Padre Nuestro
Jesús / Yeshúa repetidamente usaba
el término “Padre” para referirse al Dios Todopoderoso. Según Eric von Atzigen,
“Jesús viajó y enseñó durante tres años. Hay como 110 páginas en la Biblia
dedicadas a Su ministerio y mensaje. Tenemos aproximadamente 25,000 palabras Suyas
registradas en la Biblia. En como 181 de esas 25,000 palabras, Jesús enseñó
acerca del Padre. Eso significa que en 1 de cada 140 palabras Jesús habló
acerca de Su Padre. Su mensaje y propósito central era restaurar nuestra
relación con nuestro Papá del Cielo.”
Cuando escuchamos el término “Padre Nuestro,” lo
primero que probablemente recordemos es la oración del Padre Nuestro. Cuando
los discípulos le pidieron a Jesús/Yeshúa que les enseñara a orar,
comenzó con las palabras: “Padre nuestro que estás en los cielos.”
Cuando yo escuché esa frase en hebreo por primera vez, me sorprendí de cuán a
menudo se usaba en las oraciones judías. De hecho, la oración principal del
judaísmo, llamada “Amidá” (que significa “de pie,” porque se
hace estando uno de pie) o también “Shmoné Esré,” (que
significa “18,” refiriéndose a los 18 puntos en la oración), hay varias
referencias a Dios como nuestro Padre.
De la Amidá:“Tráenos
de vuelta,
nuestro Padre, a tu Torá;
acércanos, nuestro Rey,
a Tu servicio;
Y haznos regresar a Ti,
en un arrepentimiento completo.
Bendito eres Tú, HaShem,
que “deseas” arrepentimiento.”
Perdónanos, nuestro Padre,
porque hemos pecado;
Absuélvenos, nuestro Rey,
porque nos hemos rebelado,
Porque Tú, Dios,
eres bueno y perdonas.
Bendito eres Tú, HaShem,
que eres bondadoso
y generoso en perdonar.
Muchos historiadores creen que la oración de
la Amidá fue redactada durante tiempos del Segundo Templo, el
tiempo preciso de los Evangelios. Jesús/Yeshúa y Sus seguidores
pudiesen haber conocido esa oración. En todo caso, los judíos del período del
Segundo Templo seguramente conocían el concepto de Dios como Padre.
Consideremos algunos ejemplos del Tanaj (acrónimo
que representa las tres secciones del Antiguo Testamento: Torá (Génesis
a Deuteronomio), Neviim (los Profetas) y Ketuvim (los
Escritos), donde aparece el término Padre como Dios.
De la Torá (Génesis a Deuteronomio)
“¿Así pagan ustedes al SEÑOR, Oh pueblo insensato e
ignorante? ¿No es Él tu Padre que te compró? Él te hizo y te estableció”(Deut. 32:6)
De los Neviim (los Profetas)
“Pero ahora,
oh SEÑOR, Tú eres nuestro Padre, nosotros el barro, y Tú nuestro alfarero; obra
de Tus manos somos todos nosotros” (Isa.
64:8).
“Con llanto vendrán, y entre súplicas los guiaré.
Los haré andar junto a arroyos de aguas, por camino derecho en el cual no
tropezarán; porque soy un Padre para Israel, y Efraín es Mi primogénito” (Jer. 31:9).
De los Ketuvim (los Escritos)
El Rey David habló con los líderes de Israel en el
momento que pasó la corona a Salomón. Luego del discurso, oró frente a toda la
asamblea, comenzando con las palabras: “Bendito eres, oh SEÑOR, Dios de
Israel, nuestro Padre por los siglos de los siglos” (1 Crón. 29:10b).
En el Salmo 68:4-5, David dice: “Canten a
Dios, canten alabanzas a Su nombre; abran paso al que cabalga por los
desiertos, cuyo nombre es el SEÑOR; regocíjense delante de Él. Padre de los
huérfanos y defensor de las viudas es Dios en Su santa morada.”
El Salmo 89, escrito por Etán el Ezraíta, es una
asombrosa canción sobre el carácter de Dios y cómo escogió Dios al Rey David.
En el verso 26 el salmista dice: “El [David] clamará a
Mí: ‘Mi Padre eres Tú, Mi Dios y la roca de mi salvación.’”
Natán el profeta dijo estas palabras al Rey David
por parte de Dios respecto a su hijo Salomón: “Yo seré padre para él y
él será hijo para Mí. Cuando cometa iniquidad, lo castigaré con vara de hombres
y con azotes de hijos de hombres, pero Mi misericordia no se apartará de él…” (2
Sam. 7:14-15a).
