Armados para la batalla


El Imperio Romano fue uno de los imperios más poderosos de la historia. Las representaciones de la antigua Roma han iluminado las pantallas del entretenimiento durante décadas con producciones como Masada (1981), Gladiador (2000) o incluso The Chosen [Los elegidos] (2017-presente). La historia de Roma ha dejado una profunda huella en la civilización occidental desde las guerras de las Galias de César, los discursos de Cicerón y los monumentos como el Muro de Adriano y el Coliseo.

Los historiadores antiguos se maravillaron cuando las legiones conquistadoras de Roma ampliaron sus fronteras para rodear el mar Mediterráneo. Polibio, el historiador griego del siglo II a. C., grabó la famosa inscripción sobre la República Romana: “¿Quién es tan inútil o tan indolente como para no desear saber por qué medios y bajo qué sistema de gobierno los romanos en menos de cincuenta y tres años han conseguido someter casi todo el mundo habitado a su único gobierno —algo único en la historia—?

Fortalézcanse en el Señor

Antes del año 70 d. C., cuando el general romano Tito arrasó Jerusalén, el apóstol Pablo exhortó a los creyentes de Éfeso usando la armadura de un legionario romano para simbolizar la fe y la fuerza espiritual en tiempos difíciles. La representación de “la armadura de Dios” ha sido una fuente de consuelo para los seguidores de Jesús (Yeshúa) desde que fue escrita.

Efesios 6:10 comienza con ánimo: “Fortalézcanse en el Señor y en el poder de su fuerza”. Pablo, un fariseo judío (Fil 3:5), usó una palabra griega relacionada con “hacer algo fuerte en un acto de poder”, pero sin duda habría pensado en el equivalente hebreo jazak, que significa “fuerza” o “poder”. En la mente de Pablo, esta fuerza sólo es posible a través de la fe en Dios, quien es la fuente de toda fuerza. Sólo Él puede reemplazar nuestra débil fuerza corporal con fuerza y valentía sobrenatural y celestial. Piensa en Sansón como ejemplo físico de fuerza literal, pero también considera la increíble fuerza en el Señor que los líderes bíblicos como Moisés o Débora debieron haber necesitado.

En la Biblia, Dios muestra Su fuerza dominante como el Rey Guerrero victorioso (Éx 15:1-18; Sal 18:32-39, Is 28:6). En 1 Crónicas 16:11 se nos recuerda que debemos buscar la fuerza de Dios; el Salmo 20:6 nos asegura que el Señor responderá desde el cielo con Su fuerza liberadora, mientras que en el Salmo 28:7 este poder se describe como un escudo. La principal fuente de esta fortaleza no es confiar en la liberación militar terrenal, aunque Dios puede usarla, sino apoyarse en Él.

Protección espiritual

Pablo pintó un cuadro de la armadura de los legionarios romanos (Ef 6:11a) como un ejemplo práctico para permitir al creyente justo en Dios resistir los ataques espirituales. La creencia de Pablo es que, aunque puede haber desafíos y enemigos terrenales —incluso males como los que enfrentó Israel el 7 de octubre— hay una batalla espiritual de proporciones demoníacas que viene contra los kedushím (santos) de Dios. Serán perseguidos y atacados por fuerzas espirituales de maldad que operan en un ámbito diferente al de la carne natural (Ef 6:12). Los cristianos suelen describir esto como guerra espiritual.

Pablo usa un lenguaje fuerte y declara que la fuente o epicentro del mal es el diablo (Ef 6:11b). No niega el mal físico ni excusa ni justifica las acciones producidas por él, pero recuerda a sus lectores que hay una batalla espiritual en “las regiones celestes” donde principados, potestades, poderes de las tinieblas y fuerzas de maldad vienen contra todo lo justo y finalmente contra Dios (Sal 83:1-5).

Debido a la realidad de estos poderes espirituales, Pablo imploró a los creyentes en Éfeso que se pusieran una armadura espiritual y estuvieran listos para la batalla. Cuando nos detenemos y observamos el antisemitismo que abunda en las universidades del mundo y la barbarie de la violencia genocida contra Israel, ciertamente parece que hay “un espíritu” detrás de todo esto. Al visitar el Ministerio de Asuntos Exteriores dos semanas después del 7 de octubre, me senté en una mesa redonda con otros líderes cristianos que sirven en Israel y escuché las inquietantes palabras del ministro de Asuntos Exteriores que dijo: “¡El 7 de octubre fuimos atacados por el diablo!”.

