Jerusalén, el Lugar que Escogió Dios
¡Jerusalén! La palabra misma evoca gran emoción.
Teddy Kollek, previo alcalde de Jerusalén por casi tres décadas, una vez dijo:
“Todos tienen dos ciudades, la suya propia y Jerusalén.” Ciertamente, nadie es
indiferente hacia Jerusalén: uno la ama, la odia o es fascinado por ella. Sin
importar a dónde voy, encuentro personas que preguntan cómo se siente vivir en
Jerusalén. Son atraídos al lugar que tanto es descrito en las Escrituras y en
su propio periódico. Jerusalén se menciona 881 veces en la Biblia. ¡Personas
que nunca han caminado por sus calles describen a Jerusalén como la Ciudad
Santa, situada en el mismo centro de la Tierra Santa! Verdaderamente, no hay
otro lugar en el mundo como Jerusalén, y es un privilegio vivir aquí.
Mi padre trajo a muchos turistas a Israel, y su
experiencia culminante siempre era Jerusalén. A medida que subía el autobús a
la ciudad, mi padre les dirigía a cantar una canción sobre Sion. Mi esposo es
un guía turístico licenciado y a menudo recuenta las impresiones de turistas
cuando llegan por primera vez a Jerusalén y al Muro Occidental. Personas judías
son atraídas al Muro Occidental, muro de retención de la explanada donde
previamente existía el Templo. Frecuentemente lloran mientras oran en ese
sagrado lugar. Cristianos también se sorprenden cuando sienten la presencia de
Dios allí. Uno de mis antiguos compañeros de Instituto Bíblico recientemente
hizo un tour a Israel. Escribió por Facebook que lloró frente al Muro
Occidental. Eso no es inusual.
Me parece que Jerusalén produce esas respuestas
porque Dios ha escogido ese lugar entre todos los lugares del mundo como su
habitación. Eso lo leemos en muchos pasajes bíblicos.
“Porque el SEÑOR ha escogido a Sion; la quiso para
Su habitación” (Sal. 132:13).
El profeta Joel dijo: “…Yo soy el SEÑOR su
Dios, que habito en Sion, Mi santo monte. Y Jerusalén será santa…” (Joel
3:17).
“…pues ahora he escogido y consagrado esta casa
para que Mi nombre esté allí para siempre, y Mis ojos y Mi corazón estarán allí
todos los días” (2 Crón. 7:16).
Jerusalén es la ciudad de Dios, ¡Su monte santo! La
escogió como Su lugar de habitación en la tierra. Todos los que aman a Dios son
atraídos a Su hogar. Los que conspiran contra Dios también conspiran contra ese
lugar.
Dios dijo que pondría Su nombre allí para siempre.
En nuestra época de imágenes por satélite, hemos podido ver que Dios puso Su
propia estampa sobre los montes de Jerusalén. La letra hebrea shin (ש)
es abreviación para el nombre “El Shaddai.” Desde arriba, se puede
observar la letra shin, formada por los tres valles principales de
Cedrón, Hinom y Turopeón. ¡Dios literalmente estableció allí Su nombre!
Jerusalén, Ciudad del Gran Rey:
“Grande es
el SEÑOR, y muy digno de ser alabado en la ciudad de nuestro Dios, Su santo
monte. Hermoso en su elevación, el gozo de toda la tierra es el Monte Sion, en
el extremo norte, la ciudad del gran Rey” (Sal.
48:1-2).
Geoffrey Wigoder dijo: “El gran rey en tradición
judía es Dios, quien es llamado Rey de Reyes y Señor Rey del Mundo. Cuando un
judío acepta los mandamientos en su momento de Bar Mitzvá o Bat
Mitzvá, eso se conoce como ‘tomar el yugo del reino de los cielos.’ En Rosh
HaShaná, las oraciones adicionales de Amidá incluyen diez
versos de la Biblia sobre el Reinado de Dios.”
La frase “ciudad del gran Rey” también se encuentra
en el evangelio de Mateo. Yeshúa (Jesús) enfatizó su
significado especial cuando prohibió que se jurara por ella: “Pero Yo
les digo: no juren de ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de
Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de Sus pies; ni por Jerusalén,
porque es LA CIUDAD DEL GRAN REY” (Mat. 5:34-35).