De Fuentes Extra-Bíblicas
La Mishná, que contiene enseñanzas de
los antiguos rabinos, relata que antes de la destrucción del Segundo Templo en
70 d.C., los judíos oraban: “¿De quién dependeremos? De nuestro Padre que está
en los cielos” (Mishnah Sotah 9:15).
El sabio judío-griego Ben Sira, quien escribió el
libro Sirach en hebreo (también conocido como Eclesiástico)
200 años antes de Jesús/Yeshúa, oró así: “O Señor, Padre y Dueño de mi
vida…O Señor, Padre y Dios de mi vida” (Ben Sira 23:1,4). También
dijo: “Señor, tú eres mi Padre; no me abandones en los días de dificultad,
cuando no exista ayuda contra el altivo” (Ben Sira 51:10).
El título de “Padre Nuestro” fue encontrado en un
fragmento de los Rollos del Mar Muerto (4Q511, fragmento 127 línea 1), y el
título de “Mi Padre” fue encontrado en otro fragmento (del rollo 4Q372), ambos
de la Cueva #4.
Como vimos arriba, el uso por Jesús/Yeshúa del
término “Padre Nuestro” con referencia a Dios no era inusual durante el
judaísmo de Su tiempo. Ya se encontraba en todas las secciones del Tanaj y
otros escritos extra-bíblicos, los cuales eran conocidos por la mayoría de la
gente. Jesús/Yeshúa lo usaba usualmente en primera persona
singular, “Mi Padre,” lo que era menos común aunque ya conocido, según los
ejemplos anteriores. Pero ese uso frecuente de “Mi Padre” fue lo que provocó
muchas críticas por parte de los líderes de sus días, quienes reconocían que
Jesús se adjudicaba una relación especial con el Padre. Por ejemplo, Juan nos
dice que algunos judíos lo trataron de matar porque “…llamaba a Dios Su
propio Padre, haciéndose igual a Dios” (Jn. 5:18b). Nosotros los
cristianos reconocemos que Jesús y el Padre son Uno (Jn. 10:30), pero ese era
un concepto radical y difícil de aceptar por los líderes religiosos de Su
tiempo.
Limitaciones Culturales
Como dice el Dr. Eli Lizorkin-Eyzenberg: “La Biblia
no requiere ser re-escrita, pero requiere ser re-leída.” La verdad es que leemos
nuestras Biblias desde nuestro propio contexto cultural, que se encuentra a
2,000 años de cuando fueron redactados los “Escritos de los Apóstoles” (Nuevo
Testamento, o NT) y mucho más desde el Tanaj (Antiguo
Testamento, o AT). Nuestra percepción cultural es drásticamente diferente a la
de la cultura hebrea bíblica. Además, como no la leemos en los idiomas
originales, no captamos muchas cosas culturales y lingüísticas que son
difíciles de traducir a nuestro idioma. Cuando leo la Biblia, una pregunta que constantemente
me hago es: “¿Qué significaba eso para la audiencia original?”
Una cosa que debemos tener en cuenta es que los
autores y lectores del primer siglo d.C. no tenían una completa compilación de
los Escritos de los Apóstoles (nuestro NT). Cuando vemos el término “Escritura”
en el NT, se refería al Tanaj (AT). ¡Era la única Biblia que
tenían! La mayoría de los académicos bíblicos creen que los libros contenidos
en el NT fueron escritos entre los años 50 a 150 d.C. El canon del NT no fue
oficialmente cerrado hasta el cuarto siglo d.C.
Nuestros Padres
Cuando pensamos en el rol de un padre, pensamos en
varias cosas. Un padre está involucrado en el proceso creativo con Dios, junto
con su compañera, “creando” un nuevo ser humano hecho a imagen de Dios. Un buen
padre no renuncia a su responsabilidad respecto a sus hijos. Los cría para que
sean adultos responsables. El padre los cuida, los educa en caminos de justicia
(vida correcta), provee para sus necesidades y los castiga cuando sea requerido
para que el padre finalmente pueda ver los resultados deseados. Esas son
algunas de las mismas cosas que nuestro Padre celestial hace mientras cría a
Sus hijos. Nos conduce a una vida en servicio a otros, hasta que recibamos
nuestro premio celestial. Aunque no todos los padres han sido buenos con sus
hijos, nuestro Padre celestial siempre está atento a nuestras
necesidades. Cuando yo era niña y necesitaba corrección, a veces no
comprendía que mi padre procuraba lo mejor para mí. De la misma manera, los
creyentes no siempre comprendemos la razón por la que nuestro Padre Dios hace o
deja de hacer ciertas cosas. Sólo cuando miramos hacia atrás lo podemos ver con
mayor claridad.