En estos días debemos ser una luz en la oscuridad; debemos hablar y actuar. Para hacerlo necesitamos la fuerza del Señor y necesitamos estar “vestidos” con la armadura adecuada para resistir en el día malo (Ef 6:13b). Si no estamos preparados para la batalla —no importa cuán buenas sean nuestras intenciones— caeremos y seremos destruidos. Nos sentiremos abrumados y azotados por el miedo cuando enfrentemos obstáculos.

Hoy en día, muchas personas están paralizadas por el miedo —incluso dentro de la Iglesia— y no están dispuestas a hablar y calcular el costo frente al odio puro genocida y antisemita. Sin embargo, también hay una increíble ola de cristianos en todo el mundo que se están levantando, apoyando a Israel y a la comunidad judía y haciendo retroceder la oscuridad. El Señor dará valentía a Sus justos. Salmo 27:14 dice: “Espera al Señor; esfuérzate y aliéntese tu corazón. Sí, espera al Señor”. Para poder mantenernos de pie debemos estar equipados.

El cinturón de la verdad

La primera pieza de la armadura, a menudo llamada “el cinturón de la verdad”, se describe como “ceñida su cintura con la verdad” (Ef 6:14a). El soldado romano llevaba un cinturón con un delantal de correas de cuero tachonado de hierro. Este delantal sonaba y emitía un tintineo metálico cuando el soldado marchaba. El cinturón también aseguraba la espada y la daga del soldado.

¡El delantal con tachuelas de hierro es clave! No sólo protegía los vulnerables muslos y la ingle de un soldado de un ataque, sino que también era una herramienta inteligente de guerra psicológica. Una cohorte romana marchaba silenciosamente hacia la batalla, entrenada para reprimir su impulso de lanzar un grito de guerra como lo hacían la mayoría de los ejércitos antes del enfrentamiento debido al terror y la adrenalina mezclados con la realidad siempre presente de lo que estaba a punto de suceder. Al ver y escuchar el pesado asalto romano avanzando, el miedo se apoderaba del alma de la fuerza contraria.

Pablo vincula el cinturón con “la verdad” y el maravilloso recordatorio que se puede extraer de esta descripción verbal es que si uno está equipado con la verdad (Juan 8:32), entonces las tinieblas, las mentiras, el engaño y el mal se ven obligados a huir o volverse serviles. “Ceñirse” es una acción de preparación, como sujetarse un cinturón. Uno no puede ser perezoso. Naturalmente, uno no tiene “un cinturón de la verdad”, sino que debe “ponérselo bien” para poder mantenerse firme.

La coraza y el calzado

El siguiente símbolo que nos alista para la batalla es la coraza, que Pablo relaciona con “la justicia” (Ef 6:14b). El soldado romano usaba la armadura con placas de escama para la batalla, lo que le daba la capacidad de moverse y ser flexible. La armadura protegía órganos vitales, así como hombros y antebrazos. Esto fue crucial, ya que permitió que el soldado luchara bajo intensa coacción y amenaza de un enemigo. Pablo llama a esta pieza de armadura “la justicia”, que se relaciona con vivir en pureza y ser recto ante Dios mientras uno se esfuerza por ser irreprochable.

La gente nota la justicia y puede atraerla hacia el bien. La coraza es usada sólo por “el soldado profesional”, que no sirve solamente a su nación sino que lucha contra el enemigo. Si uno no está equipado adecuadamente, perecerá rápidamente. Justicia en hebreo es tsédek y se atribuye al gobierno perfecto de un rey, pero también es parte de la pureza perfecta e intachable de Dios en la verdad. Llamar a alguien tsadik reconoce su observancia de los mandamientos de Dios y su naturaleza justa y caritativa.

Un último punto, la coraza romana no podía ponérsela uno mismo; un soldado necesitaba un compañero que lo ayudara. Esto es algo en lo que debemos meditar cuando pensamos en enfrentarnos a la oscuridad y luchar por la justicia. No se supone que lo hagamos solos (Mt 18:20).

