El amor de Dios por los niños
¿CUÁL ES EL VALOR de un niño? Para cualquier persona de conciencia moral, la respuesta es: valor infinito; invaluable. Una civilización que no valora a los niños fracasará, colapsará y perecerá. Un niño tiene infinitas posibilidades en su futuro. Cuando uno mira a un bebé indefenso, naturalmente se pregunta: ¿qué va a lograr este niño en su vida?
Es por eso que el horror del
Holocausto se agrava hasta un grado inimaginable, cuando consideramos el
terrible hecho, de que los nazis asesinaron sistemáticamente a 1.5 millones de
niños simplemente porque eran judíos. Las manos ensangrentadas del
Tercer Reich borraron un universo de posibilidades en esos infantes.
La vulnerabilidad de los niños,
siempre provocará que las personas con convicciones profundas actúen, para
reprimir y erradicar el sufrimiento; salvar vidas; devolver la esperanza a las
familias; traer salud a las sociedades; y defender la inocencia.
Es por eso que en Puentes para la Paz
tenemos un programa completo llamado ‘Alimenta a un Niño’, dedicado a la
provisión y salud de los niños necesitados en Israel. Impactar las vidas
de los niños es sembrar en la próxima generación y como organización, estamos
haciendo precisamente eso con 350 niños israelíes, de familias atrapadas en un
ciclo de pobreza.
El propósito de este estudio, no es
sumergirnos en temas como: ‘la corrección de los hijos’; ‘los niños
rebeldes’; ‘la difícil realidad de la esterilidad’ o de ‘los padres que viven
la muerte de un hijo’; temas que son comunes en la Biblia (Génesis 11:30, 15:2,
29:31; Jueces 13:2-3; 1 Samuel 1:2 y Lucas 1:7).
El tema de interés aquí, es el amor
simple y complejo que tiene Dios por los niños; y lo que podemos aprender de la
relación de Dios con Israel y el hogar judío. Como padre, he tenido el
placer de criar dos hijos y un tercero en camino; los he visto pasar de gatear
y caminar, a correr; y los he visto transformarse de un bebé que balbucea, a un
pequeñito lleno de preguntas. Mis hijos como muchos otros, son adaptables
y se reponen de sus faltas con facilidad. Los niños generalmente
aprenden rápido, absorbiendo información como esponjas.
Me sorprendió la rapidez con la que
mis propios hijos podían mostrar afecto, independencia; tratar de manipular una
situación; demostrar enojo o frustración; y comenzar a cultivar el amor a
Dios. Ver crecer la vida en el útero, luego experimentar el nacimiento y
la transformación durante el crecimiento a lo largo de los años; es más que una
simple biología o un desarrollo humano natural, es milagroso, misterioso y
sobrenatural.
¿QUÉ DICE DIOS A
ESTE RESPECTO?
¿Cuál es el valor de un niño? Yo
diría que tienen un valor absoluto, sin medida. Desde su concepción
en adelante; porque fuimos creados a la imagen de Dios (Génesis
1:27). Pero, ¿cómo respondería Dios a esta pregunta? Examinemos varias
Escrituras clave.
Después de la creación del hombre y
la mujer, Dios les ordena ser “fructíferos y multiplicarse” (Génesis 1:28). Los
niños son la solución dada por Dios para la expansión y la salud de la raza
humana. Los niños evocan efectivamente la imagen de un fruto abundante en un
árbol sano. El Salmo 127:3 declara que “los hijos son herencia”; mientras que
el Salmo 139:13-14 describe al niño como “formado y cubierto en el vientre de
la madre” y “maravillosamente hecho”.
El libro de Proverbios describe las
generaciones de niños como “la corona de los ancianos” (17:6); enseña que “un
niño es conocido por sus obras” (20:11) y nos encomienda la “educación de
éstos” (22:6).
El lenguaje íntimo de Dios formando
al niño en el útero —una creación maravillosa— destaca de la importancia de
cuidar y enseñar a los niños, en lugar de ser negligentes con un descuido de
los padres; refleja el amor obvio e infinito que Dios tiene por estos
pequeños. Los cristianos vemos que Juan llama a los creyentes en Jesús (Yeshúa)
“hijos de Dios” (1 Juan 3:2). Que compara al individuo que posee fe
con un niño inocente y vulnerable, ante Dios como Padre.
