Celebrando el Regalo Más Grande de la Temporada



Esta semana, millones de personas en todo el mundo tendrán una de las fiestas más importantes del año: la Navidad. Aunque la práctica varía de un país a otro, y de una cultura a otra, una de las características de esta celebración anual es la entrega e intercambio de regalos.
En el mundo empresarial y profesional, esta tradición de dar puede incluir obsequios individuales para empleados y personal, recuerdos especiales para clientes y proveedores, fiestas y —en algunos casos— bonos de fin de año. Además, muchos de nosotros estamos pasando estos últimos días asegurándonos de haber completado nuestras compras de regalos para nuestros seres queridos y amigos.
Mientras disfrutamos de esta época del año, deleitándonos tanto con recibir como con el dar regalos, sería bueno rastrear los orígenes de esta tradición. Los que se consideran cristianos o seguidores de Jesucristo saben que esta temporada tiene un significado adicional y más profundo que trasciende el dar objetos materiales entre sí. Porque, como se nos dice en las Escrituras, Jesús fue el regalo más importante e incomparable de Dios para toda la humanidad. Un versículo muy familiar para muchos de nosotros dice: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» [Juan 3:16 RVR].
El evangelio de Mateo nos dice que el Mesías venidero fue un evento tan extraordinario y muy esperado que los magos —unos hombres sabios del oriente— vinieron a visitar a Jesús después de su nacimiento y llevaron regalos de oro, incienso y mirra. Sin embargo, la Biblia deja en claro que Dios fue el primer dador de regalos. Estas son solo algunas de las cosas que aprendemos sobre este Regalo único y divino:
Él es el Pan de vida. En las Escrituras, el «pan» es sinónimo de las necesidades de la vida, esas cosas que nos sostienen. Jesús, en el evangelio de Juan, declara: «Yo soy el pan de vida. Quien venga a mí nunca pasará hambre, y quien crea en mí nunca tendrá sed... Aquí está el pan que baja del cielo, que cualquiera puede comer y no morir. Soy el pan de vida que descendió del cielo...» [ver Juan 6:35-51]. Nos dice que para vivir verdaderamente, no solo en esta vida sino en la vida prometida, debemos recibirlo.
Él es el Buen Pastor. La gente en los tiempos bíblicos estaba acostumbrada a la presencia de ovejas en su sociedad agraria, y sabían cuán dependientes eran esas criaturas lanudas del cuidado y la preocupación de sus pastores. Reconociendo que nosotros también requerimos orientación, provisión y protección para navegar los desafíos y las complejidades de la vida cotidiana, Jesús aseguró a Sus seguidores: «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida en sacrificio por las ovejas. El que trabaja a sueldo sale corriendo cuando ve que se acerca un lobo; abandona las ovejas, porque no son suyas y él no es su pastor. Entonces el lobo ataca el rebaño y lo dispersa. El cuidador contratado sale corriendo porque trabaja solamente por el dinero y, en realidad, no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí, como también mi Padre me conoce a mí, y yo conozco al Padre. Así que sacrifico mi vida por las ovejas» [Juan 10:11-15 NTV].
Él es la Luz del mundo. Cada vez más, a pesar de los increíbles avances tecnológicos, vivimos en un mundo que parece abrumado por la oscuridad y la desesperación. ¿A dónde podemos recurrir por la esperanza? Jesús dijo que podemos recurrir a Él para escapar de la oscuridad y, como decidimos seguirlo fielmente, podemos traer luz a los demás. «…Soy la luz del mundo. Quien me siga nunca caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida... Tú eres la luz del mundo. Una ciudad en una colina no se puede ocultar» [ver Juan 8:12, Mateo 5:14]. Él está diciendo que mientras caminamos en Su luz, podemos reflejar Su luz a los demás.

Robert J. Tamasy - MANÁ DEL LUNES es una edición semanal de CBMC INTERNATIONAL

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