BAJO LA SOMBRA DE SUS ALAS
¿Tuvo usted una niñez positiva que le continúa
impactando su vida hoy día? Cuando yo era un tierno e impresionable niño de
ocho años, mis padres trabajaban en una universidad. Un estudiante graduado de
biología se interesó en ayudarme a mí y a mi hermano gemelo. En la primavera
nos llevaba a ver los nidos de aves y a hacer investigaciones de campo. Yo
quedé fascinado. Pude ver la creación de Dios de primera mano mientras los
pajaritos salían de su cascarón y luego se desarrollaban. Compré mi primer par
de binoculares en una venta especial, y desde entonces siempre he disfrutado
estudiar las aves.
Una combinación de mi amor por la Palabra de Dios y mi admiración por la
belleza de las aves que Él creó me pareció algo natural. Con el paso de los
años, me ha parecido interesante y significativo estudiar las diversas
referencias a las aves en las Sagradas Escrituras. Lo que distingue las aves de
casi el resto del reino animal son sus alas. Miremos algunas de las lecciones
que podemos aprender en la Biblia sobre las aves, especialmente sobre sus alas.
Después de todo, Yeshúa (Jesús) dijo en Mateo 6:26 que
hiciéramos precisamente eso: "Miren las aves del cielo,
que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, el Padre
celestial las alimenta. ¿No son ustedes de mucho más valor que ellas?" (énfasis
añadido).
Forma de Escape/Seguridad
Las alas de un ave son su modo de seguridad. En el Salmo 55, el Rey David miró
a las aves y deseó tener esa ventaja para huir de sus adversarios, clamando: "Terror
y temblor me invaden, y horror me ha cubierto. Y dije: '¡Quién me diera alas
como de paloma! Volaría y hallaría reposo. Ciertamente huiría muy lejos;
moraría en el desierto'" (Sal. 55:5-7). Una de las mayores
ventajas de tener alas es que el ave puede rápidamente abrirlas y escapar del
peligro, volando a gran altura y distancia de su percibida amenaza. De hecho,
Dios describió así Su intervención en bien de los israelitas cuando los sacó de
su esclavitud en Egipto. "Ustedes han visto lo que he hecho a los
Egipcios, y cómo los he tomado sobre alas de águilas y los he traído a Mí" (Éx.
19:4). En su comentario, Matthew Henry declaró sobre ese verso: "Hay
implicaciones de gran velocidad. Dios no sólo llegó sobre alas para librarlos
(al llegar el momento propicio, Dios voló sobre un querubín), sino que los sacó
de prisa sobre las alas. También lo hizo con facilidad y fuerza, como con la
velocidad de un águila."
Debido a su habilidad de volar muy alto y hacer su nido en los riscos más
inaccesibles, el águila no sufría de predadores. Tanto Abdías como Jeremías
usaron esa referencia visual para referirse al inminente juicio que sufrirían
por parte de sus enemigos los edomitas, y que Dios no les permitiría escapar: "'Te
ha engañado la soberbia de tu corazón; tú que vives en las hendiduras de las
peñas, que ocupas la cumbre del monte. Aunque hagas tu nido tan alto como el
del águila, de allí te haré bajar,' declara el SEÑOR" (Jer.
49:16). También añade: "'Aunque te remontes como el águila, y
aunque entre las estrellas pongas tu nido, de allí te derribaré,' declara el
SEÑOR" (Abd. 1:4).
Modo de Defensa
Isaías 31:5 describe un cuadro vívido de la fiereza de las aves adultas cuando
defienden a sus polluelos y lo asemeja a la forma en que Dios defiende a
Jerusalén. "Como aves que vuelan, así protegerá el SEÑOR de los
ejércitos a Jerusalén; la protegerá y la librará, la perdonará y la
rescatará." La mayoría de las aves son agresivas cuando defienden
a su nido y sus hijos. Si perciben una amenaza, los padres se convierten en
bombas aéreas contra el intruso y lo ahuyentan. Frecuentemente usarán sus picos
y garras para atacar.
Cuando fuimos por barco a una isla que servía como santuario de aves, la guía
dio a cada participante del grupo un palo largo antes de que desembarcáramos, y
dijo que lo mantuviéramos sobre nuestras cabezas. Explicó que los charranes
(parecidos a las gaviotas) atacarían el palo en vez de nuestras cabezas. Una
vez nos encontramos en la orilla, y una señora se sintió cansada de aguantar el
palo sobre su cabeza y lo bajó. Casi de inmediato, un charrán la atacó,
removiendo parte de su cuero cabelludo con su fuerte pico. Las consecuencias
pudieran ser aún más severas con las aves de rapiña, cuando utilizan sus
poderosas garras para infligir dolor y ahuyentar a su enemigo. La próxima vez
que usted vea a un ave mientras defiende agresivamente a su nido, recuerde cómo
Dios defiende a Jerusalén, Su ciudad santa. Y Él hará eso mismo para
protegernos a nosotros, a Sus hijos.
