El Poder de la Motivación
Cuando uno piensa en súper-poderes, usualmente
piensa en películas de ciencia ficción, historietas cómicas o superhéroes
ficticios. Lo último en que uno piensa es en un fiel creyente de la Biblia.
Pero la Palabra de Dios está repleta de poder, y los cristianos hemos recibido
la autoridad, por el Espíritu Santo, de caminar y obrar bajo el poder de Dios.
Como creyentes en el único Dios verdadero, tenemos varios poderes a nuestra
disposición. Quizás hemos escuchado o leído acerca de esos poderes, como el
poder de la fe o el poder de la oración. En mi opinión, uno de esos poderes que
no recibe suficiente reconocimiento es el poder de motivar. En un mundo lleno
de eventos y noticias desalentadoras, la motivación es un poder que cada
creyente necesita para sustentarse y continuar adelante. Las Escrituras abundan
en ejemplos sobre la importancia de la motivación y la forma en que afecta el
futuro y destino de individuos.
La Motivación Afecta el Cerebro
Científicos han investigado el fenómeno de cómo la
motivación afecta el desarrollo de nuestro cerebro. Describen cómo tanto la
palabra verbal como la expresión facial motivadora tienen un efecto muy
significante en el desarrollo del cerebro. Los niños que reciben mayor apoyo,
ánimo y motivación por parte de sus padres tienen cerebros mejor estructurados
para aprender y manejar situaciones estresantes que usarán más tarde en sus
vidas. También se han realizado estudios del cerebro en el área del hipocampo,
parte del cerebro que afecta la respuesta emotiva y las inhibiciones
conductuales del individuo. El hipocampo de niños que reciben mucha motivación
se desarrolla más rápidamente, manifestando mejores respuestas emocionales y
mayor autocontrol. Según los autores de un estudio, es esencial que los niños
reciban esta especial atención y motivación.
Otros estudios revelan que una persona puede
“estimular” su propio hipocampo para cambiar la forma en que uno piensa de sí
mismo y cómo uno responde a ciertas circunstancias. El hipocampo es la puerta
al cerebro autobiográfico, trasfiriendo información sobre quién uno es, o por
lo menos cómo uno se percibe ser, y su memoria distante. Si uno se siente
desanimado o frustrado, el hipocampo transferirá esos sentimientos negativos a
la memoria distante, eventualmente afectando la forma en que uno se percibe.
Sin embargo, investigaciones revelan que por medio de una motivación regular,
uno puede desarrollar redes neurales con un resultado emocional positivo y
optimista (Matheson). Eso, a su vez, mejorará cómo uno piensa de sí mismo y
cómo interactúa con el mundo que le rodea.
La ciencia confirma lo que el Señor ya conoce: que
los humanos necesitamos ser animados y motivados para desarrollar más
plenamente. Si recibimos una continua motivación por parte de personas
cercanas, nuestros cerebros producen una respuesta que nos capacita no tan sólo
a manejar situaciones difíciles, sino también a corregir nuestra respuesta
emotiva hacia esos eventos. La motivación tiene el poder de cambiar la manera
en que nos percibimos, mejorar nuestras circunstancias, e incluso aumentar
nuestra confianza en Dios. La Biblia nos exhorta a que amemos al Señor con todo
nuestro corazón, nuestra alma, nuestras fuerzas y nuestra mente (Mat. 22:37).
Eso significa que nuestros cerebros deben estar integrados con la realidad de
Dios. Si la Biblia nos dice una cosa y nuestra mente nos dice otra, debemos
cambiar nuestros pensamientos para concordar con la verdad de la Palabra. Lo
que Dios ha dicho debe ser la base para nuestra creencia sobre nosotros mismos.