Ser descrito como un “hijo de Dios”,
coloca este pasaje inmediatamente en un contexto familiar, de adopción e
intimidad (Ga 3). También vemos el famoso pasaje donde Jesús impone Sus
manos sobre los niños y los bendice (Mt 19:13-15), con lo que muchos eruditos
creen que es la Bendición Aarónica (Nm 6:24-26). Finalmente, vemos una
advertencia dada por Jesús contra aquellos que harían pecar “a uno de estos
pequeños que creen en mí” (Mateo 18:6), que sería mejor para el
perpetrador del daño, tener una piedra de molino atada a su cuello y ahogarse
dentro del mar; y del juicio airado de Dios que le espera. El amor de Dios
por los niños es inmenso y realmente no puede medirse o tenerse idea de él,
separándolo del autor de este amor.
ISRAEL COMO HIJOS
DE DIOS
En el Tanaj (AT) la
nación de Israel es comparada con hijos. El título de “los hijos de
Israel” aparece 577 veces en el Tanaj, y otras 14 veces en los
escritos de los Apóstoles (NT), para un total de 591 veces en toda la Biblia.
La mera cantidad deja en claro que Dios como Padre, ve a Israel como Sus hijos.
Vemos en las Escrituras el deseo de
Dios como el de un buen padre, de: proteger, instruir y enseñar a Sus hijos.
Brindarles seguridad en la ‘Tierra que Él les prometió’. Cuidándolos como su
Pastor. Es por eso que Dios mismo como Padre sostiene Su Palabra. Sabemos
entonces que un niño debe ser entrenado, conocido por sus hechos, responsabilizado,
corregido, instruido, etc. Y vemos también la verdad de que Israel desobedeció,
se rebeló y abrazó cosas de naturaleza ajena a su Padre; como ídolos.
Es por eso que Dios trajo a ellos
corrección y disciplina, pero no al punto de que los echaría y rechazaría
permanentemente, como hijos suyos. No. ¿Qué padre haría tal cosa? Él sigue
siendo el Dios de Israel y es fiel a su pacto (Génesis 17:7, Romanos
11:29). Tanto el lenguaje del tierno amor por Israel, como el mensaje del
amor duro y firme, se encuentran con frecuencia en las Escrituras. Moisés
instruyó al pueblo a enseñar a sus hijos a temer al Señor (Dt 4:10) y a
escuchar Sus palabras, sabiendo muy bien, que la salud de la nación estaba
determinada por su cercanía a Dios.
Siglos más tarde, cuando la nación se
había apartado del Señor y se acercaba el juicio; el profeta Joel entonces le
recordó a la gente que, transmitiera las instrucciones a sus hijos del por qué
se acercaba el juicio y viniera el pueblo de regreso a Dios (1:3) en
arrepentimiento. En las conmovedoras palabras de Moisés a Israel en
Deuteronomio 32; la nación es comparada con la nidada del águila, donde la
madre agita el nido y se cierne sobre sus crías; para luego llevarlas sobre sus
alas y enseñarles a volar. Así como Jesús (Yeshúa), llora por la futura
destrucción de Jerusalén y compara a los habitantes de la ciudad con “niños”; y
expresa su deseo de reunirlos “como la gallina junta sus polluelos debajo de
sus alas” (Mateo 23:37).
Estos pasajes provienen de un corazón
de amor, que complementan la imagen entre padres e hijos; y que se encuentran
en las Escrituras, sobre la relación del Padre; de Dios con Israel y Su pacto
eterno (Sal 105:8-11).
En su libro: ‘Nuestro Padre Abraham:
Raíces Judías de la Fe Cristiana’ (Our Father Abraham: Jewish Roots of the
Christian Faith); el autor Marvin R. Wilson escribe: «Los niños son un
regalo de Dios y una expresión de Su bendición». Continúa diciendo: «Los
sociólogos y consejeros familiares han hecho del hogar judío un objeto de
estudio y emulación durante mucho tiempo… Ninguna familia, judía o cristiana,
es inmune al estrés… Pero durante los cientos de años que se remontan a los
tiempos bíblicos, el hogar judío ha permanecido como un bastión de fuerza».
El hogar judío ha sido fundamental
para la comunidad judía, especialmente en la Diáspora (la población judía fuera
de Israel), manteniendo así vivo al pueblo judío; resistiendo la asimilación y
protegiéndolo de la eventualidad de desvanecerse en el olvido, durante los
últimos dos milenios. La razón de su supervivencia ha sido su fe; especialmente
modelada en el hogar. El grado de importancia de la familia nuclear se
encuentra en la declaración de Wilson: «Fundamental para toda teoría, sobre
el concepto bíblico de familia, es la enseñanza judía de que el hogar es más
importante que la sinagoga». La familia es donde comienza la fe, y el
papel de los padres en la vida del niño, no puede darse por sentado.
