Ama a Tu Prójimo como a Ti Mismo
Jesús
(Yeshúa) dijo que el segundo mandamiento más importante es amar a
nuestro prójimo como a nosotros mismos. Él citaba la segunda mitad de Levítico
19:18, que dice: “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu
pueblo, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el
SEÑOR” (énfasis añadido).
Cuando
Jesús pronunció esas palabras, hablaba con un hombre judío del primer siglo.
Sus palabras no sonaron revolucionarias ni nuevas en esos momentos. Eran la
reafirmación de una verdad ya revelada en la Torá (Gén. a
Deut.), que enseña que debemos amar a Dios y a los demás. Luego el texto da
algunas formas prácticas de amar.
Una
enciclopedia para niños judíos, My Jewish World [Mi Mundo
Judío], describe ese verso diciendo: “Esta ley es la base para todas las demás
leyes que prohíben el trato injusto y el guardar rencor, y enfatiza el interés
por los indefensos.”
En
el artículo de Wikipedia, Jewish Views on Love [Perspectivas
Judías sobre el Amor], leemos: “Uno de los mandamientos fundamentales del
judaísmo es que amemos al prójimo como a nosotros mismos” (Lev. 19:18), a veces
llamado el Gran Mandamiento. Este mandamiento se encuentra en el centro
del libro que está en el centro de la Torá.”
Ambos
rabinos judíos Akiva y Hillel enseñaron que amar al prójimo era lo más
importante. Hillel es famoso por haber dicho: “Lo que no quieres que te hagan a
ti, no lo hagas a otros. Esa es toda la ley. El resto es comentario. Ahora ve y
aprende.
El
ministerio de Jesús ocurrió poco después del tiempo del rabino Hillel, y Jesús
habría estado muy familiarizado con su enseñanza. Jesús probablemente adaptó la
declaración de Hillel cuando dijo: “Por eso, todo cuanto quieran que
los hombres les hagan, así también hagan ustedes con ellos, porque ésta es la
Ley y los Profetas” (Mat. 7:12).
Jesús
formaba parte de un sistema de fe basado en el Tanaj (Antiguo
Testamento) que alentaba el estudio, el debate y las acciones de fe. Jesús
nunca rechazó las enseñanzas de la Biblia. Más bien, trató de alentar a la
gente para que comprendiesen las verdades de la Palabra de Dios y las
incorporasen en la vida diaria.
A
veces, el amar al prójimo puede ser algo difícil. Algunos tienen la bendición
de tener buenos vecinos y otros…no tanto. Para cumplir verdaderamente con este
mandamiento, debemos amar a gente que no nos quiera, que nos enoje y que nos
pueda causar dificultades, no sólo a quienes nos caigan bien.
¿Quién es mi Prójimo?
Esa
es una pregunta que ha sido de gran interés para el pueblo judío. Muchas
discusiones y teorías han sido propuestas. Algunos opinan que su prójimo es
cualquier judío. Otros, sin embargo, consideran que su prójimo es todo ser
humano, aunque algunos excluyen a los idólatras.
Durante
el primer siglo, eso también era tema de gran interés. En Lucas 10, Jesús (Yeshúa)
tuvo un encuentro con un abogado, y como parte de la conversación, el abogado
citó a Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18, el mismo pasaje mencionado arriba. El
abogado le preguntó a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?” (Luc.
10:29). Jesús respondió con la parábola del buen samaritano, terminando con las
palabras: “¿Cuál de estos tres piensas tú que demostró ser prójimo del
que cayó en manos de los salteadores?” (v. 36). El abogado
respondió: “El que tuvo misericordia de él” (v. 37). Jesús
concluyó la historia con las palabras: “Ve y haz tú lo mismo” (v.
37).
De
esta historia queda claro que Jesús esperaba que tratáramos a todos como
nuestros prójimos, no sólo a nuestros vecinos cercanos o en nuestra parte de la
ciudad, o con quienes compartimos una misma cultura o asisten a nuestra propia
congregación. Debemos mostrar amor, misericordia y cuidado a todos nuestros
prójimos, incluso a aquellos que percibimos como nuestros enemigos. Vivimos en
un mundo de diversidad. ¿Dios quiere que compartamos nuestro amor sólo con
aquellos que son como nosotros? Claro que no. Los samaritanos eran vistos como
los “otros” durante la época de Jesús. No los consideraban como dignos de
recibir su amor. De hecho, era raro que el pueblo judío se mezclara con los
samaritanos. Al usar este ejemplo impactante (para los oyentes originales)
sobre su “prójimo” samaritano, creo que Jesús también nos enseña a nosotros que
todos los seres humanos son nuestros prójimos, especialmente los que son
diferentes y que incluso pueden ser vistos como nuestros enemigos.
Refiriéndose
nuevamente a Levítico 19:18, Jesús dijo: “Ustedes han oído que se dijo:
‘Amaras a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.’ Pero Yo les digo: Amen a sus
enemigos y oren por los que los persiguen, para que ustedes sean hijos de
su Padre que está en los cielos; porque El hace salir Su sol sobre malos y
buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si ustedes aman a los que
los aman, ¿qué recompensa tienen? ¿No hacen también lo mismo los recaudadores
de impuestos?…Por tanto, sean ustedes perfectos como su Padre celestial es
perfecto” (Mat. 5:43–48).
Aunque
la frase «odiarás a tu enemigo» no aparece en la Torá (Gen. a
Deut.), aparentemente era una enseñanza aceptada de la época. Jesús se opuso a
esa explicación o comentario, y enseñó claramente que debemos amar a nuestros
enemigos, sin duda un mandamiento muy impactante y desafiante.