Ciertamente, hemos sido ordenados en el Salmo 122:6 a orar por la paz de
Jerusalén, y en Isaías se nos dice que no debemos permitir que Dios se olvide
de Su promesa de defender a Jerusalén. Por medio de nuestras fieles y
fervientes oraciones, podemos recordarle que defienda así a Jerusalén.
Medio de Ataque
En tiempos bíblicos, el águila en vuelo era uno de los animales más veloces y,
comparado con los seres humanos, podía cubrir grandes distancias en muy corto
tiempo. Deuteronomio 28:49 describe cómo un enemigo vendría rápidamente sobre
Israel: "El SEÑOR levantará contra ti una nación de lejos, desde
el extremo de la tierra, que descenderá veloz como águila…" Nuevamente,
en Jeremías 4:13 dice: "Miren, él sube como las nubes, y sus
carros como un torbellino; sus caballos son más ligeros que las águilas…" (Vea
también Lamentaciones 4:19 y Habacuc 1:8.)
Hay informes de que águilas pueden sobrepasar las 80 mph (130 km/h) mientras
ascienden. Los halcones pueden alcanzar velocidades de 249 mph (400 km/h)
mientras se lanzan hacia la tierra contra su presa. Job observaba a las aves y
comparó la velocidad de un águila arrojándose contra su presa con el paso de la
vida (Job 9:25-26). Además de ser veloces, las águilas luchan contra otros más
pesados que ellas. Águilas pueden pesar hasta 20 libras (9 kilos), con una
expansión de alas hasta 6½ pies (2 m), pero pueden cargar una presa de hasta
dos veces su propio peso.
Grandes Distancias – Con Poco Empeño
Una de mis actividades favoritas al observar las aves es seguir la trayectoria
de un ave de rapiña mientras circula sobre el aire cálido y flota sin empeño,
remontándose hasta casi desaparecerse de vista. El ave captura el aire caliente
bajo sus alas y se eleva sin necesidad de mover las alas ni de gastar gran
energía. De hecho, así hacen muchas de las aves migratorias. Ellos se unen a
los aires termales y entonces se impulsan a lo largo de grandes distancias sin
tener que mover sus alas ni cansarse de manera significativa. Eso es
exactamente lo que prometió el Señor a los que esperan en Él: "Pero
los que esperan en el SEÑOR renovarán sus fuerzas. Se remontarán con alas como
las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán" (Isa.
40:31).
De manera semejante, muchos hemos visto cuán fácilmente el dinero y la riqueza
se nos puede desvanecer, según advirtió Salomón en Proverbios 23:4-5. "No
te fatigues en adquirir riquezas, deja de pensar en ellas. Cuando pones tus
ojos en ella, ya no está. Porque la riqueza ciertamente se hace alas como
águila que vuela hacia los cielos.”
Fuente de Consuelo/Protección
Quizás la analogía más conocida respecto a alas en las Escrituras es la de
protección y cuidado divino. Luego del Éxodo, Dios cuidó y llevó a los
israelitas por el desierto durante cuarenta años. "Lo encontró en
tierra desierta, en la horrenda soledad de un desierto; lo rodeó, cuidó de él,
lo guardó como a la niña de Sus ojos. Como un águila que despierta su nidada,
que revolotea sobre sus polluelos, extendió Sus alas y los tomó, los llevó
sobre Su plumaje. El SEÑOR solo lo guió, y con él no hubo dios extranjero" (Deut.
32:10-12). De hecho, las águilas pueden quedarse sentadas sobre sus nidos para
proteger a los huevos y sus polluelos por más de 24 horas durante fuertes
tormentas de nieve al punto de que se encuentran casi cubiertas de pesada nieve.
Una vez que pasa la tormenta, se levantan, extienden sus poderosas alas y se
sacuden de la nieve.
Esa es la misma ilustración que Dios da sobre la fiesta de Sucot,
la Fiesta de los Tabernáculos. Mientras viven en temporeras enramadas por siete
días, los judíos recuerdan la divina presencia de Dios cuando los cargó y los
sostuvo por el desierto. Sus pies no se hincharon ni su ropa se gastó. Les
proveyó agua, alimento y protección. Los cubrió en el desierto inhóspito, donde
hubiesen muerto si Dios no estuviese con ellos.