¿A quién se refería el salmista cuando dijo “gran
Rey”? Algunos pudieran decir que se refería al rey David, pero yo opino que se
refiere a Dios mismo.
Dios es Rey:
“Batan palmas, pueblos todos; aclamen a Dios con
voz de júbilo. Porque el SEÑOR, el Altísimo, es digno de ser temido; Rey grande
es sobre toda la tierra” (Sal. 47:1-2).
El salmo es enfático: Dios es el “Rey grande sobre toda la tierra.” La
palabra traducida como “pueblos” significa naciones sobre las cuales Dios es el
gran Rey. El salmista judío escribió sobre la preeminencia de Dios. Él no es
meramente el Rey del pueblo judío, sino que es el Rey sobre toda la tierra,
sobre todos los pueblos.
El nombre de Dios, a veces traducido como SEÑOR o
Jehová, es descrito por el pueblo judío como el “Tetragrámaton” porque consiste
de cuatro letras hebreas, yud-hey-vav-hey, o YHVH. Ese
es el nombre personal de Dios. El pueblo judío opina que también es un nombre
inefable (o impronunciable) de Dios. Dicen que por reverencia a Dios, no se
debe pronunciar sino que se debe sustituir por SEÑOR, Adonai, o HaShem (literalmente,
“el Nombre”). Cristianos han intentado pronunciarlo como Yahvé o Jehová. Estoy
casi segura que ninguna pronunciación es correcta, y yo prefiero usar las
letras individuales o la palabra SEÑOR. Ese nombre personal de Dios aparece en
el Tanaj (Génesis a Malaquías) 6,519 veces.
El profeta Isaías también afirma el Reinado del
SEÑOR con la promesa de que nos salvará. “Porque el SEÑOR es nuestro
juez, el SEÑOR es nuestro legislador, el SEÑOR es nuestro rey; Él nos salvará” (Isa.
33:22).
Muchos otros versos bíblicos demuestran la idea de
que Dios es Rey y que Él reina sobre un trono (Sal. 103:19; Ezeq. 1:26-28). Un
ejército celestial lo rodea y le sirve (1 Rey. 22:19). Él establece los
gobernantes sobre la tierra (Dan. 2:37). Él controla los desastres naturales
(Sal. 29:10, 93:1-4). Su reino es descrito con palabras de poder y gloria (Sal.
145:11-13). Él actúa con justicia, santidad y rectitud.
“¡El SEÑOR reina, estremézcanse los pueblos; Él
está sentado como Rey sobre los
querubines, tiemble la tierra! El SEÑOR es grande en Sion, y exaltado
sobre todos los pueblos. Alaben Tu nombre grande y temible; Él es santo. El
poder del Rey ama la justicia; Tú has establecido la equidad; has hecho juicio
y justicia en Jacob. Exalten al SEÑOR nuestro Dios, y póstrense ante el estrado
de Sus pies; Él es santo…Exalten al SEÑOR nuestro Dios, y póstrense ante Su
santo monte, porque santo es el SEÑOR nuestro Dios” (Sal. 99:1-5, 9).
En ese Salmo 99, vemos alusiones al Monte del
Templo en Jerusalén.
Leemos que “Él está sentado como Rey sobre los
querubines,” los que se encontraban sobre el Arca del Pacto en el
Lugar Santísimo. Vemos esa frase en cinco otros lugares (1 Samuel 4:4; 2 Samuel
6:2; 2 Reyes 19:15; 1 Crónicas 13:6; Isaías 37:16). Nos dice que nos postremos
ante Su santo monte, referencia al Monte del Templo. En el pensamiento judío,
el Monte del Templo es sagrado porque la santidad de Dios emana de allí. En un
comentario judío por Art Scroll sobre los Salmos, leemos: “El
salmista comprueba que el Tabernáculo y el Templo son la fuente desde donde
emana la Santidad hacia toda la tierra…El lugar donde habita la presencia
divina de Dios es asombrosa y sagrada, según enseña Levítico 19:30.” Quizás esa
es la razón por la cual tantas personas son movidas a lágrimas frente al Muro
Occidental. De manera jocosa, dicen que una llamada telefónica desde ese lugar
al cielo es una llamada local. El Midrash (antiguo comentario
judío) dice: “Si alguien ora en Jerusalén, es como si orara ante el Trono de la
Gloria, porque allí se encuentra la puerta del cielo, como dice [en Génesis
28:17]: ‘Esta es puerta del cielo.’”
