Aprendiendo a Domar al Perro Llamado "Ego"
Se cuenta la historia que una noche en
la que el compositor de ópera Giuseppe Verdi realizó un recital de piano en La
Scala de Milán, Italia. Cuando terminó su pieza final del programa, el público
que lo adoraba pidió que tocara algo más. Regocijándose con los aplausos, Verdi
eligió interpretar una composición ruidosa, que sabía que deleitaría a la
audiencia, aunque, en un sentido artístico, no era la mejor pieza.
Cuando Verdi terminó, la multitud se
puso de pie, dándole otra rotunda ovación. Se deleitó con los aplausos hasta
que vislumbró a su mentor de toda la vida sentado en el balcón. El mentor sabía
exactamente lo que había hecho Verdi; ni se paró ni aplaudió. Verdi vio una
expresión de angustia en el rostro de su mentor de profunda decepción, como si
dijera: «Verdi, Verdi, ¿Cómo pudiste hacer eso?».
Cuando contó esta historia, mi difunto
amigo Robert D. Foster lo llamó el «virus Verdi», una necesidad de control y de
recibir aprobación. El filósofo alemán Friedrich Nietzsche lo describió así:
«Siempre que subo, me sigue un perro llamado Ego. El ego se hincha cuando
recibe una lluvia de elogios. Anhela poder y éxito. Y nunca está satisfecho con
la cantidad de estas cosas que obtiene».
El mundo empresarial y profesional
alimenta este deseo, con su mensaje continuo de que somos tan buenos como
nuestros últimos éxitos. Aunque es tan común, esta necesidad de ser aclamada
por los demás puede ser tóxica. Al igual que con Verdi, podría hacernos
comprometernos, hacer cosas que sabemos que generarán la respuesta deseada,
incluso si no son las mejores, o las correctas, por hacer. La Biblia, que
describe la condición humana con total honestidad, da muchos ejemplos de esto.
1. Jesucristo habló sobre esto, a menudo
confrontando a los líderes religiosos por pretender ser lo que no eran. Un ejemplo clásico se relata en el evangelio de Mateo: «¡Ay de
ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que son como sepulcros
blanqueados. Por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos
de muertos y de podredumbre. Así también ustedes, por fuera dan la impresión de
ser justos, pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad» [Mateo
23:27-28 NVI].
2. Es lo que está adentro, no afuera, lo que importa. Al seleccionar un nuevo rey para Israel, Dios no estaba buscando a
alguien que «luciera adecuado», sino a alguien que pasara la «prueba del
corazón». Eligió a David, alguien llamado más tarde como: «un hombre
conforme al corazón de Dios» [ver Hechos 13:22]. Pues «… El Señor
no ve las cosas de la manera en que tú las ves. La gente juzga por las
apariencias, pero el Señor mira el corazón» [1 Samuel 16:7 NTV].
3. La adulación prueba nuestro carácter.
¿Cómo respondemos cuando recibimos elogios? ¿Nos empapamos de ellos y buscamos
más, o respondemos con humilde gratitud? «Con el fuego se descubre qué clase
de metal tenemos; con los elogios se descubre qué clase de persona somos»
[Proverbios 27:21 TLA].
4. Poner a los demás primero reduce la
necesidad de elogios. El implacable deseo de alabanza pone
nuestro enfoque en nosotros mismos. Sin embargo, cuando nos enfocamos en los
demás, nuestro ego requiere menos atención. En un mundo que dice: «¡Todo se
trata de mí!», se requiere una decisión consciente para redirigir nuestro
pensamiento. «No sean egoístas; no traten de impresionar a nadie. Sean
humildes, es decir, considerando a los demás como mejores que ustedes. No se
ocupen solo de sus propios intereses, sino también procuren interesarse en los
demás» [Filipenses 2:3-4 NTV].
Robert J. Tamasy - MANÁ DEL
LUNES es una edición semanal de CBMC INTERNATIONAL
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