Construyendo una morada

Cada semana, nos unimos al mundo judío en la lectura de la porción de la Torá (Gn-Dt). Las lecturas se dividen de tal manera que toda la Torá se lee en un año. Jesús (Yeshúa) y los discípulos conocían muy bien la Torá y la citaban con frecuencia. No estoy segura de cómo podríamos entender los Escritos de los Apóstoles (NT) sin una base firme en la Torá y el resto de la Tanaj (AT). Una de las porciones de la Torá se llama Trumá y se encuentra en Éxodo 25-27. El nombre Trumá significa contribuciones, regalos u ofrendas. Esta porción da apertura a una sección de las Escrituras en la que Dios da instrucciones detalladas para construir un Tabernáculo, incluidos sus muebles. 

Cada gran proyecto tiene muchas fases desde su concepción hasta su finalización. Si alguna vez has construido una casa o has estado involucrado en un programa de construcción de iglesias, entonces lo has experimentado de primera mano. Después de idear el concepto, es importante establecer algunos objetivos concretos. A menudo, el siguiente paso es hacer una representación artística de cómo se verá el proyecto. Los arquitectos se involucran en la elaboración de un plano, después se debe recaudar el dinero para la edificación. Sólo entonces comienza la construcción real. 

¿Por qué construir una casa para Dios? 

El Rabino Jonathan Sacks escribió en respuesta a esta pregunta. «El Tabernáculo fue la primera “casa de adoración” israelita, el primer hogar que los judíos construyeron para Dios. Pero la idea misma está llena de paradojas, incluso de contradicciones. ¿Cómo se puede construir una casa para Dios? Es más grande que cualquier cosa que podamos imaginar, y mucho menos construir». 

El Rey Salomón señaló este punto cuando construyó otra casa de Dios –el Primer Templo–: “Pero, ¿morará verdaderamente Dios sobre la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener, cuánto menos esta casa que yo he edificado” (1Rey 8:27). 

Isaías también abordó este punto, pronunciando palabras del mismo Todopoderoso: «El cielo es Mi trono y la tierra el estrado de Mis pies. ¿Dónde, pues, está la casa que podrían edificarme? ¿Dónde está el lugar de Mi reposo?» (Is 66:1). 

El Rabino Sacks continuó: «No solo parece imposible construir un hogar para Dios; debería ser innecesario. Se puede acceder al Dios de todo lugar en cualquier lugar, tanto en el pozo más profundo como en la montaña más alta, en los barrios bajos de una ciudad como en un palacio revestido de mármol y oro. La respuesta, y es fundamental, es que Dios no vive en construcciones; vive en constructores. No vive en estructuras de piedra sino en el corazón humano. Lo que los sabios y místicos judíos señalaron fue que en nuestra ‘parashá’ [porción de la Torá], Dios dice: “Que me hagan un santuario, para que Yo habite en ellos” [Éx 25:8, énfasis añadido], no “para que yo habite en él”». 

Después de la catástrofe del becerro de oro, cuando la gente entró en pánico porque Moisés estuvo fuera durante seis semanas, las fuentes judías dicen que Dios decidió que Israel necesitaba un lugar para encontrarse con Él, un recordatorio visual de Su presencia. 

El Rabino Sacks explicó: «Es por eso que Dios le dijo a Moisés: “Que me construyan un santuario para que yo pueda habitar entre ellos”. La palabra clave aquí es el verbo SH-J-N: habitar; nunca antes se había usado en relación con Dios. Eventualmente se convirtió en una palabra clave del judaísmo mismo. De ahí vino la palabra ‘Mishkán’, que significa: santuario; y ‘Shejiná’: la presencia divina. Central a su significado es la idea de cercanía. ‘Shajén’ en hebreo significa vecino, la persona que vive al lado. Lo que los israelitas necesitaban y lo que Dios les dio fue una manera de sentirse tan cerca de Dios como de nuestro vecino de al lado». 

Toda la idea del Tabernáculo era, pues, para acercarse a Dios. La riqueza del Tabernáculo y su mobiliario fueron un recordatorio constante de la gloria de Dios y Su capacidad para proveer para cada necesidad. 

El patrón de Dios 

Dios dio instrucciones específicas sobre cómo debería verse y funcionar el Tabernáculo. Dios ama estar involucrado en los detalles. 

