Las pruebas de Dios

Las pruebas son un hecho ineludible y necesario de la vida. ¿Te imaginas permitir que cualquier persona que no haya demostrado conocer las normas de conducción segura pudiera acceder a nuestras carreteras como conductor? O tal vez, usando un ejemplo aún más extremo: ¿Quién permitiría que un cirujano que no domina las clases de anatomía requeridas operara su cuerpo? Sí, las pruebas son necesarias para demostrar capacidad.

Y ¿qué sucede cuando se trata de la fe? ¿Dios nos pone a prueba? Las Escrituras dicen que sí, Él lo hace, tanto individualmente, como en el caso de Abraham atando a Isaac (Gn 22:2), como colectivamente, por ejemplo, cuando puso a prueba a los israelitas al salir de Egipto y entrar en el desierto (Ex 16:4), por citar sólo dos casos.

¿Qué sentimiento te evoca la palabra “prueba” cuando la escuchas? A algunos, puede traerles recuerdos de fracasos pasados, de estudiar lo mejor que pudieron y aun así no obtener una calificación aprobatoria. Sin embargo, otros, a quienes les resultó fácil el trabajo escolar y nunca tuvieron que estudiar, tendrán una respuesta completamente opuesta. Independientemente del grupo en el que te ubiques, puedes estar seguro de que las pruebas en el mundo de Dios son diferentes. No se trata de “aprobar o reprobar” sino más bien “aprobar o retomar”. Si necesitamos “retomar”, podemos estar seguros de ello con las palabras del salmista David, quien testificó de la misericordia de Dios cuando escribió: “Por el Señor son ordenados los pasos del hombre, y el Señor se deleita en su camino. Cuando caiga, no quedará derribado, porque el Señor sostiene su mano” (Sal 37:23-24 énfasis añadido).

Dos palabras hebreas para “probar”

Hay dos palabras hebreas distintas traducidas principalmente como la palabra “prueba”. La primera es el número H5254 de Strongnasa (נָסָה se pronuncia nasá), y la segunda es el H974: bachan (בָּחַן se pronuncia bajan). La Concordancia Exhaustiva de Strong utiliza términos muy similares para describir ambas palabras: probar; intentar; demostrar; examinar. Las palabras entre paréntesis se añaden bajo la definición de nasa: poner a prueba (normalmente para demostrar carácter o fidelidad).

En su estudio de la palabra nasa, Chaim Bentorah ofrece la siguiente aclaración: “Bachan da la idea de ‘poner a prueba’, que es lo que primero que se nos viene a la mente al pensar en la palabra ‘probar’; es decir, asegurarnos de que algo funciona o de que hemos aprendido la lección. La palabra nasa, sin embargo, se acerca mucho a esto, pero con una sutil diferencia importante. Nasa contiene más bien la idea de un ‘desafío’. Por ejemplo: un levantador de pesas hará nasa (seguirá añadiendo más peso) hasta llegar al máximo, es decir, seguirá añadiendo peso no hasta que falle, sino hasta que haya alcanzado y descubierto sus límites”. En otras palabras, usar la palabra nasa indicaría que te están poniendo a prueba no tanto para ver lo que sabes sino para determinar la profundidad de tu carácter.

¿Quién prueba a quién?

A lo largo de la Biblia, leemos sobre momentos en que Dios prueba al hombre, en que el hombre prueba a Dios y también en que el hombre prueba al hombre. Examinaremos únicamente el primer escenario y exploraremos dos casos en los que Dios probó al hombre. Aunque, tanto nasa como bachan aparecen en versículos de las Escrituras que hablan de Dios probando al hombre, los versículos que he seleccionado sólo contienen el verbo nasa.

En su artículo: ¿Por qué Dios nos prueba?, el Rabino Gil Student escribe: “La idea de que el Dios omnisciente necesita probarnos para determinar si seguiremos Su mandato es absurda. Él conoce el futuro y, por tanto, no gana nada con hacerlo. Sin embargo, la Torá (Gn-Dt) analiza en múltiples lugares las pruebas de Dios”. Somos nosotros los que necesitamos ver cómo reaccionamos cuando nos encontramos en una posición que requiere que decidamos si confiaremos en Dios o intentaremos resolver el problema por nuestra cuenta.

¿Confiarás en Mí?