El día regular de una persona judía ortodoxa es
marcada con muchas bendiciones a Dios, que comienzan con: “Bendito seas Tú, o
Señor Dios Nuestro, Rey del Universo, quien nos ha ordenado a…” Durante Rosh
HaShaná (el Nuevo Año Judío o la Fiesta de las Trompetas) existe un
énfasis especial sobre el Reinado de Dios. Simón Jacobson dice: “En Rosh
HaShaná aceptamos sobre nosotros a D-os como la única y absoluta
autoridad que gobierna todo aspecto de nuestras vidas, y nos sometemos a Su
juicio, quien creemos que es misericordioso porque nuestro Rey es también
nuestro Padre.”
Parte del Maljiyot, que significa
“Reinado” (sección principal en las oraciones durante Rosh HaShaná)
lee de la siguiente manera: “Y Tú, o Señor, reinarás; Tú sólo sobre todas Tus
obras desde el Monte de Sion [localización del Monte del Templo], el lugar de
habitación de Tu gloria, y desde Jerusalén, Tu ciudad santa; como está escrito
en Tu Santa Palabra: ‘El Señor reinará por siempre, tu Dios, o Sion, por todas
las generaciones. Alaben al Señor.’”
Expectativa Mesiánica:
Eruditos, tanto judíos como cristianos, ven esas
referencias bíblicas sobre el Reinado dentro del contexto de la futura
Era Mesiánica. El autor I. H. Marshall, en su artículo en la Enciclopedia
Pictórica Zondervan, dice: “El centro de interés teológico
judío no consiste, sin embargo, en la idea de que Dios es actualmente rey, sino
en la expectativa de Su futura actividad cuando establezca Su visible y
poderoso gobierno entre los seres humanos. En los evangelios existe amplia
evidencia de esa expectativa que sentía el pueblo, aparte de cualquier estímulo
que aportara Jesús mismo al entusiasmo.”
Esa expectativa se puede observar modernamente en
las oraciones diarias, en las de Rosh HaShaná y en las del Kadish,
oraciones por los que han perdido un ser querido. Las primeras dos oraciones en
el Kadish dicen: “Glorificado y santificado sea el gran nombre
de Dios en toda la tierra que Él ha creado, según Su voluntad. Que Él
establezca Su reinado durante tu vida y durante tus días, y durante la vida de
toda la Casa de Israel, pronto y rápidamente. Y todos digan: Amén.”
Los cristianos anhelamos ansiosamente el día cuando Yeshúa llegue
por segunda vez para iniciar la Era Mesiánica. Pero nuestros amigos judíos
esperan esa misma llegada del Mesías y el establecimiento de la Era Mesiánica.
Muchos me han comunicado que cuando Él llegue, le preguntarán si esa es Su
primera o Su segunda visita. Aunque todavía al presente tenemos nuestras
diferencias, podemos estar de acuerdo en que el Mesías ha de venir, y todos nos
regocijaremos con las huestes celestiales.
En el libro de Apocalipsis, hay una descripción de
la Nueva Jerusalén: “Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que
descendía del cielo, de Dios, preparada como una novia ataviada para su esposo.
Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: ‘El tabernáculo de Dios está
entre los hombres, y El habitará entre ellos y ellos serán Su pueblo, y Dios
mismo estará entre ellos. El enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá
muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han
pasado’” (Apoc. 21:2-4).
