Negación, Crisis y Acción
Durante
unos años percibí que mi presión arterial estaba aumentando. Cada vez que la
revisaba, estaba un poco más alta que la toma previa. Siempre quise atribuir
esto a alguna fuente externa: mucho café, cansancio o alguna otra razón fácil
de explicar y descartar. Finalmente, mi médico me dijo: «Su presión arterial
está demasiado alta. Voy a indicarle medicamentos para controlarla». El
medicamento funcionó y mi presión arterial volvió a un nivel normal y
saludable. Había estado en negación, pero el médico me obligó a admitir mi
situación y me prescribió un curso de acción.
En
otra ocasión, mis deudas estaban aumentando. Entré en una pendiente resbaladiza
la primera vez que no pude pagar el saldo completo de una tarjeta de crédito.
Seguí pensando que me pondría al día el próximo mes, pero no pude hacerlo.
Negué que esto fuera un problema hasta que se convirtió en una crisis,
ascendiendo a una cantidad que ya no podía manejar. Trabajé en un plan de
acción y pagué todas mis deudas en aproximadamente la misma cantidad de tiempo
que me tomó acumularlas.
He
ganado un poco de peso cada año de mi vida adulta. Me convencí de que esto era
normal y —además— conocía a muchas personas que tenían mucho más sobrepeso que
yo. También razoné que mi báscula debía estar mal, que llevaba zapatos pesados,
o que acababa de consumir una comida abundante, y además, pensé, que mi peso
variaba según la hora del día.
Finalmente
llegué a un peso y talla más allá de lo que estaba dispuesto a tener. Se
convirtió en una crisis personal. Compré una nueva báscula digital y comencé a
registrar mi peso a la misma hora todos los días; no quería variables que
pudiera racionalizar. Una vez más estaba en la negación, llegué a una crisis y
desarrollé un plan de acción.
Hace
algunos años estaba a la deriva espiritualmente. Fui a la iglesia cuando joven,
e incluso tuve una «experiencia religiosa». Volví a analizar esa experiencia,
convencido de que tenía una relación con Dios, pero de alguna manera me di
cuenta de que no era así. Finalmente, llegué a una crisis en la me percaté de
que iba a tener que cambiar mi vida. Comencé a asistir a la iglesia nuevamente
y me uní a un grupo de estudio bíblico. Allí comprendí que mi visión de Dios
era la de un niño, una perspectiva que había recogido en la escuela dominical
décadas antes.
Después
de un período de profunda búsqueda del alma, decidí convertirme en un seguidor
dedicado de Cristo, esta vez como un adulto, con un plan. Al igual que con la
presión arterial, el endeudamiento y el peso, había negado mi falta de fe. Tuve
una crisis en la que sabía que las cosas tenían que cambiar, y esa crisis me
llevó a una fe nueva y más madura en Jesucristo.
Con
los años, he visto este mismo patrón en la vida de muchas otras personas en una
amplia variedad de temas. Para algunos, su capacidad de vivir en la negación es
mayor que en otros, nunca parecen llegar a la etapa de crisis donde reconocen
la necesidad de actuar. Otros confrontan la realidad y dan los pasos necesarios
antes de que ocurra una gran crisis. ¿Hay áreas de tu vida en las que estás en
negación? ¿Te diriges a una crisis o deberías tomar medidas ahora?
Te
sugiero que consultes a otros para obtener ayuda: Dios y amigos de confianza. «Cuando
ustedes me busquen, me hallarán, si me buscan de todo corazón» [Jeremías
29:13 RVC]. «Los sabios son más poderosos que los fuertes, y los que tienen
conocimiento se hacen cada vez más fuertes. Así que, no vayas a la guerra sin
consejo sabio; la victoria depende de que tengas muchos consejeros»
[Proverbios 24:5-6 NTV].
Por
Jim Mathis - MANÁ DEL LUNES es una edición semanal de CBMC INTERNATIONAL
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