¿Es Verdad que el Dinero Puede Comprar Felicidad?
Recientemente escuché de una persona que
se ganó la fenomenal cantidad de mil millones de dólares en una lotería, y me
pregunté: «Hasta cuándo será feliz esa persona?». ¿La abrumadora realidad de
cómo manejar su nueva vida le dará felicidad o le impondrá un gran peso de
responsabilidad y un cambio profundo?
Generalmente, las personas que tienen
recursos económicos limitados piensan que el dinero puede traer felicidad. Sin
embargo, muchas personas han descubierto que tener mucho dinero puede hacer que
algunas partes de sus vidas sean más fáciles, pero la experiencia de una mayor
felicidad no siempre viene con un mayor saldo bancario.
Las investigaciones han demostrado que
una vez que se cubren las necesidades básicas de la vida, existe un nivel
financiero óptimo donde la felicidad alcanza su punto máximo. Por debajo de ese
nivel ideal de recursos monetarios, tener un poco más aliviaría el estrés y
proporcionaría un poco más de satisfacción. Tener ingresos por encima de esa
cantidad, sin embargo, no garantizan una mayor felicidad. De hecho, a menudo tienen
un efecto contrario.
Comprar y poseer cosas, como más ropa,
casas más grandes o una colección de automóviles de lujo, no trae felicidad,
según se ha demostrado en diversos estudios. De hecho, pueden aumentar el
estrés de una persona: responsabilidad no deseada, costos de mantenimiento,
incluso preocupaciones por perderlos o tener que protegerlos de daños. En
muchos casos, podemos decir que «menos es más». El escritor del Antiguo
Testamento lo dijo bien: «Cuanto más tengas, más se te acercará la gente para
ayudarte a gastarlo. Por lo tanto, ¿de qué sirven las riquezas? ¡Quizás solo
para ver cómo se escapan de las manos!» [Eclesiastés 5:11 NTV].
Lo que se puede comprar con dinero es la
capacidad de elegir. Nos permite identificar lo que realmente nos trae felicidad,
junto con la esperanza de obtenerla realmente. Para muchas personas, entre los
mejores usos del dinero se encuentran los viajes y las experiencias
compartidas. Tomar unas vacaciones, planificar un viaje y alejarnos de la
rutina diaria puede tener efectos muy positivos en nuestro estado de ánimo.
Además, tener la oportunidad de pasar tiempo con las personas que más amamos,
haciendo cosas que hacen recuerdos que duran toda la vida, puede traer mucha
felicidad.
El dinero también puede «comprar» tiempo:
pagarle a la gente para que haga tareas que toman mucho tiempo y que no
disfrutamos o que no hacemos bien puede traer felicidad, liberándonos de tener
que realizar esas responsabilidades. Por ejemplo, tener a alguien que corte el
césped o contratar un servicio de jardinería puede ganar tiempo y, por lo
tanto, aumentar la felicidad al permitir que las personas dediquen sus horas a
hacer las cosas que más disfrutan. Sería prudente gastar nuestro dinero para
ganar tiempo: tiempo con amigos, tiempo para disfrutar de los pasatiempos y
tiempo para hacer todas las cosas que realmente queremos hacer.
En uno de sus sermones, Jesucristo advirtió: «No almacenes tesoros
aquí en la tierra, donde las polillas se los comen y el óxido los destruye, y
donde los ladrones entran y roban. Almacena tus tesoros en el cielo, donde las
polillas y el óxido no pueden destruir, y los ladrones no entran a robar. Donde
esté tu tesoro, allí estarán también los deseos de tu corazón» [Mateo
6:19-21 NTV].
Al escribirle a su protegido, Timoteo,
el apóstol Pablo también señaló otra fuente de riqueza que no se puede medir
con una cuenta bancaria o una cartera de inversiones: «A los ricos de este
siglo mándales que no sean altivos, ni pongan su esperanza en las riquezas, las
cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en
abundancia para que las disfrutemos. Mándales que hagan el bien, y que sean
ricos en buenas obras, dadivosos y generosos; que atesoren para sí mismos un
buen fundamento para el futuro, que se aferren a la vida eterna» [1 Timoteo
6:17-19 RVC]. Hay mucha sabiduría en esta declaración.
Por
Jim Mathis - MANÁ DEL LUNES es una edición semanal de CBMC INTERNATIONAL
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