Es vital para la salud de la
comunidad. Los niños deben honrar a sus padres (Éxodo 20:12), lo que
conduce a la paz en el hogar; una estructura de unidad que honra a Dios y la
oportunidad de que la instrucción de los padres afecte, los asuntos de la vida
y la fe bíblica. Wilson concluye: «Aunque apenas está exento de
problemas, el hogar judío tiene buenas razones para sobrevivir. El hogar ha
tenido estabilidad y permanencia porque las tradiciones y los valores del
hogar, han traído auto-comprensión y dirección a sus miembros». Como
un efecto dominó, ha cimentado al pueblo judío y ha ayudado a su supervivencia.
Sin embargo, se trata de algo más que
simplemente sobrevivir. La fe en el Dios de la Biblia da propósito, significado
y valor al individuo y a la nación. Cuando uno mira el hogar judío y cómo
aprecian a los niños, la oportunidad para que todas las demás personas aprendan
y modelen tales verdades de comportamiento, es inmensa.
Tome la centralidad de la observancia
del Shabbat (el Día de Reposo), por ejemplo. En el libro
de Abraham Joshua Heschel, ‘El Día de Reposo-Shabbat; escribe:
«El significado del ‘Shabbat’ es
celebrar el tiempo, en lugar del espacio. Seis días a la semana vivimos bajo la
tiranía de las cosas del espacio; en el ‘Shabbat’ nos sintonizamos con la
santidad en el tiempo. Es un día en el que estamos llamados a compartir y
participar de lo eterno que existe en el tiempo; a pasar de los resultados de
la creación, al misterio de la creación; del mundo de la creación, a la
creación del mundo».
Inmersos en esta “santidad en el
tiempo”, están los hijos de una familia. En cuanto al día de reposo,
Wilson comenta: «Cuando el padre llega a casa después de orar en la
sinagoga, habitualmente bendice a sus hijos e hijas. Poniendo sus manos sobre
la cabeza de sus hijos, recita esta bendición para los varones: ‘Que Dios te
haga como Efraín y Manasés’. Por sus hijas ora: ‘Que Dios te haga como Sara,
Rebeca, Raquel y Lea’».
Después de esto viene la Bendición
Aarónica. Cada Shabbat, el padre de familia impone físicamente sus
manos sobre la cabeza de sus hijos y los bendice. Imagínense cómo
cambiarían nuestros países si los padres bendijeran a sus hijos semanalmente.
Incluso si solo el 25% de los padres diera esa bendición semanal, los efectos
positivos serían astronómicos. Qué magnífico reflejo de amor se derrama
sobre los niños cada semana, recordándoles que pertenecen a Dios y que tienen
identidad, valor y propósito en esta vida.
La realidad es que apenas he raspado
la superficie sobre el amor de Dios por los niños. Es inmensamente profundo e
infinitamente amplio. Ambas tradiciones religiosas, el judaísmo y el
cristianismo, han buscado preservar una vida hogareña saludable; edificar la
comunidad; criar hijos responsables; y demostrar el amor de Dios a los niños,
como padres piadosos. El enfoque fundamental común de la herencia compartida, proviene
del amor a la Biblia y de cómo vemos a Dios como Padre.
Aunque las personas que rechazan
estos valores, sin conocimiento verdadero de estar haciéndolo; están
erosionando nuestra cultura. La supervivencia de la fe bíblica se basa en gran
medida en comprender el amor de Dios por los niños; y proyectar ese amor en la
vida de la familia. Derramemos sobre nuestros hijos, la bendición y el
legado que Dios ha querido para ellos, siempre.
por: Rvdo. Peter
Fast, Director Nacional de Puentes para la Paz, Canadá
Traducido por Chuy
González – Voluntario en Puentes para la Paz
Revisado por
Fernanda Diep – Voluntaria en Puentes para la Paz
Bibliografía
Edersheim,
Alfred. Sketches of Jewish Social
Life. Hendrickson Publishers, Inc. Peabody,
Massachusetts, 1994.
Heschel, Abraham Joshua. Moral Grandeur and Spiritual Audacity:
Essays. Frarrar, Straus and Giroux, New York, USA. 1997.
Heschel, Abraham Joshua. The Sabbath: Its Meaning for Modern Man.
Farrar, Straus and Giroux, New York, USA. 2005.
Wilson, Marvin R. Our Father Abraham: Jewish Roots of the
Christian Faith. William B. Eerdmans Publishing Company, Grand Rapids Michigan, 1989.
Wouk, Herman. This is My God: The Jewish Way of Life.
Little, Brown and Company, Toronto, Canada, 1987.
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