Éxodo 25:8-9 dice: «Que me hagan un santuario, para que Yo habite entre ellos. Conforme a todo lo que te voy a mostrar, conforme al diseño del tabernáculo y al diseño de todo su mobiliario, así ustedes lo harán». 

Yo soy costurera, solía hacer mucha ropa para Tom y para mí, así como regalos para los demás. Mis mejores resultados llegaron cuando seguí cuidadosamente un patrón. Improvisar con mi propio diseño o incluso tratar de copiar una prenda terminada resultaba desastroso.  

Dios no dejó el Tabernáculo a la deriva. Dio instrucciones muy específicas para cada mueble y cada parte de su construcción. Más adelante en la Torá (Gn-Dt), hay referencias al hecho de que Moisés siguió el patrón y esto se menciona dos veces en los Escritos de los Apóstoles (NT) en Hechos y Hebreos. La palabra hebrea utilizada en Éxodo 25:9 es tavnit, que puede traducirse como: semejanza, modelo, imagen, plan y forma. 

Los patrones de Dios no están reservados sólo para proyectos de construcción. Él tiene un patrón para que sus hijos vivan. Encontramos ese patrón en la Biblia. Caminamos en bendición en la medida en que hacemos las cosas a Su manera. Nos deja elegir, pero elegir seguir nuestras propias ideas tiene consecuencias que a menudo son muy desagradables y destructivas para nuestras propias vidas y para la comunidad de la que formamos parte. 

Cuando seguí el patrón de confección, obviamente creado por alguien más talentoso que yo, resultó en algo hermoso y utilizable. Si siguiéramos el patrón de vida de Dios, creo que descubriríamos lo mismo: el resultado sería algo hermoso y utilizable. 

Dar 

Dios no solo le dio a Moisés una visión; también le dio instrucciones sobre cómo recaudar los fondos para hacer realidad la visión. Todo proyecto debe tener un presupuesto, de lo contrario, seguirá siendo un sueño no realizado. Por lo tanto, lo primero que hizo Dios fue ordenar a Moisés que recaudara fondos para un tabernáculo, un mishkán. En Éxodo 25:2-7, la ofrenda se describe con bastante detalle. 

Primero, Dios quería que los dones vinieran de un corazón dispuesto. Los israelitas no fueron obligados a dar. No había un impuesto especial que se impusiera a la gente. No se les dijo una cantidad específica que tenían que traer. La visión y las necesidades fueron comunicadas. «Dile a los israelitas que tomen una ofrenda para Mí. De todo aquel cuyo corazón le mueva a hacerlo, ustedes tomarán Mi ofrenda» (Éx 25:2). 

El corazón es importante. Dios siempre ha anhelado encontrar personas que lo amen, lo adoren y le den con un corazón dispuesto. 2 Corintios 9:7 dice “Que cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría”. 

Sin embargo, había cosas muy específicas para ser dadas en la ofrenda voluntaria. No podías traer lo que quisieras. Había una lista detallada, que incluía: oro, plata, bronce; material azul, púrpura y escarlata; lino fino, pelo de cabra, pieles de carnero teñidas de rojo, pieles de marsopa, madera de acacia, aceite para alumbrado, especias aromáticas para el aceite de la unción e incienso aromático; así como piedras de ónice y piedras de engaste para el efod del sacerdote y para el pectoral. ¿Cómo podrían estas personas, que se encontraban atravesando un desierto, obtener estos valiosos artículos? 

Cuando salieron de Egipto, el Señor les dijo a los israelitas que pidieran riquezas a los egipcios. «Cada mujer pedirá a su vecina y a la que vive en su casa, objetos de plata, objetos de oro y vestidos, y los pondrán sobre sus hijos y sobre sus hijas. Así despojarán a los egipcios» (Éx 3:22). 

Esto sigue dejando preguntas sin respuesta. ¿Cómo transportaron los israelitas toda esta riqueza? Sabemos que tenían rebaños, quizás también tenían burros y camellos. La madera de acacia probablemente no era tan fácil de transportar, pero podrían haberla encontrado en el desierto mientras lo atravesaban. 

