Lo Que los «Expertos» No nos Dicen Sobre Estar Contento
Hace unas semanas, en la iglesia nos pidieron que escribiéramos una palabra que describiera nuestro estado emocional actual. Escribí: «contento». No es que esté siempre contento. Unas cuantas veces durante los últimos meses me he sentido inquieto, incluso ansioso, por todo lo que ha estado sucediendo. Muchos días puedo decir que estoy empezando a sentirme esperanzado u optimista, pero sentirme satisfecho es mi principal emoción.
Más tarde, busqué la palabra «contento» en
un diccionario de sinónimos y descubrí palabras como «satisfecho»,
«complacido», «tranquilo», «cómodo», «despreocupado» y «feliz». El
contentamiento parece servir como una puerta para experimentar la felicidad.
En estos días, industrias enteras parecen
dedicadas a sembrar el descontento. De hecho, gran parte de nuestra cultura
tiene ese enfoque. Constantemente se nos dice que nunca seremos felices sin el
juguete o la herramienta más nueva, el automóvil más brillante y rápido, una
casa más grande y lujosa. No nos sentiremos aceptados, nos dicen
constantemente, hasta que usemos el tipo correcto de desodorante, bajemos de
peso o nuestro equipo favorito gane el gran juego.
Los oradores motivacionales y los libros de autoayuda nos dicen: «si
vamos a la deriva, perdemos». Así que nos dirigimos a estar ocupados, sin
sentirnos nunca satisfechos. Siempre surge algo más para profundizar nuestros
sentimientos de descontento con lo que ya tenemos.
Pienso en el famoso magnate de los negocios
al que le preguntaron: «¿Cuánto es suficiente?». Su respuesta fue simple: «Solo
un poco más». Si siempre queremos más, nunca tendremos suficiente. Las palabras
«más» y «contento» son rivales acérrimos. La satisfacción proviene de ser
felices donde estamos y con lo que tenemos. Siempre quiero hacer un mejor
trabajo, sentirme más saludable y tener más seguridad financiera. Pero también
quiero ser más alegre, ser un mejor amigo y esposo, y pasar más tiempo
disfrutando de las bendiciones que ya tengo.
El contentamiento no es un destino. Es una
decisión, seguida de paz, alegría y gratitud. Adquirir más cosas no traerá más
felicidad; necesitamos apreciar lo que ya tenemos. Este es un tema central en
el «Sermón del monte» de Jesús. Habló de ser «pobre en espíritu», «ser
manso» (refiriéndose a los que tienen su fuerza bajo control), habló
también de «tener hambre y sed de justicia», de ser «misericordioso» y
ser «limpio de corazón» [ver Mateo 5:3-8] .
Estas cualidades son las que conducen al
contentamiento —enseñó Jesús—, no el adquirir cosas materiales. Jesús continuó
diciendo: «No almacenes tesoros aquí en la tierra, donde las polillas se los
comen y el óxido los destruye, y donde los ladrones entran y roban. Almacena
tus tesoros en el cielo, donde las polillas y el óxido no pueden destruir, y
los ladrones no entran a robar. Donde esté tu tesoro, allí estarán también los
deseos de tu corazón» [Mateo 6:19-21 NTV].
El rey Salomón dedicó gran parte del libro
de Eclesiastés a contar lo que había aprendido sobre el contentamiento, y el
apóstol Pablo escribió: «Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir
en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las
circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra
como a sufrir escasez» [Filipenses 4:12 NVI].
Una amiga que hizo su tesis doctoral sobre
agricultura de subsistencia en Centroamérica, estudiando a los más pobres de
los pobres. Pregunté si había alguna sorpresa. Inmediatamente comenzó a hablar
de lo felices que estaban todos. Estas personas, que apenas se ganaban la vida
en una pequeña parcela de tierra, estaban tan felices como podían. Escuché al cantante
de country Marty Stuart decir una vez: «Si tengo un billete de cien dólares en
el bolsillo y un Cadillac para conducir, estoy satisfecho». Y, ¿quién podría
querer más? Pero, la verdad… ¡ni siquiera necesito un Cadillac!
Jim
Mathis - MANÁ DEL LUNES es una edición semanal de CBMC INTERNATIONAL
Comentarios
Publicar un comentario