Debemos Hacer el Trabajo, Aunque Otros Puedan Ayudar

Hay una verdad universal sobre el trabajo: «Alguien debe hacerlo». Y si es un trabajo que solo nos corresponde a nosotros, y decidimos no hacerlo, definitivamente nadie lo hará por nosotros.

Tim Kight, consultor empresarial y formador, ofrece esta sabia observación: «Los médicos no te hacen estar sano. Los nutriólogos no te hacen delgado. Los profesores no te hacen inteligente. Los entrenadores no te hacen estar en forma. Ayudan, pero tú debes asumir la responsabilidad y hacer el trabajo».

Suena a mero sentido común, pero con demasiada frecuencia «no hacemos el trabajo», como dice Kight, y nos preguntamos por qué el éxito esperado se convierte en fracaso. Lo he visto en mi propia vida, con una novela que aún no he escrito y mi deseo de mejorar mis habilidades para tocar la batería como hobby.   pero hasta que le dedique el tiempo y realmente haga el trabajo, esas actividades siempre permanecerán en la categoría de las ilusiones.

Escoge a la persona que más admiras, ya sea un líder empresarial o profesional, un intérprete, un orador, un atleta o incluso un modelo espiritual. Quienquiera que sea esa persona, se le conoce por sus habilidades y logros. Es posible que haya comenzado con algunas metas y objetivos medibles y cuantificables, además de algunas aspiraciones interesantes. Pero no llegó a donde está simplemente por haberlo deseado y esperado. Hizo el trabajo necesario para lo que pretendió lograr.

En la Biblia descubrimos que una relación verdadera y eterna con Dios es por Su gracia, a través de la fe. Pero las Escrituras no descartan la importancia de trabajar. No ganamos el favor de Dios por nuestro trabajo, pero nuestro trabajo sirve como evidencia externa de lo que Él ha hecho en nuestras vidas internamente por Su Espíritu. Estas son algunas de las verdades que encontramos en la Palabra de Dios:

1. La fe y las obras están necesariamente entrelazadas. ¿Te imaginas a alguien que afirmara tener un trabajo importante, pero que nunca se haya presentado a trabajar ni haya cumplido con ninguna de sus responsabilidades? La prueba de que realmente tenemos el trabajo, cualquier trabajo, es que realmente lo realicemos. «Amados hermanos, ¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe si no lo demuestra con sus acciones? ¿Puede esa clase de fe salvar a alguien? Supónganse que ven a un hermano o una hermana que no tiene qué comer ni con qué vestirse y uno de ustedes le dice: "Adiós, que tengas un buen día; abrígate mucho y aliméntate bien", pero no le da ni alimento ni ropa. ¿Para qué le sirve? Como pueden ver, la fe por sí sola no es suficiente. A menos que produzca buenas acciones, está muerta y es inútil. Ahora bien, alguien podría argumentar: "Algunas personas tienen fe; otras, buenas acciones". Pero yo les digo: "¿Cómo me mostrarás tu fe si no haces buenas acciones? Yo les mostraré mi fe con mis buenas acciones"» [Santiago 2:14-18].

2. Para producir los resultados deseados, planifica tu trabajo y trabaja de acuerdo al plan. ¿Quieres conocer un «fracaso exitoso»? Esa es la descripción de una persona que siempre le dice a la gente lo que quiere hacer, pero nunca lo hace. «En toda labor hay fruto; mas las vanas palabras de los labios empobrecen» [Proverbios 14:23 RVR]. «Los planes bien pensados: ¡pura ganancia! Los planes apresurados: ¡puro fracaso!» [Proverbios 21:5 NVI].

3. El asesoramiento es tan bueno como nuestra voluntad de implementarlo. Como se señaló anteriormente, los médicos, nutricionistas, maestros y capacitadores nos pueden ofrecer una guía útil, pero no servirá de mucho si no estamos dispuestos no solo a escuchar lo que dicen, sino también a poner en práctica lo que aconsejan. «El que oye consejo y acepta que lo corrijan acabará siendo sabio» [Proverbios 19:20 TLA]. «El necio piensa que va por buen camino, pero el sabio presta atención al consejo» [Proverbios 12:15 RVC].

Por Robert J. Tamasy - MANÁ DEL LUNES es una edición semanal de CBMC INTERNATIONAL

 

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