Cuando llegamos a la base, por así decirlo, unas de las preguntas centrales que deben responderse son, “¿Qué creo acerca de la naturaleza de Dios? ¿Es digno de confianza? ¿Puede Él satisfacer mis necesidades cuando las circunstancias parecen indicar lo contrario?”. Estas son preguntas legítimas si queremos mantenernos firmes en nuestra fe en que Dios es, en verdad, fiel y digno de nuestra confianza cuando las cosas se ponen difíciles. Y luego, está la obediencia. La confianza y la obediencia están entrelazadas, como el huevo y la gallina —¿cuál fue primero?— Primero veremos la confianza, porque no podemos obedecer a menos que primeramente confiemos.

El libro de Éxodo cuenta la historia de la liberación de Dios de Su pueblo, de la esclavitud en Egipto. Una vez que dejaron su suministro constante de agua y comida para entrar al desierto, comenzó la prueba. ¿Cómo comerían en este desierto? ¿Podría Dios realmente proveer para sus necesidades físicas? Hay varios versículos en Éxodo que hablan sobre pruebas de carácter. En el siguiente pasaje, los israelitas estaban preocupados por lo que comerían y Dios demostró Su fidelidad al poner a prueba su confianza cada día. “Entonces el Señor dijo a Moisés: «Yo haré llover pan del cielo para ustedes. El pueblo saldrá y recogerá diariamente la porción de cada día, para ponerlos a prueba [nasa] si andan o no en Mi ley” (Ex 16:4). A menos que los israelitas confiaran en que Dios les proporcionaría alimento diariamente (en este caso), es poco probable que le hubieran obedecido.

¿Me obedecerás?

La segunda pregunta central es: “¿Me obedecerás?” Un reino puede tener un solo rey. Las naciones tienen un solo presidente o primer ministro. Y el hombre no puede servir a dos amos (Mt 6:24). A lo largo de nuestra vida, nos enfrentamos a esta prueba: ¿obedeceremos a Dios o nos permitiremos usurpar el trono que por derecho le pertenece? Ésta es una prueba seria. En varios lugares de las Escrituras, el Señor se describe a sí mismo como celoso. No está dispuesto a que tengamos lealtades divididas. Un ejemplo de esto está en Éxodo 34:14: “No adorarás a ningún otro dios, ya que el Señor, cuyo nombre es Celoso, es Dios celoso”.

Los israelitas enfrentaron una prueba de confianza que los llevó a la obediencia (o desobediencia) cuando fueron sacados de la esclavitud de Egipto al desierto. Ellos vieron la división del mar Rojo, cruzaron sobre tierra seca y luego observaron cómo el ejército egipcio fue tragado por ese mismo mar (Ex 14:13-28). Tres días adelante, después de que las aguas amargas de Mara se hicieran potables milagrosamente, el Señor les dio un estatuto seguido de una promesa asombrosa. “Y Dios les dio allí un estatuto y una ordenanza, y allí los puso a prueba [nasa]. Y Dios les dijo: «Si escuchas atentamente la voz del Señor tu Dios, y haces lo que es recto ante Sus ojos, y escuchas Sus mandamientos, y guardas todos Sus estatutos, no te enviaré ninguna de las enfermedades que envié sobre los egipcios. Porque Yo, el Señor, soy tu sanador»” (Ex 15:25b-26). Los israelitas pedían agua, pero Dios prometió mucho más: salud perfecta. La única condición era escuchar atentamente la voz del Señor y luego hacer lo que Él pedía.

La Torá es el manual de instrucciones de Dios y se lee durante todo el año en sinagogas y hogares judíos. Este enfoque en la Palabra de Dios comenzó hace milenios. En preparación para su entrada a la Tierra Prometida, uno de los recordatorios de advertencia que el Señor le dio a Josué cuando asumió el liderazgo después de la muerte de Moisés tuvo que ver con esto mismo. “Este libro de la ley no se apartará de tu boca, sino que meditarás en él día y noche, para que cuides de hacer todo lo que en él está escrito. Porque entonces harás prosperar tu camino y tendrás éxito” (Jos 1:8 énfasis añadido). En otras palabras, conoce la Palabra de Dios y haz (obedece) lo que dice.

Sólo un estudiante lleno de simpleza respondería un examen sin antes haber estudiado el libro y aprendido el material. Hay muchas “áreas grises” en nuestro mundo actual. Para obedecer a Dios, necesitamos dedicarle tiempo a Su Palabra para saber sin lugar a dudas, cuál es la posición bíblica en esas áreas grises. La lectura y meditación diaria de las Escrituras nos conducirán a una mayor claridad en nuestra comprensión. Otro hábito útil es el de conversar sobre pasajes de las Escrituras con un amigo creyente.