Al describir la protección y provisión de Dios en el desierto, el Salmo 105:39
dice: "Extendió una nube para cubrirlos, y fuego para iluminarlos
de noche." A pesar de su ambiente tan hostil, podían regocijarse
en Dios. El Rabino Lord Jonathan Sacks, reflejando sobre Sucot,
dijo: "Para mí, la enramada con su techo de hojas es un símbolo de fe.
Nada es más frágil, vulnerable y expuesto al viento y a la lluvia como esa
liviana vivienda. Pero nada sostuvo al pueblo más que el conocimiento de que
estaba rodeado por las alas de la Divina presencia. La fe de los judíos, a
través de las generaciones, no era ignorante ni ciega. No tenían ilusiones de
que todo estuviese bien en su mundo tenebroso, pero habitaban en su sucá y
cantaban. El reconocer que la vida está llena de riesgos pero aún la podían
disfrutar, y el sentir plena incertidumbre en su situación humana pero aún se
podían regocijar, eso para mí es fe." Al mirar hacia atrás y recordar cada
vez que Dios nos ayudó y nos sostuvo, nosotros también nos podemos gozar de
estar bajo la sombra de Sus alas. Podemos ver ese tipo de fe en el Salmo 63,
cuando David reflejó sobre los días que pasó en su propio desierto. En el verso
7, dijo: "Porque Tú has sido mi ayuda, y a la sombra de Tus alas
canto gozoso."
En los Salmos encontramos más usos de esa analogía de habitar seguramente bajo
la sombra de Sus divinas alas:
"Guárdame como a la niña de Tus ojos; escóndeme a la sombra de Tus
alas" (Sal. 17:8).
"¡Cuán preciosa es, oh Dios, Tu misericordia! Por eso los hijos de los
hombres se refugian a la sombra de Tus alas" (Sal. 36:7).
"Ten piedad de mí, oh Dios, ten piedad de mí, porque en Ti se refugia
mi alma; en la sombra de Tus alas me ampararé hasta que la destrucción
pase" (Sal. 57:1).
"Que more yo en Tu tienda para siempre; y me abrigue bajo el refugio de
Tus alas" (Sal. 61:4).
"El que habita al amparo del Altísimo morará a la sombra del
Omnipotente…Con Sus plumas te cubre, y bajo Sus alas hallas refugio; escudo y
baluarte es Su fidelidad" (Sal. 91:1, 4).
En muchos libros judíos de oración (sidurim) existe una oración por la
nación de Israel, añadida a su liturgia poco después del renacimiento del
moderno estado en 1948. Utiliza esta analogía de encontrar refugio bajo las
alas de Dios, que es tan prevalente entre los salmos judíos: "Avinu
SheBaShamayim (Nuestro Padre Celestial), Roca y Redentor de Israel,
bendice al Estado de Israel, el inicio del florecimiento de Tu redención final.
Protégelo bajo las alas de Tu misericordioso amor y cúbrelo con el Tabernáculo
de Tu Paz."
El Pastor Chris Demetriou narra la historia de una gallina que una vez pereció
en un fuego de su establo. La estructura se prendió en fuego y trágicamente
todos los animales perecieron en las llamas. Encontraron a una gallina
carbonizada mientras se sentaba sobre su nido; pero debajo de su cuerpo, los
pollitos estaban todavía vivos. Aunque los otros animales no pudieron huir de
las llamas, ella pudo haber salido volando. Pero no, ella decidió permanecer
allí para proteger a sus pequeños, a expensas de su propia vida. Qué
ilustración del corazón de Yeshúa cuando hizo referencia al
Salmo 91:4. "¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y
apedrea a los que le son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos,
como la gallina a sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste!" (Luc.
13:34). Yeshúa dio Su propia vida por nosotros, con la
esperanza puesta delante de Él (Heb. 12:2). Un antiguo himno declara:
Pudo haber llamado a diez mil ángeles
Para destruir al mundo y quedar libre.
Pudo haber llamado a diez mil ángeles,
Pero murió solo por ti y por mí.
Los cristianos creemos que, gracias a la fidelidad de Yeshúa en
cumplir la voluntad de Su Padre, podemos entrar bajo la sombra protectora de
Sus alas.