El Dios de la Motivación
El carácter del Señor es tan vasto que luchamos con
nuestras mentes limitadas para comprender cada una de Sus características. En
la Biblia, leemos cómo distintos poetas, profetas y reyes reflejaban sobre el
asombroso carácter de Dios. Para encontrar una buena descripción del Señor, no
podemos hallar una fuente más infalible que Dios mismo. En Éxodo 34:6-7 encontramos
lo que los sabios judíos han denominado como los Trece Atributos de la
Misericordia de Dios, donde leemos cómo el Señor se describe a Sí mismo:
“El SEÑOR, el SEÑOR, Dios compasivo y clemente,
lento para la ira y abundante en misericordia y verdad; que guarda misericordia
a millares, el que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado, y que no
tendrá por inocente al culpable; que castiga la iniquidad de los padres sobre
los hijos y sobre los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación.”
Aunque allí no se menciona la motivación de manera
directa, se puede observar implícito el carácter motivador del Señor. La
palabra traducida al español como “compasivo” viene del término hebreo “rajum” (רחום),
que es definido en la Concordancia Hebrea Strong como la
compasión o misericordia de Dios. Un significado más amplio es “tierno afecto.”
También puede significar: promover el crecimiento, proteger, ayudar, atender o
nutrir.
Por lo tanto, encontramos que en el carácter
compasivo del Señor existe un deseo de animarnos a crecer. Podemos deducir que
la motivación es una manera en que Dios demuestra Su misericordia y compasión.
Así como cualquier padre dadivoso, Dios nos anima a crecer y alcanzar los
planes y propósitos que tiene para nuestras vidas. De manera amorosa, inspira a
Su pueblo para que ponga Su confianza y esperanza en Él, animándonos a
seguir en Sus caminos.
Motivando a una Nación
A través de toda la Biblia, pero específicamente en
los profetas del Tanaj (Antiguo Testamento), se palpa la
motivación de Dios en Su trato con Sus hijos. Cada año, el pueblo judío lamenta
y ayuna durante el día conocido como Tisha B’Av. Esa no es una
fiesta sino un día de solemne recordación de la destrucción de Jerusalén, el Templo
y el exilio de la nación judía a Babilonia por 70 años. Fue un tiempo muy
traumático en la historia bíblica. El pueblo que el Señor había escogido,
salvado de Egipto con brazo extendido y establecido en su Tierra Prometida fue
nuevamente llevado cautivo por sus enemigos. Aparentemente, Dios los había
abandonado. Cuando terminó el tiempo de su cautiverio, un remante regresó a
Jerusalén para otra vez labrar la tierra y reconstruir el Templo. Muchos de los
que regresaron de Babilonia debieron haberse preguntado si el Señor todavía
tendría algún propósito con ellos y si Jerusalén pudiese algún día ser
restaurada.
Jerusalén se encontraba en escombros. El Templo
estaba destruido. Los palacios y los muros, todo lo que habían conocido y
amado, había desaparecido. La tierra a la que regresaban estaba desierta. Les
debió parecer que Dios había abandonado a Su pueblo, que había hecho otro plan
o que había escogido a otro pueblo. Pero en ese momento tan desalentador, el
Dios motivador les demostró Su compasión, según leemos en el mensaje de
consuelo y esperanza que escribió Su siervo Zacarías. Leemos en Zacarías
2:10-12:
“‘Canta de júbilo y alégrate, oh hija de Sion;
porque voy a venir, y habitaré en medio de ti,’ declara el SEÑOR. ‘Y muchas
naciones se unirán al SEÑOR aquel día, y serán Mi pueblo. Entonces habitaré en
medio de ti, y sabrás que el SEÑOR de los ejércitos Me ha enviado a ti. El
SEÑOR poseerá a Judá, Su porción en la tierra santa, y escogerá de nuevo a
Jerusalén.’”
Fue la motivación del Señor, por medio del profeta
Zacarías, lo que dio ánimo al pueblo para que completara el proyecto de
reconstrucción. Zacarías impartió a los israelitas una visión de que el Mesías
algún día vendría a ese Templo y traería salvación al pueblo. El Señor aseguró
al remanente que Él los había traído de vuelta a Jerusalén y a su tierra con un
propósito, y que Su promesa del pacto sería cumplida. Dios no había abandonado
a Su pueblo ni Sus promesas, y les motivó a seguir hacia adelante con la
expectativa en sus corazones y mentes sobre el futuro cumplimiento de Sus
promesas.
