Enfrentando el Desafío del Perdón
¿Cuándo fue la
última vez que perdonó a alguien por algo malo o equivocado que le hizo?
¿Cuándo fue la última vez que fue con otra persona y le pidió perdón?
Estas pueden ser
preguntas desafiantes, porque de entre las muchas cosas que se requieren que
hagamos en el mundo empresarial y de negocios, el perdonar y ser perdonado, es
por mucho lo más difícil. Tan difícil que, de hecho, muchas personas optan por
evitar hacerlo por completo. Nos aferramos a los rencores y dolores en lugar de
intentar reconciliar las relaciones. En vez de pedir perdón, incluso si nos
damos cuenta de que hemos dicho o hecho algo mal, preferimos ignorar la
situación, esperando que la otra parte la olvide con el tiempo.
C.S. Lewis, uno
de los grandes pensadores del siglo XX, lo resumió muy bien cuando observó:
«Todos piensan que el perdón es una idea encantadora, hasta que tienen algo que
perdonar». Podría haber estado diciendo que cuando se trata del perdón, es de
más bendición recibirlo que darlo.
Los consultores
experimentados y los capacitadores saben que un problema recurrente que sus
clientes deben encarar es el perdón. El fracaso en perdonar puede destruir
asociaciones, equipos de liderazgo, incluso organizaciones enteras. Puede ir
desde algo sencillo, como palabras poco amables, pasando por estallidos en
cólera que propiciaron el haber dicho o hecho cosas más tarde se han lamentado,
hasta el fracaso total en cumplir un importante compromiso.
Puede ser fácil
decir «perdonar y olvidar», pero es extremadamente difícil hacerlo. A menudo,
para perdonar se siente que es como dejar a alguien fuera del juego por causa
del mal hecho, sin hacerle reparar el daño. En vez de resolver, decidimos nunca
olvidar el daño que nos han hecho. El problema es que podemos llegar a ser
víctimas de nuestra propia falta de voluntad para perdonar. Las partes
infractoras pueden no ser conscientes del dolor que albergan, puede que no les
importe, o podemos haber perdido el contacto con ellos, no dejando ninguna
oportunidad para la reconciliación o la restitución.
Entonces, ¿qué
debemos hacer con respecto al perdón? La Biblia ofrece buenos consejos sobre
este asunto:
Esté dispuesto a
perdonar aún más de lo necesario.
Hablando con Sus seguidores, Jesús rechazó el enfoque vengativo del «ojo por
ojo» para corregir los errores. En cambio, instó a ser la «persona más madura»
en el conflicto. «Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente
por diente”. Pero yo les digo: No resistan al que les haga mal. Si alguien te
da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Si alguien te
pone pleito para quitarte la camisa, déjale también la capa» (Mateo
5:38-40 NVI).
Considere cuánto
Dios le ha perdonado. Al ofrecer
Su oración modelo como guía, Jesús puso especial énfasis en perdonar a otros.«Perdónanos
nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Si
ustedes perdonan a los otros sus ofensas, también su Padre celestial los
perdonará a ustedes. Pero si ustedes no perdonan a los otros sus ofensas,
tampoco el Padre de ustedes les perdonará sus ofensas» (Mateo
6:12,14,15 RVC).
El no perdonar
puede sembrar semillas de amargura. Incluso si los sentimientos son justificados,
ser capaz de perdonar puede liberarnos de una forma de «cáncer emocional». «Líbrense
de toda amargura, furia, enojo, palabras ásperas, calumnias y toda clase de
mala conducta. Por el contrario, sean amables unos con otros, sean de buen
corazón, y perdónense unos a otros, tal como Dios los ha perdonado a ustedes
por medio de Cristo» (Efesios 4:31-32 NTV).
Por Robert J. Tamasy - MANÁ DEL LUNES
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