Otra tradición judía es la creencia de que Dios había escondido la riqueza del Jardín del Edén para este propósito, y le reveló su escondite a Moisés. Eso realmente no tiene sentido para mí, ya que si Moisés tenía acceso a toda la riqueza, ¿por qué pedirle al pueblo que hiciera la contribución? 

Dios valora cada regalo. Jesús (Yeshúa) habló bien de la viuda que dio una miseria pero la dio con un corazón dispuesto. Sin embargo, la Biblia tampoco evita pedirle a la gente que traiga regalos valiosos. 

El Rey David —al comprar la era de Ornán— insistió en comprarla en lugar de recibirla como regalo, diciendo: «Porque no tomaré para el Señor lo que es tuyo, ni ofreceré un holocausto que no me cueste nada» (1 Cró 21:24b).

Números 18:29 enseña: “De todos los dones que reciban presentarán las ofrendas que le pertenecen al Señor, de lo mejor de ellas, la parte consagrada de ellas”. Esta instrucción se refiere a los corderos del sacrificio que debían ser sin defecto. 

Cuando damos a Dios, también nos colocamos en el lugar de bendición. Malaquías 3:10-12: “«Traigan todo el diezmo al alfolí, para que haya alimento en Mi casa; y pónganme ahora a prueba en esto», dice el Señor de los ejércitos, «si no les abro las ventanas de los cielos, y derramo para ustedes bendición hasta que sobreabunde. Por ustedes reprenderé al devorador, para que no les destruya los frutos del suelo, ni su vid en el campo sea estéril», dice el Señor de los ejércitos. «Y todas las naciones los llamarán a ustedes bienaventurados, porque serán una tierra de delicias», dice el Señor de los ejércitos”. 

Las ofrendas no son solo dinero o cosas. Cuando le damos a Dios nuestro corazón (de buena gana, sin reprimirnos), esto nos coloca en el lugar indicado para recibir bendiciones de Su mano. 

Habitar con Dios 

Imagínate qué maravilloso: ¡Dios quiere habitar con nosotros! La palabra para tabernáculo, mishkán, está relacionada con la palabra hebrea para prójimo. Dios desea estar cerca de nosotros. Toda la idea del sistema de sacrificio era acercarse. La palabra korbán (sacrificio) tiene esa connotación; está relacionada con la palabra para parientes cercanos. 

El Salmo 91:1 dice: “El que habita al amparo del Altísimo morará a la sombra del Omnipotente”. 

Hoy no tenemos el Tabernáculo ni el Templo; ¿Cómo nos podemos acercar a Dios? La forma principal en que podemos habitar es hacer que Dios y Su palabra sean siempre el centro de nuestro corazón y nuestra vida. No vivamos en la periferia. Debemos pasar tiempo con otros que quieren estar cerca de Dios. La bendición se encuentra en habitar y permanecer cerca de Él. 

Aplicación de vida 

Espero que recuerdes estos tres conceptos: patrón, dar y habitar. Estudiemos para encontrar el patrón de Dios para vivir una vida conforme a Dios. La bendición proviene de vivir a la manera de Dios, no de hacer las cosas deliberadamente a nuestra manera. 

Demos para financiar Sus propósitos y proyectos. En Puentes para la Paz, Dios nos ha dirigido a mostrar Su amor al pueblo judío de manera práctica. Si bien la recaudación de fondos no es mi trabajo favorito, me siento muy bendecida de ver la forma en que el pueblo de Dios responde con corazones dispuestos.

Habitar con Dios, o ‘permanecer’ como Jesús lo habló en Juan 15, debe ser uno de nuestros principales deleites. Hagamos una prioridad pasar tiempo con el pueblo de Dios, estudiando y escuchando enseñanzas; dedicándonos a la adoración, la alabanza y la oración. Hoy es un buen momento para pasar tiempo con Él. 

Por: Rvda. Rebecca J. Brimmer, Presidenta Ejecutiva Internacional

Traducido por Raquel González – Coordinadora Centro de Recursos Hispanos

Revisado por Robin Orack – Voluntaria en Puentes para la Paz 

Bibliografía

Sacks, Rabbi Lord Jonathan. “The Gift of Giving.” Jonathan Sacks: The Rabbi Sacks Legacy. https://www.rabbisacks.org/covenant-conversation/terumah/the-gift-of-giving/

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