El Negocio de lo Resquebrajado
¿Normalmente
qué hace cuando algo se descompone o rompe, como un teléfono inteligente, un
reloj, un bolígrafo o incluso un automóvil? ¿Intenta repararlo? ¿Lo desecha? ¿O
trata de encontrar un reemplazo? Esas son las respuestas comunes, pero
recientemente estuve leyendo sobre una mejor manera de reparar posesiones más
preciadas, haciéndolas más valiosas.
¿Ha
oído hablar de Kintsugi? También llamado Kintsukuroi, significa
«reparación de oro». Es un arte japonés con siglos de antigüedad usado para
restaurar la cerámica rota con una laca espolvoreada o mezclada con metales
preciosos, como el oro, la plata o el platino. Este proceso se basa en una
filosofía que considera la rotura y la reparación como parte de la historia del
objeto valorado, en lugar de algo para disfrazarse u olvidarse. En efecto, esto
equivale a una celebración del quebrantamiento.
Esto
me hizo pensar en los episodios de quebrantamiento que experimentamos a lo
largo de este viaje que llamamos vida. No importa cuánto intentemos
evitarlo, el fracaso es tan prominente en nuestras carreras como lo es el
éxito: infructuosas entrevistas de trabajo buscando algo prometedor y que no
funcionan. Promociones muy esperadas que nunca vienen. Los negocios bien
concebidos que no tienen éxito. Los contratos de venta no finalizados. Los
empresarios tienen que declararse en bancarrota, a veces más de una vez, cuando
los riesgos no son recompensados.
¿Qué
pasaría si, en lugar de tratar de ignorar u ocultar tales fracasos y tiempos
rotos, les brindáramos el tratamiento Kintsugi, viendo las experiencias
negativas como oportunidades de crecimiento, para perseverar hasta lograr el
éxito?
El
quebrantamiento también puede servir para propósitos valiosos en nuestras vidas
personales. De hecho, la Biblia nos enseña que Dios lo usa para convertirnos en
los hombres y mujeres que Él desea que seamos. El Salmo 51:17 dice: «El
sacrificio que sí deseas es un espíritu quebrantado; tú no rechazarás un
corazón arrepentido y quebrantado, oh Dios» [RVR]. ¿Por qué es esto?
Veamos otros pasajes de las Escrituras para encontrar una respuesta:
El quebrantamiento desarrolla la necesaria humildad.
El éxito tiene la tendencia a hacernos sentir inflados, llenos de orgullo y
pensando más en nosotros mismos de lo que deberíamos. «Porque así ha dicho
el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es santo: “Yo
habito en las alturas, en santidad, pero también doy vida a los de espíritu
humilde y quebrantado, y a los quebrantados de corazón”» [Isaías 57:15
RVC].
El
quebrantamiento hace que nuestros corazones vuelvan al camino correcto.
A veces nuestras acciones externas parecen correctas, pero en el fondo nos
damos cuenta de que se basan en motivos equivocados. Estar quebrantado puede
hacer que volvamos a examinar no solo lo que hacemos, sino también la razón por
la que lo estamos haciendo. «¿Qué es lo que más le agrada al Señor: tus
ofrendas quemadas y sacrificios, o que obedezcas a su voz? ¡Escucha! La
obediencia es mejor que el sacrificio, y la sumisión es mejor que ofrecer la
grasa de carneros» [1 Samuel 15:22 NTV].
El quebrantamiento puede volver nuestros ojos a Dios.
Cuando las cosas nos van bien, tanto a nivel profesional como personal, podemos
sentirnos tentados a olvidar nuestra confianza en Dios. «¡Arrepiéntanse y
vuelvan a mí, pero háganlo de todo corazón, y no sólo de palabra! Yo soy tierno
y bondadoso, y no me enojo fácilmente; yo los amo mucho y estoy dispuesto a
perdonarlos» [Joel 2:13 TLA].
El
quebrantamiento nos ayuda a aprender a ser dependientes.
El mundo empresarial y profesional a menudo promueve una actitud de «Yo puedo
hacer esto solo». Experimentar el quebrantamiento puede llevarnos al final de
nuestra confianza en la autosuficiencia. Jesús declaró: «Yo soy la vid y
ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto;
separados de mí no pueden ustedes hacer nada» [Juan 15:5 NVI].
Por Robert J. Tamasy - MANÁ DEL LUNES es una edición semanal de CBMC INTERNATIONAL
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