Luego, Pablo anima a los creyentes de Éfeso a “calzarse los pies” para llevar “el evangelio de la paz” (literalmente, buenas nuevas de shalom). Una de las cosas más vitales y básicas que usaba el soldado romano eran sus sandalias de cuero resistente, con clavos o tachuelas de metal. Les impedían resbalarse; les preservaban los pies durante interminables kilómetros de largas jornadas; y les daban un agarre para seguir adelante. En pocas palabras, todo lo que hacemos debe traer shalom y reflejar lo que Dios está haciendo en nuestro mundo mientras reflejamos Su luz en la oscuridad.

Los toques finales

A los soldados romanos les faltarían tres cosas finales: el escudo, el casco y la espada. Pablo llama al escudo “la fe” (Ef 6:16a). Para los romanos el escudo era sin duda crucial y ellos entrenaban con él constantemente. Podían ejecutar formaciones complicadas como el ‘caparazón de tortuga’, desplegado principalmente en guerras de asedio, donde los hombres formaban filas apretadas en un cuadrado y superponían sus escudos para protegerse contra los peligros al frente de ellos y las amenazas arriba de ellos. El escudo romano era flexible. Podía protegerlos contra las flechas y las lanzas; y también el soldado se podía arrodillar detrás de él para obtener la máxima protección.

Al nombrar el escudo “la fe” (emuná), Pablo se hace eco de la verdad que se encuentra en Santiago 2:14-26: “la fe sin las obras está muerta”. En el pensamiento hebreo, la fe es una acción, no un estado de ánimo o un asentimiento mental. La fe se hace, no sólo se cree. Nuestra fe necesita crecer y madurar, pero el enemigo busca destruirla y paralizarnos con sus dardos de fuego (Ef 6:16b), por lo que debemos estar en guardia y usar nuestro “escudo”.

El casco del soldado romano protegía sus mejillas, cuello, cabeza, cejas, frente y ojos. Esta era una pieza crucial de la armadura, ya que los golpes de espada, los proyectiles y los escombros fácilmente podían costarle la vida a un soldado. La cabeza es una de las partes más vulnerables del cuerpo porque contiene los principales puntos sensoriales (ojos, oídos, boca y nariz) y, si cualquiera de ellos queda incapacitado en la batalla, puede ser letal. Mientras que uno podría sobrevivir a una herida en el brazo, la pierna o el pecho, un golpe en la cabeza desprotegida significaría sin duda el fin.

Pablo llama a este casco “la salvación” y sus lectores —la mayoría de ellos antiguos paganos de la ciudad grecorromana de Éfeso— naturalmente pensarían que la cabeza es el lugar de la mente, la razón, la sabiduría o el intelecto. Por lo tanto, un “casco de salvación” que protege la cabeza, se conectaría naturalmente con el poder de salvación de Dios (Is 12:2) otorgado a la persona, así como con la fuente de su redención (el poder de salvación en 2 Sam 22:3).

Para terminar, el accesorio de la armadura que hacía letal al legionario era la espada gladius. La gladius tenía una hoja de doble filo de 60 centímetros (dos pies) de largo. Era extremadamente letal. El soldado romano estaba entrenado para atacar con la espada, no para cortar; por lo que con una acción de bloquear con el escudo y dar una estocada con la espada, una cohorte romana podía aniquilar una fuerza enemiga.

Pablo nombra esta arma simple pero efectiva, “la espada del Espíritu” y rápidamente les da a sus lectores de Éfeso una definición adicional del propósito de esta “espada” cuando afirma que es “la palabra de Dios” (Ef 6:17b). Como creyentes en Jesús (Yeshúa), debemos estar cimentados en la Palabra de Dios y ser guiados por el Espíritu (1 Tes 5:19-24) para que podamos discernir lo que es justo y lo que es malo. ¡Para que conozcamos la ‘fidelidad de pacto’ de Dios con Israel y con nosotros; y que estemos en guardia, atentos a las señales de estos tiempos y listos para responder al llamado de nuestro Rey!

Fuente: BRIDGES FOR PEACE 

por: Rvdo. Peter Fast, Presidente Ejecutivo Internacional

Traducido por Robin Orack – Voluntaria en Puentes para la Paz 

 

Bibliografía

Goldsworthy, Adrian. In the Name of Rome. Great Britain: Phoenix, 2007.

——— The Complete Roman Army. London: Thames and Hudson Ltd, 2003.

Holy Bible, New King James Version. Nashville: Thomas Nelson: 1982.

Polybius. The Histories Volume One. trans. W.R. Paton. Loeb Classical Library: Harvard University Press, 2005.

 

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