Cuando Jesús/Yeshúa y Sus seguidores se
referían al Padre, sin dudas pensaban y hablaban en términos de las
características que leían en el Tanaj (AT). Consideremos
algunos ejemplos.
Padre Misericordioso
“Antes bien,
amen a sus enemigos, y hagan bien, y presten no esperando nada a cambio, y su
recompensa será grande, y serán hijos del Altísimo; porque Él es bondadoso para
con los ingratos y perversos. Sean ustedes misericordiosos, así como su Padre
es misericordioso” (Luc. 6:35-36). Los que
escucharon esas palabras debieron haber pensado inmediatamente en Éxodo 34:6-7:
“Entonces pasó el SEÑOR por delante de él y
proclamó: “El SEÑOR, el SEÑOR, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y
abundante en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, el que
perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado, y que no tendrá por inocente
al culpable; que castiga la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los
hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación.”
Ese pasaje, descrito como los Trece Atributos de
Dios y de Su Misericordia, es muy importante para comprender el carácter de
Dios. Es Su auto-proclamada definición de Sí mismo. Yo escribí otro estudio
sobre eso con más detalles titulado ‘Conociendo y Amando a Dios,’ que
se puede encontrar en nuestro sitio de Internet. Algunas palabras hebreas
claves son: rajam (compasión y misericordia), jen (gracia), arej (paciencia,
lentitud en airarse), jesed (bondad, amor compasivo,
generosidad) y emet (verdad, confiabilidad). El pueblo judío y
los discípulos que escucharon a Jesús/Yeshúa hablar sobre la
misericordia del Padre debieron haber recordado estas asombrosas cualidades de
Dios. Los animaba a acercarse al Padre y a emular Sus cualidades en su propia
interacción con otros. Una relación con el Padre era de gran beneficio para Sus
hijos, pero también era un modelo que debieran seguir para que otros reconozcan
a Dios en sus acciones.
Esa es la misma idea en Mateo 5:16, que dice: “Así
brille la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas
acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos.”
Claramente, ¡no es la intención del Padre que
vivamos simplemente para que seamos felices y satisfagamos nuestros deseos!
Nuestras vidas deben reflejar el carácter de nuestro Padre para que otros Lo
puedan conocer.
Buen Proveedor
“¿O qué
hombre hay entre ustedes que si su hijo le pide pan, le dará una piedra, o si
le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si ustedes, siendo malos, saben
dar buenas dádivas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre que está en los cielos
dará cosas buenas a los que Le piden? Por eso, todo cuanto quieran que los
hombres les hagan, así también hagan ustedes con ellos, porque ésta es la Ley y
los Profetas” (Mat. 7:9-12).
En el pasaje anterior, el Padre se presenta como un
buen proveedor. Cuando los niños tienen buenos padres, saben que les va a dar
de comer. Tienen absoluta confianza en el hecho de que su padre les proveerá.
¡Nuestro Padre celestial es bueno! El rey David testificó de la bondad de Dios,
diciendo: “Yo fui joven, y ya soy viejo, y no he visto al justo
desamparado, ni a su descendencia mendigando pan” (Sal. 37:25).
La frase sobre la Ley y los Profetas arriba es una
referencia a dos de las tres secciones del Tanaj (nuestro AT):
la Torá y los Neviim. ¡Jesús/Yeshúa confirmaba
que el carácter de Dios como proveedor se puede ver en todo el Tanaj!
Quizás los que escucharon a Jesús/Yeshúa también
recordaban la historia de Abraham y el intencionado sacrificio de Isaac, y cómo
Dios proveyó un sustituto: “Y Abraham llamó aquel lugar con el nombre
de El SEÑOR Proveerá, como se dice hasta hoy: ‘En el monte del SEÑOR se
proveerá’” (Gén. 22:14).
Seguramente, recordaban el alimento que Dios
proveyó a la nación en el desierto mientras viajaban desde Egipto a la Tierra
Prometida. O quizás recordaban la manera en que Dios proveyó alimento a Elías
durante el tiempo de hambre en la tierra.
Yo personalmente he experimentado la fidelidad de
mi Padre en proveer a mis necesidades diarias. Cuando primero llegamos a Israel
como voluntarios, orábamos diariamente según Jesús/Yeshúa enfatizó
en su oración: “Danos hoy el pan nuestro de cada día” (Mat.
6:11). Para nosotros, ¡no eran meras palabras de una oración memorizada!
Necesitábamos la provisión de Dios cada día. Durante esos primeros años cuando
teníamos muy poco ingreso, repetidamente vimos la provisión del Señor.
