Acciones, Consecuencias Y Perdón


Como empresarios y profesionales, ejecutivos y emprendedores, todos los días tratamos con empleados. Los contratamos, les damos descripciones de puestos y responsabilidades, y les compensamos por su tiempo y talento. Pero ¿Cuántos de ellos realmente conocemos?

Tenemos currículums para informarnos sobre antecedentes educativos y laborales. Podemos consultar sus referencias personales. Y una vez que son contratados, podemos observar su comportamiento: cómo manejan sus asignaciones, cómo interactúan con compañeros de trabajo y clientes, y con qué diligencia realizan su trabajo.

Sin embargo, incluso entonces no podemos estar seguros de que realmente los conocemos. Pueden parecer personas leales, pero solo en una crisis, bajo estrés o frente a fuertes tentaciones se manifiesta su verdadero carácter. ¿Qué hacemos cuando el empleado que parecía tan confiable traiciona nuestra confianza mintiendo, difundiendo rumores falsos, aprovechándose de otros, robando o incluso cometiendo fraude? Lamentablemente, esas formas de irregularidades ocurren.

Por supuesto, existen reglas corporativas o de la compañía que todos deben cumplir. Y en el caso de actividad ilegal, poco ética o inmoral, se deben hacer cumplir las leyes pertinentes. Pero existe una cuestión aún mayor de cómo debemos responder internamente, así como relacionalmente con el individuo sospechoso de cometer un delito.

Tal vez nuestra reacción inicial sea conmoción, decepción y luego enojo. Nos sentimos traicionados, victimizados por los engaños de la persona. Si somos seguidores de Jesucristo, debemos hacer la pregunta proverbial: "¿Qué haría Jesús?" Porque al leer la historia de Su ministerio terrenal en los evangelios, sabemos que Jesús a menudo respondió a situaciones de manera contraria a las expectativas estándar. Cuando nos sentimos llenos de ira, debemos considerar la amonestación bíblica: "No peques dejando que la ira te domine" (Efesios 4:26). O como dice otra traducción: "En tu ira no peques".

Cuando alguien ha violado claramente las reglas o leyes, es necesario tomar medidas disciplinarias o de castigo. Pero también es importante preguntarse si la redención es posible, si deberíamos tomar la iniciativa de extender el perdón. Vemos a Jesús enseñando sobre esto en Mateo 18: 21-22, cuando su seguidor Pedro preguntó: "Señor, ¿Cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces?" Jesús respondió: "No les digo eso hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete".

Podríamos responder: “Bueno, eso se aplica a las relaciones personales. Pero estamos hablando de negocios. Hay reglas, estándares y leyes que se deben respetar y hacer cumplir. ¡Si perdono a la persona ofensora, no habrá pasado nada y es posible que continúe perjudicando a personas o empresas!"

Eso es verdad. Las acciones incorrectas tienen consecuencias, ya sean profesionales, sociales, físicas o incluso espirituales. En la mayoría de los casos, el castigo debe ajustarse al delito. No podemos ni debemos proteger a los malhechores de las consecuencias de sus actos. Sin embargo, como cristianos que hemos recibido el perdón de otros y, lo que es más importante, de nuestro Padre celestial, estamos llamados a perdonar a los demás. Líneas antes del pasaje citado anteriormente, Jesús dijo: “Si tu hermano peca contra ti, ve y muéstrale su falta, solo entre ustedes dos. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano” (Mateo 18:15).

El que ha robado o destruido debe hacer una restitución y enfrentarse a las penas correspondientes, pero desde una perspectiva espiritual, sus errores aún pueden ser perdonados. Podemos guardar rencor o podemos perdonar. Elijo perdonar; es más saludable. Nos libera del estrés y la amargura, y podríamos ganarnos a nuestro hermano.

Por Luis Cervino -  MANÁ DEL LUNES es una edición semanal de CBMC INTERNATIONAL

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