Discípulos Desilusionados
Quizás el ejemplo más destacado de desánimo se
observa entre los discípulos de Jesús (Yeshúa). Al igual que la nación
de Israel, los discípulos debieron haberse preguntado si el Señor los iba a
abandonar sin establecer la redención prometida cuando les habló sobre Su
muerte y regreso al Padre. Después de todo, los discípulos habían invertido
varios años de sus vidas en el ministerio de Jesús. Habían dejado atrás sus
carreras y familias para poder seguir y servir al Rabino que obraba milagros.
Ya todo lo que les ofrecía eran revelaciones de Su muerte y Su pronta
despedida.
Esto es algo con que todos nos podemos identificar.
En nuestro caminar como creyentes, hacemos muchos sacrificios y tenemos que
atravesar tiempos difíciles sin una seguridad muy esperanzadora. No podríamos
sobrevivir esos momentos sin la motivación de Dios. Debemos tomar aliento en
que, durante esos tiempos de prueba y tribulación, el Padre está siempre
pendiente de nuestras necesidades y nos escucha. Incluso, cuando Jesús estuvo a
punto de morir, aún podía consolar y motivar a Sus amigos. Cuando estuvo a
punto de ser traicionado y cargar con el pecado del mundo, dijo a Sus
amigos: “La paz les dejo, Mi paz les doy; no se la doy a ustedes como
el mundo la da. No se turbe su corazón ni tenga miedo” (Juan 14:27).
El carácter del Padre abunda en bondad y verdad, al
igual que el de Jesús. En momentos cuando usted experimenta la desilusión,
considere que el Rey del Universo le quiere motivar. Él provee consuelo y paz a
Su pueblo, aún en medio del temor y la inseguridad. Pero nos equivocaríamos si
ignoramos el papel vital que cada cual juega en el poderoso derramamiento de la
motivación de Dios. El Señor motiva a Su pueblo por medio de Su
pueblo. Ese es el poder que siempre debe operar en nosotros para animar a otros
a que caminen en sus destinos dados por Dios.
Motivando el Destino de Otros
¿Cree usted que la motivación de Dios por medio de
una persona puede afectar el destino de un individuo o de un grupo? ¿Podrá
realmente cambiar vidas? Yo creo que sí. Yo creo que Dios puede utilizar a
alguien para cambiar la vida de otro en ese día, esa semana o para toda la
vida. Cuando alguien le anima a usted, le ayuda a llegar a un lugar donde usted
no podría haber llegado por cuenta propia. Al considerar el personaje bíblico
de Josué, siempre pienso en un guerrero valiente y fuerte. Recuerdo sus
batallas contra los habitantes de la tierra, las que tuvo que enfrentar con
mucha valentía. Si usted no está muy familiarizado con las grandes victorias de
Josué, procure el estudio titulado “Josué: Valiente Guerrero,” donde Dr. Bill Adams
detalla la asombrosa historia de ese líder ejemplar.
Piense en los hijos de Israel quienes salieron de
Egipto, la generación que vagó por el desierto y murió allí. Estaban
desanimados y desilusionados. Ellos tenían un verdadero problema de motivación.
No podían encontrar confianza y esperanza en el Señor por sí solos. Pero entre
ellos se encontraba Josué, escogido por Dios para ser el nuevo líder de Israel,
quien siguió en las pisadas de Moisés, el mayor profeta de toda la Biblia.
Josué recibió la orden de entrar y conquistar la
tierra. Él conocía su destino y, a diferencia del resto del pueblo, confiaba en
las promesas de Dios y tenía esperanza. Aun así, Dios mandó a Moisés a
motivarle: “Josué, hijo de Nun, que está delante de ti, él entrará
allá; anímale, porque él hará que Israel la posea” (Deut. 1:38). ¿Por
qué Dios le dio esas instrucciones a Moisés? Es porque la motivación por parte
de alguien era importante en el destino de Josué. La gente alrededor de Josué
debía animarlo a cumplir con su llamado, y de esa manera todos alcanzarían su destino
de entrar a la Tierra Prometida.
