Éxito y Autocontrol

«En ningún momento es más difícil el auto control que en los momentos de éxito». No sé a qué autor atribuirle esta cita, pero conlleva una gran cantidad de sabiduría. El éxito tiene la mala costumbre de alimentar egos, inflar el orgullo y generar un exceso de confianza de los que lo alcanzan.
Algo muy cotidiano en las noticias es el ver a los animadores, a los atletas profesionales y demás celebridades pavoneándose llenos de orgullo, disfrutando de la adulación recibida y de estar brillando en los medios. Pocas cosas tienen el efecto de deformar una imagen propia como el éxito.
Este fenómeno también se manifiesta en el mercado. Ejecutivos de ventas que cierran importantes contratos en una rápida sucesión y luego se encuentran con grandes dificultades con sus egos. Una persona recibe una promoción, y de repente tiene la tentación de considerarse a sí mismo como alguien mucho más importante de lo que era antes. Otra recibe un gran premio y en poco tiempo se está «pavoneándose» ante sus compañeros y colegas.
Esto no es nuevo, es un problema que ha atravesado las edades. Hace más de 150 años, el entonces presidente estadounidense Abraham Lincoln observó: «Casi todos los hombres pueden soportar la adversidad, pero si quieres probar el carácter de un hombre, dale poder». En su opinión, la fuerza de carácter no es revelado en el ejercicio brutal de autoridad, sino en la propia capacidad para retener un sentido de humildad en la estela de éxito.
Muchos siglos antes, Pablo el apóstol escribió acerca de esto a los cristianos en la antigua Roma, diciendo, «…Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación…» (Romanos 12:3 NVI). En otras palabras, debemos tratar de mantener nuestros éxitos y victorias personales en la perspectiva correcta.
Incluso antes de que Pablo hiciera estas observaciones, Jesucristo enseñó acerca de las virtudes de la humildad genuina. Él dijo: «Porque el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Mateo 23:12 NVI).
Y miles de años antes de que Abraham Lincoln expusiera sus pensamientos de la manera en que el poder y el estatus ponen a prueba el carácter, el escritor del libro de Proverbios del Antiguo Testamento hizo una observación similar. «El fuego prueba la pureza del oro y de la plata, pero la persona es probada por las alabanzas que recibe» (Proverbios 27:21 NTV). Como dijo Lincoln, mientras que percibamos a la adversidad y las dificultades como unas pruebas duras, la forma en que respondamos cuando las cosas van muy bien, también suele ser muy reveladora.
Entonces, ¿cómo debemos responder cuando se nos presente el éxito, sea cual sea el esfuerzo realizado? Todos queremos tener éxito en nuestro trabajo, así como en nuestra vida personal. Pero eso no garantiza que tengamos que rompernos los brazos al darnos palmaditas en la espalda. Si nos negamos a permitir que el éxito se nos suba a la cabeza, bien podemos encontrar un elogio procedente de otras fuentes:«Es mejor que te alabe gente extraña, y no que te alabes tú mismo» (Proverbios 27:2 RVC).

Otro muy instructivo pasaje se centra en Dios, quien nos provee de las oportunidades, los talentos y recursos para tener éxito; ese es el mejor enfoque: «Nunca dejes de leer el libro de la Ley; estúdialo de día y de noche, y ponlo en práctica, para que tengas éxito en todo lo que hagas» (Josué 1:8 TLA).
Por Robert J. Tamasy / MANÁ DEL LUNES

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