“Entonces me llevó en el Espíritu a un monte grande
y alto, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo, de
Dios, y tenía la gloria de Dios. Su fulgor era semejante al de una piedra muy
preciosa, como una piedra de jaspe cristalino. Tenía un muro grande y alto con
doce puertas, y en las puertas doce ángeles, y en las puertas estaban escritos
los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel…El muro de la ciudad
tenía doce cimientos, y en ellos estaban los doce nombres de los doce apóstoles
del Cordero” (Apoc. 21:10-12, 14).
Jerusalén, la ciudad santa, la ciudad real de Dios,
será centralmente importante por siempre.
Realeza:
Hay algunas familias reales en el mundo hoy día,
aunque su época de poder ya ha pasado y ocupan un papel meramente simbólico. El
verdadero poder lo tienen los primeros ministros, los presidentes y los
parlamentaristas. No obstante, cuando uno visita esos reinos, encontrará
asombrosos palacios y miles de turistas que los visitan anualmente. Si alguien
llega a ver un miembro de la familia real, lo recordará por el resto de su
vida. Cuando uno de ellos se casa, el mundo lo celebra con gran pompa. Sus
palacios son muy protegidos, frecuentemente con altos muros y fosos de agua
alrededor. Soldados especiales los protegen. La gente tiende a admirar dichos
símbolos de poder, grandeza y autoridad. Algunos han tenido buenas intenciones,
pero otros han deseado derrocar sus gobiernos.
Los creyentes, cuando pensamos en el Señor como Rey
y el hecho de que haya escogido a Jerusalén como Su ciudad real, podemos
comenzar a comprender la increíble fuerza de atracción que representa la ciudad
de Jerusalén, la ciudad del Gran Rey. Algunos desean acercarse a Dios.
Presentan sus oraciones en pedacitos de papel en las rendijas del Muro
Occidental. Buscan el rostro de Dios en ese lugar.
Cuando el Rey Salomón dedicó el Templo a Dios,
pidió muchas maravillosas bendiciones. Una de ellas es especialmente
significativa para mí: “También en cuanto al extranjero que no es de Tu
pueblo Israel, cuando venga de una tierra lejana a causa de Tu nombre (porque
oirán de Tu gran nombre, de Tu mano poderosa y de Tu brazo extendido); cuando
venga a orar a esta casa, escucha Tú desde los cielos, el lugar de Tu morada, y
haz conforme a todo lo que el extranjero Te pida. Para que todos los pueblos de
la tierra conozcan Tu nombre para que Te teman, como Te teme Tu pueblo Israel,
y para que sepan que Tu nombre es invocado sobre esta casa que he edificado” (1
Reyes 8:41-43).
La primera vez que mi esposo visitó el Muro
Occidental en 1979 fue fuertemente impactado por la presencia de Dios. El
Nombre de Dios está en ese lugar, y todavía hoy día personas pueden encontrar a
Dios en ese santo lugar. Cuando usted visite a Jerusalén, asegúrese de orar
ante el Muro Occidental y reclame las promesas incluidas en la oración del Rey
Salomón.
Pero otras personas llegan a Jerusalén con otra
intención. Ellos se oponen al Señor. Históricamente, muchos han intentado
destruir esa ciudad de Dios. Otros la han intentado dividir. Existe una guerra
espiritual en torno a Jerusalén que se palpa en el ambiente natural. Según
Wikipedia: “Durante su larga historia, Jerusalén ha sido atacada 52 veces,
capturada y recapturada 44 veces, asediada 23 veces y destruida dos veces.”
Aquellos que son espiritualmente sensitivos sienten
la guerra espiritual sobre la ciudad de Jerusalén. Hay personas en el ámbito
natural y espiritual que desean derrocar al Señor, nuestro Dios. No desean
caminar según los mandatos de Su reino.
En esta época, luego de que Dios reuniera al pueblo
judío desde los cuatro confines de la tierra, ellos son los que guardan la
ciudad santa. Vez tras vez, el Señor les ha dado la victoria en la batalla. Aun
así, en los capitolios del mundo, incluyendo las Naciones Unidas, hay muchas
personas tramando contra Israel para impedir los planes del Dios de Israel.
