Graduación de la Escuela del Fracaso
Muy frecuentemente vemos «la gran historia de éxito» como descripción de algún destacado líder corporativo, ejecutivo comercial o emprendedor. Nos cuentan sus experiencias acerca de cómo lograron el éxito, poniéndose como ejemplos de la forma en que también nosotros pudiéramos experimentar altos niveles de logro si los imitamos. Pero ¿alguna vez has oído hablar de alguien descrito como «la historia del gran fracaso»?
En realidad, el éxito puede venir de muchas
formas, algunas incluso no son de nuestra propia creación. El trabajo duro, la
dedicación y la determinación pueden traer éxito, pero no para todos. A veces,
el éxito es producto de la pura suerte, de la buena fortuna —si cree en ellos—.
O por estar en el lugar correcto en el momento correcto. El tiempo, como dicen,
lo es todo. Algunas personas encuentran el éxito una vez y pasan el resto de
sus vidas tratando en vano de encontrarlo nuevamente.
Sin embargo, por el motivo que sea, cuando
fallamos es mucho más fácil identificar el motivo. Podemos señalar malas decisiones;
falta de voluntad para poner la energía y el esfuerzo necesarios; falta de
planificación adecuada; no perseverar el tiempo suficiente para alcanzar
nuestras metas; ignorancia o incluso nuestra necedad.
Debido a que los factores del fracaso son mucho
más fáciles de reconocer, el fracaso puede llegar a ser un camino hacia el
éxito si estamos dispuestos a aprender de él. Fue el estadista británico
Winston Churchill quien dijo: «El éxito no es definitivo, el fracaso no es
fatal; lo que cuenta es el valor para continuar». La superestrella del
baloncesto profesional, Michael Jordan, dijo: «Puedo aceptar el fracaso. Todo
el mundo falla en algo. Pero no puedo aceptar no intentarlo».
Denis Waitley, un orador motivacional,
consultor y autor, ofreció esta perspectiva: «El fracaso debe ser nuestro
maestro, no nuestro sepulturero. El fracaso es demora, no derrota. Es un desvío
temporal, no un callejón sin salida. El fracaso es algo que solo podemos evitar
si no decimos nada, no hacemos nada y no somos nada».
Uno de los rasgos refrescantes y
distintivos de la Biblia es su presentación cándida y sin adornos de los
memorables fracasos de personas clave, comenzando con Adán y Eva, pero
continuando con personas como Noé, Jacob —el padre de la nación de Israel, Sansón,
El rey David y su hijo Salomón, y muchos de los discípulos de Jesús.
El apóstol Pedro, uno de los seguidores más
cercanos de Cristo, es quizás el ejemplo más destacado de alguien que encuentra
el éxito a pesar de los repetidos fracasos. La noche antes de su crucifixión,
Jesús dijo a sus discípulos: «Esta noche, todos ustedes me abandonarán...» a
lo que el apóstol Pedro respondió: «…Aunque todos te abandonen, yo jamás te
abandonaré» [Mateo 26:31,33 NTV].
A pesar de su juramento audaz e impetuoso,
leemos que Pedro ciertamente negó a Cristo, no una sino tres veces, tal como el
Señor había predicho. Después de la tercera negación, se nos dice: «En ese
momento, el Señor se volvió y miró a Pedro... Y Pedro salió del patio, llorando
amargamente» [Lucas 22:61a-62 NTV].
Felizmente, la historia no termina ahí. En
Juan 21:1-19, vemos un relato de Cristo restaurando a Pedro, perdonando su
traición. Tres veces Jesús le preguntó a Pedro: «Simón, hijo de Jonás, ¿me
amas?». Cada vez el discípulo respondió que sí, entonces Jesús le dijo: «Apacienta
mis corderos... Pastorea mis ovejas... Apacienta mis ovejas». Qué increíble
relato de fracaso y perdón. A partir de ahí, sabemos que Pedro pasó a ser uno
de los líderes de la Iglesia primitiva, y dos de sus cartas son parte del Nuevo
Testamento.
¿Estás luchando o recuperándote de un
fracaso? ¿Vocacionalmente o espiritualmente? Recuerda, el fracaso no es fatal.
Puede resultar un maestro maravilloso en el camino hacia el éxito.
Robert J. Tamasy – MANÁ DEL LUNES es una edición semanal de CBMC INTERNATIONAL
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