El Poder Destructor de los Celos

Una definición del diccionario termino celos es: «Envidia del bien ajeno, o recelo de que el propio o pretendido llegue a ser alcanzado por otra persona». ¿Has experimentado esto?

La envidia es prima cercana de los celos, que es definida como: «Tristeza o pesar del bien ajeno. Emulación, deseo de algo que no se posee». ¿Puedes percibir algún beneficio al ser celoso o por tener envidia de otra persona? Sería difícil encontrar alguno, pero estos sentimientos y actitudes son comunes en el mercado.

Hace algunos años, luché contra los celos. Mientras veía florecer la organización de otros, sentí envidia de su rápido éxito. Aunque traté de ignorarlos, preguntas como: «¿Por qué a su organización le está yendo mejor que a la mía?». O: «¿Qué tiene él que ofrecer que yo no tenga?», surgiría en mi mente.

Me di cuenta de que tal pensamiento es improductivo, y si no se controla puede tornarse destructivo. Entonces, después de un examen de conciencia y una oración, le pedí a Dios que me perdonara. Esto se debió en parte a que, consciente o inconscientemente, me sentía resentido con el Señor por no darme las mismas medidas de éxito y alcances. Mis oraciones de arrepentimiento también me impulsaron a pedirle perdón a mi compañero.

¿El resultado? Sentí como si me hubieran quitado un gran peso de encima y me hubiera liberado para disfrutar de mi propio nivel de éxito sin compararlo con el de mi colega o con el de cualquier otra persona. Me permitió concentrarme en la amonestación del libro de Eclesiastés: «Todo lo que hagas, hazlo bien, pues cuando vayas a la tumba no habrá trabajo ni proyectos ni conocimiento ni sabiduría» [9:10], y hacerlo sin mirar por encima de mi hombro para ver cómo lo estaba haciendo cualquier otra persona.

Con la franqueza que habla la Biblia, encontramos muchos ejemplos de celos en sus páginas; personas que se vuelven resentidas hacia un hermano, amigo o rival que parecía ser más valorado o bendecido que ellos. En Génesis, por ejemplo, leemos que los hermanos de José se pusieron celosos del favoritismo de su padre hacia él, por eso lo vendieron como esclavo.

Los israelitas lucharon con esto de una manera importante. En Números 11 leemos acerca de Josué, el ayudante de Moisés, que escuchó y se quejó de que otros líderes profetizaban repentinamente como solo Moisés lo había hecho anteriormente. Encontramos la respuesta del líder israelita: «Pero Moisés le respondió: "¿Estás celoso por mí? ¡Cómo quisiera que todo el pueblo del Señor profetizara, y que el Señor pusiera su Espíritu en todos ellos!"» [Números 11:29 NVI].

El apóstol Pablo rápidamente desactivó un tema de celos y peleas en la antigua iglesia de Corinto al poner las cosas en la perspectiva correcta: «Cuando uno de ustedes dice: "Yo soy seguidor de Pablo" y otro dice: "Yo sigo a Apolos", ¿no actúan igual que la gente del mundo?  Después de todo, ¿quién es Apolos?, ¿quién es Pablo? Nosotros solo somos siervos de Dios mediante los cuales ustedes creyeron la Buena Noticia. Cada uno de nosotros hizo el trabajo que el Señor nos encargó. Yo planté la semilla en sus corazones, y Apolos la regó, pero fue Dios quien la hizo crecer. No importa quién planta o quién riega; lo importante es que Dios hace crecer la semilla. El que planta y el que riega trabajan en conjunto con el mismo propósito. Y cada uno será recompensado por su propio arduo trabajo. Pues ambos somos trabajadores de Dios; y ustedes son el campo de cultivo de Dios, son el edificio de Dios» [1 Corintios 3:4-9 NTV].

Tanto Moisés como Pablo sabían que los celos eran infructuosos. Es el trabajo de Dios solo determinar qué talentos y oportunidades debe recibir cada persona. Nuestro trabajo es enfocarnos en cómo usamos lo que se nos ha dado. Si somos fieles a eso, en lugar de comparar nuestro éxito con el de los demás, tendremos la paz y el gozo que el Señor desea que experimentemos en nuestras responsabilidades laborales diarias.

Por Rick Boxx - MANÁ DEL LUNES es una edición semanal de CBMC INTERNATIONAL

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