Jerusalén Reunificada:
Cristianos en todas partes oran por la paz de
Jerusalén luego de leer el verso que dice: “Oren ustedes por la paz de
Jerusalén: ‘Sean prosperados los que te aman. Haya paz dentro de tus muros, y
prosperidad en tus palacios’” (Sal. 122:6). ¡Continúe leyendo! El
salmo concluye diciendo: “Por amor de mis hermanos y de mis amigos,
diré ahora: ‘Sea la paz en ti.’ Por amor de la casa del SEÑOR nuestro Dios
procuraré tu bien” (Sal. 122:8-9). Como la Biblia hebrea es un
lenguaje principalmente de consonantes, cada palabra se basa en una raíz de
tres o cuatro consonantes, las que pueden ser interpretadas en diversas
maneras. Los traductores usualmente dependen del contexto para determinar su
significado correcto. La palabra clave en el pasaje anterior es “paz.” La raíz
consiste de shin-lamed-mem (שלם). Esa palabra podría
representar “shalom” (paz) o “shilem” (unidad o plenitud). Desde
1967, la ciudad de Jerusalén ha estado re-unificada y completa. Este año
celebramos los 50 años desde que Jerusalén se volvió a unir bajo la soberanía
del gobierno de Israel.
Al terminar la Guerra de Independencia de 1948, los
jordanos ocuparon a Jerusalén. La ciudad nunca había sido parte de su
territorio y su ocupación sólo fue reconocida por dos países. Durante los 19
años de ocupación jordana, la visita a lugares sagrados era muy restringida,
tanto para judíos como para cristianos. Los lugares sagrados fueron profanados,
y se demarcó una fea “tierra de nadie” entre el este y el oeste de Jerusalén.
En 1967, Israel y Jerusalén fueron nuevamente atacados por varias naciones
vecinas. Milagrosamente, en sólo seis días, la guerra terminó e Israel ganó. El
territorio reclamado por Jordania volvió a estar bajo control de Israel, y un
grupo de paracaidistas fueron los primeros en llegar al Muro Occidental.
El General Uzi Narkiss dirigió la batalla que
liberó a la Ciudad Antigua en 1967. Luego relató ese momento: “En silencio,
bajé mi cabeza. En ese angosto espacio [frente al Muro Occidental] se encontraban
paracaidistas sucios, fatigados, todavía cargando sus armas. Y ellos
lloraban…Eran lágrimas de gozo, de amor, de pasión, de una primera reunión
inimaginable con el antiguo monumento de su devoción y de sus oraciones.
Abrazaban las piedras, las besaban. Esos valientes paracaidistas, cansados de
su lucha, formaban con sus labios el Shemá.” [El “Shemá” es
la oración que comienza con: “Escucha, oh Israel, el SEÑOR es nuestro
Dios, el SEÑOR uno es” en Deuteronomio 6:4.]
Luego de que Jerusalén fuera liberada, el Principal
Rabino Shlomo Goren se dirigió a los soldados diciendo: “El sueño de todas las generaciones
ha sido realizado ante nuestros ojos. La ciudad de Dios, el lugar del Templo,
el Monte del Templo y el Muro Occidental, símbolo de la Redención Mesiánica del
pueblo judío, ha sido liberado este día por ustedes, los héroes de la Fuerza de
Defensa Israelí.”
El mundo continúa presionando a Israel para que
divida la tierra y la ciudad de Jerusalén. Refiriéndose a la centralidad de
Jerusalén para el pueblo judío, el Primer Ministro Benjamín Netanyahu declaró:
“Israel no podrá negociar ese aspecto de Jerusalén bajo ninguna circunstancia,
al igual que los americanos no podrán negociar sobre Washington, los ingleses
sobre Londres, o los franceses sobre París. Israel está preparado a ofrecer
derechos plenos y equitativos a los árabes en Jerusalén, pero no tendrán
derecho sobre Jerusalén.”
Yo me comprometo a estar de lado del
Gran Rey y proclamar que esa es Su ciudad donde ha puesto Su nombre. Únase a
nosotros mientras oramos por la plenitud y la paz de Jerusalén.
por: Rebecca J. Brimmer, Presidenta Ejecutiva
Internacional
Traducido por Teri S. Riddering / Coordinadora Centro de Recursos Hispanos
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