Comprobamos que el Padre ciertamente es bueno, a medida que poníamos nuestra
confianza en Él para proveer a nuestras necesidades.
Confiable
“Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo
alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de
variación” (Sant. 1:17).
“Porque Yo, el SEÑOR, no cambio…” (Mal. 3:6).
¡Nuestro Padre celestial es totalmente confiable!
Un niño que posea un padre temeroso de Dios y confiable es muy afortunado.
Puede tener la confianza de que su padre estará siempre allí para él. Su padre
siempre lo amará, lo protegerá y lo defenderá. Y esos padres reconocen que el
verdadero amor significa que ayudarán a sus hijos para que también sean
temerosos de Dios y responsables. Por eso los entrenan, les modelan una buena
conducta y los regañan cuando sea necesario. Tristemente, muchos hoy se crían
en hogares rotos y no tienen un buen padre quien los críe. Aunque su padre
terrenal sea bueno o malo, presente o ausente, pueden contar con un Padre
celestial muy amoroso.
El rabino Shaul Rosenblatt de Tikkun, Reino Unido,
dice: “El judaísmo nos dice que Dios está comprometido con el bienestar físico
y también espiritual de Sus hijos. Y si las prioridades espirituales y físicas
entrasen en conflicto, la espiritual siempre tendrá prioridad, porque es más
valiosa y más permanente. Dios no es un abuelo. No se aleja frustrado cuando
nos portamos mal. Se queda a nuestro lado y nos trata de guiar a una mejor
manera de vivir. Su dirección a veces podría exigir que soportemos alguna
dificultad, pero siempre lo hace por amor. Los padres a veces hacen que sus
hijos atraviesen experiencias dolorosas—yo tuve que arrancar un diente suelto a
mi hija la semana pasada y ella pensó que yo era Tomás de Torquemada—pero desde
mi perspectiva, lo hice por amor. Dios también hace lo que hace por amor. No
siempre será fácil distinguirlo, pero nuestro Padre celestial dirige nuestras
vidas con un nivel de amor y cuidado mucho mayor que el mejor de los padres.”
Si usted verdaderamente desea madurar como
creyente, considere lo siguiente:
“Por tanto, debes comprender en tu corazón que el
SEÑOR tu Dios te estaba disciplinando, así como un hombre disciplina a su hijo.
Guardarás, pues, los mandamientos del SEÑOR tu Dios, para andar en Sus caminos
y para temerlo” (Deut. 8:5-6).
“Porque el SEÑOR ama a quien reprende, como un
padre al hijo en quien se deleita” (Prov.
3:12).
“Hijo mío, no tengas en poco la disciplina del
Señor, ni te desanimes al ser reprendido por Él.
Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a
todo el que recibe por hijo…Al presente ninguna disciplina parece ser causa de
gozo, sino de tristeza. Sin embargo, a los que han sido ejercitados
(adiestrados) por medio de ella, después les da fruto apacible de
justicia” (Heb. 12:5-6, 11).
¡Podemos depender de que Dios siempre será fiel a
Su palabra!
Padre Nuestro
Cuando Jesús/Yeshúa oró el “Padre
Nuestro,” estoy segura que recordaba las muchas facetas del carácter de Dios y
los muchos eventos en la historia de Israel que evidencian Su amor hacia el
pueblo. Ellos tenían mucha razón al referirse a Él como Padre. Los protegió,
les proveyó, les demostró misericordia, los disciplinó y los dirigió por Su
Palabra. Por otro lado, a veces tenemos la tendencia de querer enfatizar sólo
ciertos aspectos enternecedores de Su carácter, y tendemos a ignorar otros que
no nos gustan. Pero eso nos puede dar un cuadro muy distorsionado de Dios.
Su Palabra nos dice que experimentaremos bendición
cuando andemos en Sus caminos, y nos advierte que no debemos ignorar partes de
Su Palabra que no nos gusten. “Cuidarás de hacer todo lo que te mando;
nada le añadirás ni le quitarás” (Deut. 12:32). Esa misma idea se
repite en Apocalipsis 22:18-19: “Y si alguien quita de las palabras del
libro de esta profecía, Dios quitará su parte del árbol de la vida y de la
ciudad santa descritos en este libro.”
Jesús/Yeshúa repetidamente dirigió la
atención del pueblo hacia Su Padre. Espero que nosotros también recordemos que
tenemos un Padre quien desea que crezcamos, nos desarrollemos y maduremos. Él
quiere demostrar al mundo quién es a medida que Su carácter es reflejado en
nosotros, Sus hijos.
Traducido por Teri S. Riddering,
Coordinadora Centro de Recursos Hispanos
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