Los Sabios Eruditos
En un midrash (comentario judío), los mandamientos de Dios se
comparan con las alas de un ave que pueden elevar a la persona por sobre el
nivel puramente terrenal y acercarlo a Dios. Muchas personas parecen creer que
tales mandamientos o instrucciones limitan su libertad, que son una carga o que
hacen la vida imposible. Dicen: "Dios no realmente quiere que los humanos
vivan de esa manera, ¿verdad?" Aunque a primera vista, esas instrucciones
de Dios pudiesen parecer cargas pesadas, imposibles de guardar, todo depende de
cómo se miren. Si uno verdaderamente comprende la razón tras los mandamientos y
los beneficios de guardarlos, uno podrá apreciarlos y usarlos para elevarlo y
acercarlo a Dios. El Salmo 119 enfatiza esa verdad vez tras vez.
Existe una historia interesante sobre la creación. En el principio, había una
pequeña y delicada paloma que se acercó a Dios para quejarse. Le preguntó:
"¿Por qué fui creado tan pequeño y frágil? No tengo dientes ni garras para
defenderme. Mi color es blanco y puedo ser visto fácilmente por otros animales
y ser presa fácil. Mis pies son tan pequeños que no puedo escapar de mis
perseguidores. Es muy injusto la manera en que me hiciste."
Dios escuchó el argumento de la paloma, y le respondió: "Yo te compensaré
con algo." Entonces le puso un par de alas a cada lado de su cuerpecillo.
Al poco tiempo, la paloma volvió a quejarse, diciendo: "Fue
suficientemente malo antes de que me compensaras, pero ahora tengo dos grandes
protuberancias sobre mi espalda. Eso me ha añadido más peso a mi cuerpo. Aunque
antes no podía correr, trataba lo más posible. Pero ahora, con esas dos cosas a
cada lado, ¡se me hace demasiado difícil!"
Dios se sonrió, apartó a un lado la paloma, y pacientemente le enseñó que sus
alas no eran una carga, sino que le servirían para volar. Dijo: "Mi hijo,
por favor comprende. Ahora te he dado alas. Tu destino está en tus propias
manos. Si las usas para volar, nunca te pesarán, y podrás volar mucho más alto
que los que viven sobre la tierra; podrás subir y subir más alto que el cielo.
Volarás hasta los cielos, más alto de lo que pudieses soñar." La paloma
pronto aprendió a volar, y alcanzó hasta las nubes.
En realidad, las instrucciones de Dios a nuestra vida son como alas a nuestra
alma. Nos ayudan a inventar cosas, a protegernos y a establecer una conexión
con Dios en este mundo. Cada mandamiento, en su propia forma, nos enseña a
manifestar la realidad de Dios en nuestras vidas. Nos ayudan a evitar lo que
nos puede distanciar de Su presencia y a participar en Su revelación al mundo.
También podemos aprender de fuentes judías que, de la misma manera en que la Torá y
los mandamientos son como dos alas para elevarnos sobre nuestra existencia
terrenal y nos acercan a Dios, hay otra tradición judía que dice que tenemos
dos alas que pueden elevar nuestra conducta: nuestro amor a Dios y nuestro
temor a Dios. Pero las alas no son la parte más importante de un ave. Su vida
realmente no depende de ellas en lo absoluto. Al contrario, sus partes más
importantes son su cabeza y el resto de su cuerpo. Sus alas meramente protegen
a la cabeza y el cuerpo, dándole la habilidad de volar. Los componentes
principales de nuestra vida espiritual son Dios y Su Palabra, pero nuestro amor
y nuestra reverencia a Él nos dan la habilidad de acercarnos a Él.
Pensamientos Finales
La heroína bíblica Rut nos puede servir de ejemplo. Cuando Rut acompañó a su
suegra Noemí hacia Israel, había decidido adoptar al pueblo judío como su
propio pueblo y hacer del Dios de Noemí su propio Dios. Booz la bendijo con las
siguientes palabras: "Que el SEÑOR recompense tu obra y que tu
pago sea completo de parte del SEÑOR, Dios de Israel, bajo cuyas alas has
venido a refugiarte" (Rut 2:12). Cada día podemos admirar la
creación de Dios por medio de sus aves con sus bellas alas. Si tuviésemos los
ojos espirituales para ver, podríamos recordar las muchas verdades que nos
enseñan las Escrituras sobre ellas. Podemos mirar las aves de los cielos y
recordar la advertencia de Salomón sobre la riqueza, considerar el gozo y la
bendición de guardar las instrucciones de Dios, o simplemente descansar en el
cuidado y la protección de Sus alas.
Por Terry Mason,
Director Asistente de Desarrollo Internacional
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