Pruebas avanzadas

A veces en las Escrituras la palabra “prueba” no se menciona en absoluto y, sin embargo, es una prueba. No una, sino dos veces, el Rey David enfrentó una prueba que finalmente reveló su fidelidad y la condición de su corazón hacia el Señor. Aunque Saúl fue el primer rey de Israel, su desobediencia le costó el puesto cuando decidió no esperar a Samuel y usurpó el papel de sacerdote (1 Sam 13:9). Siguiendo la dirección del Señor, Samuel fue a Belén para ungir en secreto como rey a uno de los hijos de Isaí (1 Sam 16:1-12). Claramente, el Señor conocía el corazón de David cuando le dijo a Samuel: “Porque Dios no ve como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón” (1 Sam 16:7b).

En los años siguientes, Saúl permaneció en el trono y David se vio obligado a huir para salvar su vida más de una vez. Seguramente debió preguntarse por qué el Señor permitió este tipo de situaciones. Durante ese tiempo, hubo dos ocasiones en las que David fácilmente podría haber matado a Saúl y haber tomado el lugar que le correspondía en el trono. Una vez, cuando Saúl entró en una cueva para hacer sus necesidades y David cortó la esquina de su manto (1 Sam 24:1-6); la segunda vez, cuando Saúl y su ejército durmieron en el desierto mientras perseguían a David (1 Sam 26:1-11). La segunda vez, David y Abisai entraron al círculo interior del campamento donde dormía Saúl. Abisai instó a David a matar a Saúl, e incluso se ofreció a hacerlo él mismo si David no estaba dispuesto (1 Sam 26:8).

En ambos casos, los hombres que estaban con David lo instaron a matar a Saúl y terminar con esto. Lo que parecía un atajo hacia el destino que Dios había ordenado para él, habría contado con la total aprobación de sus hombres si hubiera tomado el asunto en sus propias manos. Sin embargo, David resistió los argumentos de ellos y decidió confiar en el Señor. “Pero David dijo a Abisai: «No lo mates, pues, ¿quién puede extender su mano contra el ungido del Señor y quedar sin castigo?». Dijo también David: «Vive el Señor, que ciertamente el Señor lo herirá, o llegará el día en que muera, o descenderá a la batalla y perecerá. No permita el Señor que yo extienda mi mano contra el ungido del Señor” (1 Sam 26:9-11a). David aprobó su prueba.

¿Debemos ser probados?

¿Debemos ser probados? Sí. No porque Dios no sepa cuáles serán los resultados, sino para que descubramos nuestro verdadero carácter y crezcamos en nuestro camino de fe como los hombres y mujeres de la Biblia.

La vida de David, aunque estuvo lejos de ser perfecta, es una demostración maravillosa de una vida vivida en confianza y obediencia. Cuando aún era un joven pastor, el Señor vio el corazón de David y conoció su carácter. Sin embargo, David experimentó pruebas. No aprobó cada prueba la primera vez, pero conoció la misericordia y la gracia de Dios que le permitieron “retomarlas”. Y David fue llamado “varón conforme a Mi corazón” (Hch 13:22).

Que nosotros, igual que David, reconozcamos las oportunidades para confiar en Dios cuando las circunstancias parezcan sin esperanza, cuando los que nos rodeen nos digan que tomemos el asunto en nuestras propias manos. Que cada mañana decidamos que elegiremos ver la mano de Dios en todo lo que se nos presente ese día. Que nos regocijemos cuando aprobemos una prueba y nos animemos cuando necesitemos retomarla, porque nuestro Padre no estará satisfecho con vernos seguir actuando como niños e inmaduramente. Que crezcamos en madurez, siendo “diligentes en presentarnos a Dios aprobados, como obreros que no tienen de qué avergonzarse, que manejan con precisión la palabra de verdad”. (2 Tim 2:15 parafraseado). ¡Nuestro Dios está a favor de nosotros!

Por: Janet Aslin, Escritora en Puentes para la Paz

Traducido por Raquel González – Coordinadora Centro de Recursos Hispanos

 

Bibliografía

Bentorah, Chaim. “Hebrew Word Study: TEST:” Chaim Bentorah Biblical Hebrew Studies https://www.chaimbentorah.com/2019/03/hebrew-word-study-in-his-heart-2/

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Kohlenberger, John R III and James Swanson Eds. The Strongest Strongs, Exhaustive Concordance of the Bible. Zondervan Academic: Grand Rapids MI, 2001.

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Student, Rabbi Gil. “Why Does God Test Us?” Orthodox Union https://www.ou.org/life/inspiration/why-does-god-test-us/

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