Sea un Motivador
Definamos lo que es un motivador, según la Biblia
quiere que lo comprendamos. Un motivador bíblico ayuda a que otros tengan la
valentía de ser y hacer lo que Dios quiere que sean y hagan. Permítame
repetirlo: Un motivador ayuda a que otros sean y hagan lo que Dios quiere
que sean y hagan. Debe ser nuestra pasión en esta vida el poder animar a
nuestro semejante para que alcance su destino dado por Dios. No hay nada mejor
que ver cómo los talentos escondidos en una persona salen a la luz al animarlo
a caminar según los planes de Dios para su vida. De la misma manera, es una de
las cosas más desafiantes el ver cómo el enemigo de nuestras almas confunde y
desanima a creyentes de tal forma que se cansan de confiar y esperar en el
Señor. Demasiadas veces, tendemos a mirar las faltas y debilidades de otros en
nuestras relaciones. Debemos hacer lo opuesto, inculcando en ellos el cambio y
fomentando la confianza para andar según su destino divino.
Ser un motivador no tiene que ser una carga difícil
ni pesada. A través del Espíritu Santo, podemos identificar los rasgos en otros
que pueden ser amplificados y fomentados. Mientras más nos dedicamos a ver a
otros por los ojos motivadores de Dios, mejores vasos de motivación seremos.
Todo ser humano lo necesita, y Dios nos ha mandado a dar motivación y ánimo a
otros.
Usted tiene el Poder
Si usted algún día se encontrara en la posición
donde piensa que no tiene nada que ofrecer a nadie, recuerde que todos podemos
ser motivadores. Jóvenes o viejos, ricos o pobres, enfermos o saludables, todos
podemos usar el poder de la motivación, si así lo quisiéramos. El motivar a
otros también puede ser medicina para su propia alma. Aunque usted se sienta
desanimado, desilusionado o solo, cuando usted motiva a otro, se motivará usted
también. Usted puede ser motivado cuando alguien le anima, al igual que cuando
usted anima a otro.
Con toda honestidad, el motivar a otros no es algo
natural para la mayoría de nosotros. En un mundo de auto-gratificación, estamos
rodeados de cosas que nos impulsan a tornar nuestro enfoque hacia nosotros
mismos. Requiere dedicación e intención para desarrollar un carácter motivador
de otros. Debemos esforzarnos a decir algo bueno y motivador para animar a los
demás. No es un simple alago de su vestido o corbata, sino una afirmación sobre
su carácter o su don espiritual. En eso consiste el poder de la motivación: en
confirmar sus talentos de tal forma que impacta su vida de manera positiva. Su
mente traducirá la motivación en un cambio de sentir y pensar sobre sí mismo.
Podemos hacer eso con más frecuencia.
Pensamientos Finales
Si usted considera su vida, sin importar lo corta o
larga que haya sido, encontrará que las personas que le han influenciado para
bien son las que han creído en usted, quienes han usado su poder para motivarle
a continuar luchando. Sin importar si una persona sea famosa o exitosa, cada
cual anhela la motivación. Uno de los regalos más bellos en este mundo es el
don de la motivación. Una palabra de corrección puede hacer mucho, pero una
palabra de motivación hace mucho más. A medida que usted se esfuerza por parecerse
más a Jesús, debe hacer más por motivar a las personas que le rodean.
Quizás usted pudiese necesitar una motivación de
Dios para ser un motivador. El Señor le quiere motivar a que sea precisamente
eso. Ya le ha dado ese poder, y le puede usar para dar motivación a otro. ¡Sea
un motivador!
Traducido por Teri S. Riddering,
Coordinadora Centro de Recursos Hispanos
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