«¿Por Qué Hago lo que Hago?» Una Pregunta que Todos Deben Hacer

«Te ves bastante bien», me dijo el entrenador de atletismo de mi escuela secundaria. «Si no corrieras tanto tiempo en el mismo lugar». Esta era su forma de decir que yo no era un corredor muy rápido. Mi estilo de correr era como el del hombre sentado en una mecedora: había mucha actividad, pero no mucho progreso.

De alguna manera, esto podría ser una metáfora de nuestra vida personal y profesional. Puede que estemos siempre en movimiento, muy ocupados, pero ¿qué hemos logrado? Si llegamos a la conclusión honesta de que hemos logrado muy poco, ¿por qué seguimos haciendo lo que hacemos? Podríamos lucir bien, pero mostramos pocos avances.

Muchos de nosotros, de manera idealista, comenzamos haciendo algo que sentimos que dará sentido a nuestras vidas, pero a veces nos desilusionamos. Siendo un piloto veterano en la Marina de los EE. UU., observé que personas bien intencionadas que comenzaron sus carreras en el ejército experimentaron esto. Especialmente si pasaban tiempo en el campo de batalla. Las realidades de la guerra pueden llevar a la desilusión, y la pérdida de propósito resultante puede incluso contribuir a lo que se conoce como PTSD (trastorno de estrés postraumático).

Esta misma desilusión también la pueden sufrir quienes se dedican a otras actividades importantes, como la política y el empresariado. Trabajamos duro, esforzándonos por marcar la diferencia en el mundo que nos rodea, pero ¿qué sucede cuando nos vemos bien y luego descubrimos que hemos estado corriendo demasiado tiempo en el mismo lugar?

Todos queremos que nuestra vida cuente para algo, y todos deseamos vivir una vida con sentido. A menudo pienso en lo que el científico francés Blaise Pascal llamó el «vacío en forma de Dios» que existe en el corazón de cada hombre, un vacío que solo el Señor puede llenar. El autor y orador John Maxwell habla de otro «vacío»: un vacío de tamaño natural dentro del corazón que solo una misión de vida claramente definida puede llenar.

Durante los últimos años he estudiado la vida del rey Salomón, quien ha sido conocido como el hombre más sabio que jamás haya existido. Hijo de David y tercer rey de Israel, reinó durante el siglo X a. C. Gobernando durante la edad de oro de Israel. Sus logros fueron absolutamente asombrosos. Sin embargo, a pesar de todo lo que logró, el resumen de Salomón, expresado cerca del final de su vida y registrado en numerosas ocasiones en su Libro de Eclesiastés, fue: «todo es vanidad». En otra traducción dice: «nada tiene sentido».

Al examinar la vida de Salomón y todo lo que logró, no puedo evitar preguntar: «¿Cómo puede alguien que comenzó tan bien e hizo tanto, llegar al final de su vida y concluir que todas las cosas que hizo no tenían sentido?». La conclusión de Salomón de que «…a decir verdad, nada tiene sentido, es como perseguir el viento» [Eclesiastés 1:14 NTV] se refiere a las obras hechas «debajo del sol». Básicamente, eso incluye todo lo que se hace en el mundo. Si no se puede encontrar un propósito significativo en la vida «debajo del sol», eso sugiere que debemos buscar significado en otra parte. Hace años, después de llegar a una conclusión similar sobre mi vida, me di cuenta de que debemos mirar hacia los cielos. Si queremos encontrar un verdadero significado y propósito en la vida, debemos mirar a Dios mismo.

Mi viejo amigo y mentor, Joe Coggeshall, me desafió durante muchos años a escribir una «declaración de propósito de vida». «Las empresas exitosas tienen un propósito o una declaración de misión», decía Joe, «entonces, ¿por qué no lo haces tú?». Finalmente tomé en serio su desafío y descubrí que el propósito de mi vida puesto por escrito se ha convertido en una brújula que me permite abandonar lo bueno en aras de buscar lo mejor.

Entonces, ¿cuál es tu propósito y por qué hace lo que haces? ¿Tienes una declaración de propósito o misión para tu vida? ¿Si no, por qué no?

Por William 'Fritz" Klumpp - MANÁ DEL LUNES es una edición semanal de CBMC INTERNATIONAL

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