Monumentos para No Olvidar

El 30 de mayo, en los Estados Unidos, se celebra el Día de los Caídos, un día para recordar el sacrificio de miles de hombres y mujeres que murieron mientras servían en el ejército. Se originó en los días posteriores a la Guerra Civil de los Estados Unidos. Si bien no celebra la guerra, la festividad anual conmemora a quienes han perdido la vida y reconoce el gran precio que pagaron en nombre de la libertad, desde hace casi 250 años.

Hay muchos tipos diferentes de memoriales. Existen edificios, calles, bibliotecas, parques e incluso alas de hospitales que llevan el nombre de personas que han hecho contribuciones invaluables a sus comunidades y a la sociedad. Algunas empresas siguen llevando los nombres de sus fundadores ya fallecidos. Las lápidas también representan pequeños monumentos a los seres queridos cuyas vidas habían llegado a su fin.

Recuerdo haber escuchado a un orador hablar sobre cómo se ponían placas de identificación en obras de arte, bancos e incluso en algunas iglesias, para recordar a miembros importantes que han muerto.

Los memoriales tienen muchos propósitos. Conservan los recuerdos de las personas para las generaciones futuras. Sirven como gestos finales de aprecio por los líderes importantes, así como expresiones de amor por los queridos miembros de la familia. Y nos permiten mantener vínculos con nuestro patrimonio y momentos significativos de nuestra historia.

En la Biblia encontramos muchas exhortaciones a recordar, a nunca olvidar lo que Dios ha hecho por nosotros en el pasado. En un libro del Nuevo Testamento, declara: «¡Es algo aterrador caer en manos del Dios vivo! Acuérdense de los primeros tiempos, cuando recién aprendían acerca de Cristo. Recuerden cómo permanecieron fieles aunque tuvieron que soportar terrible sufrimiento. Algunas veces los ponían en ridículo públicamente y los golpeaban, otras veces ustedes ayudaban a los que pasaban por lo mismo. Sufrieron junto con los que fueron metidos en la cárcel y, cuando a ustedes les quitaron todos sus bienes, lo aceptaron con alegría. Sabían que en el futuro les esperaban cosas mejores, que durarán para siempre. Por lo tanto, no desechen la firme confianza que tienen en el Señor. ¡Tengan presente la gran recompensa que les traerá!» [Hebreos 10:31-35 NTV].

Este pasaje aborda una tendencia muy común que tenemos la mayoría de nosotros: olvidar las cosas que sucedieron en el pasado mientras enfrentamos las luchas en el presente. Para aquellos que siguen a Jesucristo, a menudo es importante recordar lo que Él ha hecho para estar seguros de lo que Él puede hacer y lo que hará en el futuro.

Encontramos una serie de referencias a memoriales en el Antiguo Testamento. No mucho después de que los israelitas fueran liberados de siglos de esclavitud a los egipcios, Dios instituyó la observancia de la Pascua, declarando: «Este será un día para recordar. Cada año, de generación en generación, deberán celebrarlo como un festival especial al Señor. Esta es una ley para siempre». [Éxodo 12:14 NTV].

Quizás el «memorial» más famoso en las Escrituras ocurrió cuando Jesús, justo antes de Su traición, juicio y crucifixión, estaba celebrando la Pascua con Sus discípulos. Después de partir los panes sin levadura y repartir los pedazos a cada uno, les dijo: «Esto es mi cuerpo, el cual es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria de mí» [Lucas 22:19 NTV]. Hasta el día de hoy, los seguidores de Cristo de todo el mundo observan la sagrada comunión como memorial de Su muerte sacrificial por nuestros pecados.

Tal vez haríamos bien, a medida que avanzamos en nuestras carreras y nuestras vidas en general, en establecer nuestros propios memoriales para recordarnos personas importantes, eventos y —sobre todo— lo que Dios ha hecho por nosotros.

Por Robert J. Tamasy - MANÁ DEL LUNES es una edición semanal de CBMC INTERNATIONAL

 

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