¿Tientes un Plan de Sucesión?

Muchas personas exitosas se deleitan en poder ver y evaluar lo que se ha logrado a través de su liderazgo. «¡Eres indispensable para el equipo!», éste y otros comentarios similares pueden masajear nuestros egos, enfatizando nuestra importancia para la misión de la empresa u organización. El problema es que, aunque parezcamos indispensables, llegará el momento en que no podremos continuar con el trabajo, ya sea por recibir un ascenso, aceptar un nuevo trabajo, jubilarnos o incluso fallecer. ¿Quién hará el trabajo entonces?

He conocido a líderes empresariales que eran tan centralistas en lo que hacían en su empresa que después de que se fueron, el trabajo no pudo sostenerse. Eran como la última carta de un castillo de naipes; cuando se retiraron, todo se derrumbó. No tenían un plan de sucesión viable.

La mayor prueba de un liderazgo efectivo —decía a menudo un amigo mío— es lo que sucede cuando el líder se va. En su libro Empresas que sobresalen, Jim Collins exploró las características de las empresas que no solo eran buenas en su desempeño general, sino excelentes. Aunque su equipo de investigación trató de descubrir factores que no involucraban a los principales líderes, se dieron cuenta de que no se podía ignorar a los directores ejecutivos. Pero no por las razones que podríamos esperar.

Collins escribió: «Los líderes que pasaron de buenos a excelentes nunca quisieron convertirse en héroes más grandes que la vida. Nunca aspiraron a ser puestos en un pedestal ni a convertirse en iconos inalcanzables. Eran personas aparentemente ordinarias que silenciosamente producían resultados extraordinarios». Estos líderes tenían una gran visión y determinación, pero rápidamente reconocieron el talento individual y delegaron responsabilidades para permitir que las personas sobresalieran.

A lo largo de la historia, vemos ejemplos, buenos y malos, de líderes que entendieron o ignoraron la importancia de tener un plan de sucesión. La Biblia no es una excepción. En el Antiguo Testamento, Moisés fue elegido personalmente por Dios para sacar a los israelitas del cautiverio egipcio a la Tierra Prometida. Sin embargo, cuando su tiempo de deambular estaba por terminar, Moisés le pasó la batuta de liderazgo a Josué. «Como Moisés puso sus manos sobre Josué hijo de Nun, éste fue lleno de espíritu de sabiduría, y los hijos de Israel le obedecieron e hicieron lo que el Señor le había ordenado a Moisés» [Deuteronomio 34:9 RVC].

El profeta Elías había realizado muchos milagros, siendo usado por Dios para confrontar al rey Acab y a cientos de falsos profetas de dioses paganos. Pero como su tiempo de servicio estaba llegando a su fin, dedicó mucho tiempo a preparar a su sucesor, Eliseo. Cuando Dios llevó a Elías al Cielo, Eliseo estaba listo para asumir las responsabilidades de profeta. «Alzó luego el manto de Elías que se le había caído, y volvió, y se paró a la orilla del Jordán» [2 Reyes 2:13 RVR].

Jesucristo es el mayor ejemplo de un líder con un claro «plan de sucesión». Después de Su resurrección, pasó 40 días adicionales con los discípulos que había estado preparando durante tres años, las 24 horas del día. Luego, antes de ascender al Cielo, Jesús encomendó su obra a sus seguidores más cercanos: «Por lo tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Enseñen a los nuevos discípulos a obedecer todos los mandatos que les he dado. Y tengan por seguro esto: que estoy con ustedes siempre, hasta el fin de los tiempos» [Mateo 28:19-20].

El trabajo que haces todos los días también es importante y, seguramente, estás decidido a hacerlo con la mayor diligencia posible. Pero llegará el día en que ya no estés para realizar el trabajo. ¿Quién te sucederá?

Por Robert J. Tamasy – MANÁ DEL LUNES es una edición semanal de CBMC INTERNATIONAL

 

Comentarios