El Amor y los Escritos Apostólicos
Probablemente
el pasaje más conocido sobre el amor se encuentra en 1 Corintios 13. Este
pasaje se usa a menudo en ceremonias de boda, pero su intención nunca fue que
sirviera como palabras bonitas para ocasiones especiales. Por el contrario,
esas son palabras para aplicarse a la vida, y son muy prácticas y elevadas. Son
una receta para tener relaciones humanas exitosas. Además, el apóstol Pablo
dijo que el amor es de suma importancia, y concluyó: “Y ahora
permanecen la fe, la esperanza, el amor: estos tres; pero el mayor de ellos es
el amor” (1 Cor. 13:13).
La
Biblia dice esto acerca de la fe: “Y sin fe es imposible agradar a
Dios. Porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que El existe, y que
recompensa a los que Lo buscan” (Heb. 11:6). También dice lo siguiente
sobre la esperanza: “Bienaventurado aquél cuya ayuda es el Dios de
Jacob, cuya esperanza está en el SEÑOR su Dios, que hizo los cielos y la
tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; que guarda la verdad para
siempre” (Sal. 146:5-6). Sin embargo, por importante que sean la fe y
la esperanza, el amor los supera enormemente.
El
amor descrito en 1 Corintios 13 es el amor en acción. No es egoísta. No se
trata de la autosatisfacción. Ese amor es 100% generoso con los demás. La
palabra en griego es ágape. En la Biblia de Estudio Nelson, dice:
“Esta palabra, ágape, describe el amor que se basa en la decisión
deliberada de una persona que ama, en lugar de cualquier mérito de la persona
amada. Ese tipo de amor va en contra de toda inclinación humana natural. Es un
tipo de amor generoso, desinteresado, que no espera nada a cambio.”
Juan
también habló sobre el amor, diciendo sin rodeos que si no amamos a las
personas, entonces no amamos a Dios. “Si alguien dice: ‘Yo amo a Dios,’
pero aborrece a su hermano, es un mentiroso. Porque el que no ama a su hermano,
a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. Y este
mandamiento tenemos de El: que el que ama a Dios, ame también a su hermano” (1
Jn. 4: 20–21).
¿Cómo es Posible este Amor?
A
medida que exploramos esta idea del amor, puede parecernos una meta casi
imposible de alcanzar. ¿Cómo puede alguien amar a sus enemigos? ¿Cómo incluso
podemos amar a nuestras familias con amor desinteresado? ¿Cómo podemos amar
verdaderamente a Dios? ¿Hay alguna esperanza de que podamos cumplir el mayor
mandamiento de todos? Sí, pero es un esfuerzo de toda la vida. No es un paso a
través de la ventanilla rápida espiritual. Comienza con conocer a Dios,
reconocer Su señorío y entrar en comunión con Él. Luego Dios trabaja en
nuestros corazones y vidas.
Juan
dice: “Y en esto sabemos que Lo hemos llegado a conocer: si guardamos
Sus mandamientos. El que dice: ‘Yo Lo he llegado a conocer,’ y no guarda
Sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero el que
guarda Su palabra, en él verdaderamente se ha perfeccionado el amor de
Dios. En esto sabemos que estamos en El” (1 Jn. 2:3–5). Continúa
advirtiendo: “El que dice que está en la Luz y aborrece a su hermano,
está aún en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la Luz y no
hay causa de tropiezo en él” (1 Jn. 2:9-10).
Eso
implica tomar miles de decisiones cada día y a cada hora. Debemos tomar
deliberadamente la acción de amar. Cuando mi esposo era pastor de jóvenes,
recuerdo que enseñaba a los adolescentes sobre el amor. Decía: “El amor no es
una emoción, el amor es una decisión.” Necesitamos hacer del amor una prioridad
en nuestras vidas, eligiendo repetidamente actuar en amor hacia quienes nos
rodean: nuestras familias, la familia de la iglesia, los que viven a nuestro
alrededor, extraños con los que nos encontramos e incluso aquellos que nos
tratan con odio.
Jesús
(Yeshúa) dijo: “Un mandamiento nuevo les doy: ‘que se amen los
unos a los otros;’ que como Yo los he amado, así también se amen los unos a los
otros. En esto conocerán todos que son Mis discípulos, si se tienen amor
los unos a los otros” (Jn. 13:34–35).
Lamentablemente,
muchos cristianos han reprobado el examen del amor. Históricamente, el pueblo
judío no ha experimentado mucho amor por parte de los cristianos. Hoy día, Dios
llama a los verdaderos seguidores de Jesús para que amen al pueblo judío. En
Puentes para la Paz, nuestro objetivo es demostrar el amor de Dios al pueblo de
Israel a través de nuestras expresiones prácticas de amor.
Le
animo a demostrar su amor a sus vecinos de manera práctica. “Así brille
la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y
glorifiquen a su Padre que está en los cielos” (Mat. 5:16).
por: Rebecca J. Brimmer, Presidenta Ejecutiva
Internacional
Traducido por Teri S.
Riddering,
Coordinadora Centro de Recursos Hispanos
Bibliografía
“Jewish Views on Love.” Wikipedia. https://en.wikipedia.org/wiki/Jewish_views_on_love
Birnbaum, Samuel. Encyclopedia of Jewish
Concepts. Rockaway Beach, NY: Hebrew Publishing Company, 1993.
Posner, Rabbi Dr. Raphael, ed. My Jewish
World, Encyclopedia Judaica. Jerusalem:
Keter Publishing House,1975.
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