasado. Todas son formas legítimas de expresión, pero ¿están
atribuyendo gloria a Dios? ¿Se ha vuelto la Iglesia de hoy, más centrada en el
hombre que en Dios? Cada vez que cantamos una canción que es solo para
alabarle, mi alma se eleva en adoración al Dios Altísimo.
Estoy decidida a
adorar a Dios por quien Él es, independientemente de si Él me bendice o no.
Siempre recuerdo el corazón puro de Job. Cuando él perdió todo lo que le era
valioso, y aún decía: «Aunque Él me mate, en Él esperaré» (Job 13:15).
Esa es una adoración increíble. Si nuestras canciones de adoración incluyen las
palabras “yo, mi, nosotros, nuestro”, entonces sugiero que se refieren más a
nosotros y a nuestras necesidades que a Dios y a glorificarlo a Él. Si
quitáramos todas esas palabras centradas en nosotros mismos de las canciones,
¿qué quedaría?
El mundo
necesita ver la gloria de Dios
Cuando Salomón
dedicó el Templo, fue un gran acontecimiento. Estoy segura de que hubo un
programa increíble. Invitó a mucha gente importante. El mundo antiguo
supo del nuevo Templo del Dios de Israel. Israel se ubicaba entre tres rutas
principales de caravanas para la región. Los materiales para el Templo
procedían de otros países. La noticia de este asombroso, hermoso y costoso
Templo se anunció en toda la región. Los músicos prepararon durante meses.
Se escribieron discursos. Sin duda, la ciudad resplandecía en preparación
para el gran evento. Cuando llegó el gran momento, esas cosas palidecieron en
comparación con la presencia de Dios. La gloria de Dios llenó el lugar. Cuando
los invitados regresaron a casa, ¿qué les dijeron a los demás? Probablemente
describieron la belleza del magnífico Templo, los cantantes y todos los
invitados que asistieron. La gran historia, sin embargo, consistió en el
poder, la gloria y la majestad del Dios de Israel.
¿Quién está
recibiendo la gloria hoy?
Hoy en día,
muchas iglesias promueven programas fantásticos con grandes oradores, cantantes
famosos, músicos e incluso fuegos artificiales. En occidente tenemos un
espíritu de celebridad. Tendemos a seguir personas famosas. Tenemos eventos
enormes, a menudo muy elaborados que atraen a multitudes. He estado en algunos
de estos eventos y salí bendecida por el Señor. He visto líderes que caminan en
humildad y gracia y tienen corazones de siervos. También me ha disgustado y
entristecido ver a algunos líderes conocidos que están llenos de orgullo y
arrogancia. He visto a muchos caer en desgracia. Su fama se ha convertido en
infamia. La gloria que recibieron se ha derrumbado a medida que su pecado
humano ha traído deshonra a la Iglesia de Dios. La gente se siente repelida en
lugar de acercarse a Dios. Ahora no es el momento de glorificar a tu pastor
sino de orar por tu pastor. Ora para que tus líderes se humillen diariamente
ante Dios y lo exalten. Ora para que todos estemos más interesados en
atribuirle la gloria a Dios, en lugar de los unos a los otros.
Lo que el mundo
necesita es un encuentro con el Dios Todopoderoso, para ver Su gloria, sentir
Su presencia y disfrutar de Su amor.
Dios no desea
compartir Su gloria
Isaías 42:8
instruye: «Yo soy el Señor, ese es Mi nombre; mi gloria a otro
no daré, ni Mi alabanza a imágenes talladas». Y luego, el profeta continua: «Por
amor Mío, por amor Mío, lo haré, porque ¿cómo podría ser
profanado Mi nombre? Mi gloria, pues, no la daré a otro» (Is 48:11).
Eso me lleva de
nuevo a mi oración diaria. “Señor, que todo lo que haga y diga Te traiga
gloria a Ti y no a mí. Que la gente Te vea en mí. A Dios sea la gloria.”
Por: Rvda. Rebecca J.
Brimmer, Presidenta Internacional – BRIDGES FOR PEACE
Traducido por Robin
Orack – Voluntaria en Puentes para la Paz
Bibliografía
Schaser, Nicholas J. “What is God’s ‘Glory?’” Israel Bible Center. https://weekly.israelbiblecenter.com/what-is-gods-glory
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