Navidad, la Celebración que No se Puede Cancelar


¡Qué año ha sido! Los informes de noticias sobre el coronavirus y la COVID-19 han sido implacables y el impacto global de la pandemia no ha desaparecido. Ha empeorado tanto que algunos de los principales líderes nacionales han advertido la necesidad de «cancelar la Navidad». Todo en nombre de «detener la propagación». Las interrupciones en las cadenas de suministro para el transporte de mercancías de una región o nación a otra han creado grandes preocupaciones sobre los productos que se buscan para obsequios y es posible que las celebraciones navideñas no estén disponibles.

Me recuerda el libro clásico del Dr. Seuss, El Grinch que robó la Navidad. La pregunta es: ¿Se puede realmente cancelar la Navidad? ¿Alguien puede «robar» la Navidad independientemente de sus motivaciones o intenciones? La respuesta, creo, es que todo depende de a qué Navidad nos refiramos.

Si es la Navidad que los minoristas anticipan durante todo el año, la que determina en gran medida si las empresas terminan el año calendario «en números negros» o «en números rojos», entonces quizás sea así. Porque si los productos no están en los estantes de las tiendas o incluso disponibles a través de sitios minoristas en línea, eso seguramente afectará los ingresos y el balance fiscal. Sin embargo, si nos referimos a la verdadera Navidad, como se describe en la Biblia, ningún líder gubernamental o cadena de suministro minorista podría interrumpir o eliminar esa celebración especial.

En el evangelio de Lucas, encontramos una descripción del nacimiento de Jesucristo, el Hijo de Dios, que cuenta cómo su madre terrenal, María, y su esposo José, fueron de Nazaret a Belén, donde siglos antes los profetas habían dicho que el Mesías nacería. Cuenta cómo los ángeles anunciaron el nacimiento santo y único a una audiencia muy peculiar: humildes pastores, los primeros testigos oculares del Niño Jesús [ver Lucas 2:1-40].

Encontramos un relato similar en el evangelio de Mateo, quien nos habla del que se conoce como Emanuel, nombre que significa «Dios con nosotros». En este relato encontramos un grupo de hombres sabios del oriente, que viajaron desde lejanas distancias para ver el cumplimiento de una antigua profecía, y un malvado rey Herodes que temía que este niño algún día lo destituyera de su trono.

Pero las palabras más convincentes sobre la encarnación de Jesucristo se encuentran en el capítulo inicial del evangelio de Juan: «En el principio la Palabra ya existía. La Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. El que es la Palabra existía en el principio con Dios. Dios creó todas las cosas por medio de él, y nada fue creado sin él. La Palabra le dio vida a todo lo creado, y su vida trajo luz a todos. La luz brilla en la oscuridad, y la oscuridad jamás podrá apagarla» [Juan 1:1-5 NTV].

Esta declaración sigue siendo tan cierta hoy como entonces. Durante esta temporada navideña, a menudo escuchamos a personas, desde predicadores hasta comentaristas de noticias, políticos y celebridades del entretenimiento, rumiando y dando todo tipo de opiniones sobre «el verdadero significado de la Navidad». Sin embargo, si creemos en los relatos de la Biblia, el verdadero significado de la Navidad no es una cuestión de elección o preferencia. Es simple pero profundo: Dios se hace hombre, tomando carne humana para superar el único problema que no tiene cura humana: el problema del pecado.

Como dice en Juan 1:14, «Entonces la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros. Estaba lleno de amor inagotable y fidelidad. Y hemos visto su gloria, la gloria del único Hijo del Padre» [NTV]. El resultado fue el mayor regalo de todos: «Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios» [Juan 1:12 RVR].

Robert J. Tamasy - MANÁ DEL LUNES es una edición semanal de CBMC INTERNATIONAL

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