SELLA MI CORAZÓN


La historia de Jeremías justo antes de la destrucción de Jerusalén está repleta de violencia, intentos de asesinato e intriga, y podría ser clasificada hoy día como un drama de suspenso. Aunque dramas de suspenso son usualmente ficticios, el de Jeremías es definitivamente cierto. Arqueólogos pueden evidenciar su veracidad.

Destrucción de Jerusalén:

Por años, el profeta Jeremías había advertido al rey Sedequías y el pueblo de Judá que Jerusalén sería entregada al poderoso y despiadado rey Nabucodonosor de Babilonia a menos que se arrepintieran de sus malos caminos y se tornaran de nuevo a Dios. El pueblo estaba contaminado por su constante idolatría, incluso sacrificaba a sus hijos en los fuego de Moloc. "Pero ni él, ni sus siervos, ni el pueblo de la tierra escucharon las palabras que el SEÑOR había hablado por medio del profeta Jeremías" (Jer. 37:2).

Eventualmente, el endurecido Judá llegó a un extremo de no volver atrás. En enero de 587 a.C., el ejército babilónico asedió a Jerusalén. Jeremías advirtió al rey que el que se rindiera a los babilónicos quedaría vivo, pero el que demostrara desafío perecería (Jer. 38:2-3).

Enfurecidos por las amonestaciones de Jeremías, los consejeros reales de Sedequías lo lanzaron en una cisterna enlodada, esperando callarlo para siempre. Jeremías se encontró hundido en espeso lodo al fondo de una cisterna oscura, en peligro de morir por frío y hambre (Jer. 38:4-6b).

Luego de ser rescatado por un sirviente bondadoso del rey, Jeremías hizo una última apelación a Sedequías. El rey vaciló en su respuesta, a veces del lado de sus consejeros, a veces escuchando a Jeremías. Esa indecisión selló la suerte de la ciudad. Tal como Jeremías profetizó, los babilónicos quemaron totalmente a Jerusalén en 586 a.C., llevándose cautivos a casi todos los habitantes que quedaban y quemando el Templo de Salomón.


Desenterrando Evidencia:

La Ciudad de David es una alargada porción de tierra que baja fuera del muro al sur del Monte del Templo hasta llegar al Estanque de Siloé. El rey David conquistó a Jerusalén hace 3,000 años de mano de los jebuseos y estableció allí su propia capital. Los arqueólogos han desenterrado unos hallazgos asombrosos en recientes años, en particular, varios sellos en barro, llamados bullae en latín. Son unas pequeñas esferas de barro endurecido de como 2 cm en diámetro, a menudo estampadas con el nombre de un administrador o rey, usadas para sellar importantes documentos.

En 2005, la arqueóloga bíblica Dra. Eilat Mazar descubrió una estructura masiva en la antigua Ciudad de David, posiblemente el propio palacio del rey David. También encontró una cosa muy pequeña: un sello, o una bulla, con un nombre inscrito.

Mazar relató: "Me llevé la bulla a mi casa esa noche. Muy tarde en la noche, cuando mis hijos ya estaban dormidos y la casa estaba tranquila, la comencé a estudiar. Lentamente, descifré el nombre en la primera línea: Yehukal. ¿Podría ser un nombre bíblico? No recordaba ningún Yehukal mencionado en la Biblia. Quizás leía el nombre incorrectamente. Pero en todo caso, saqué mi enciclopedia bíblica del anaquel."

"Allí lo encontré, tan real como en vida, en el libro del profeta Jeremías: El rey Sedequías envió a Yehukal [traducido como 'Jucal' al español], hijo de Selemías, al profeta Jeremías para que orase por el pueblo (Jer. 37:3). En el capítulo siguiente, leemos que ese mismo hombre, quien era un ministro real, escuchó las desagradables predicciones por labios de Jeremías sobre el desastre que se avecinaba. Cuando abrí la enciclopedia y vi el mismo nombre en la Biblia que en la bulla, pegué un grito de sorpresa que resonó por toda mi silenciosa casa. Afortunadamente, mis hijos dormían profundamente. Sentí que había acabado de 'resucitar' a alguien directamente de la Biblia."

Luego, en 2008, la Dra. Mazar y su grupo desenterraron otra bulla, y descifraron la inscripción hecha 2,600 años atrás, que decía: "Le Gedalyahu ben Pash-hur," que significa: "Perteneciente a Gedalias, hijo de Pasur" [según traducido al español].

Asombrosamente, ambas bullae fueron encontradas en la misma excavación del palacio de David, y ambos nombres se mencionan juntos en el mismo verso de Jeremías 38:1, lo que ubica a ambos en el mismo tiempo de Jeremías.

Los sellos fueron encontrados en una espesa capa de cenizas, testificando de la destrucción de Jerusalén a fuego. Los documentos en papiro que los sellos originalmente oficializaban fueron destruidos en el fuego, pero las bullae fueron cocidas y preservadas por el intenso calor, y aún son legibles luego de 2,600 años. Son una asombrosa evidencia bíblica de la destrucción de Jerusalén durante el reinado de Sedequías, y de la existencia de un profeta llamado Jeremías, a quien trataron de matar.

El Uso Antiguo de Sellos:

El antiguo "sello" podría tener varios significados. En su forma verbal, "sellar" significaba fijar o estampar con un sello, marcar con un determinado carácter, concluir un acuerdo o cerrar algo. La palabra en hebreo es jatám (חתם). El sustantivo es jotám (חותם), como en "Ponme como un sello sobre tu corazón…" (Cantares 8:6). También se puede referir a un anillo con el emblema real que se usaba para estampar edictos y sellar documentos oficiales, como el que el Rey Asuero dio al malvado Amán (Ester 3:12).

En el Tanaj (Génesis a Malaquías), el uso de sellos se menciona a menudo. Un sello era como la "firma" legal de su dueño en tiempos cuando muchas personas no sabían leer ni escribir. En el Oriente, un sello usualmente se hacía de arcilla moldeable que oficializaba importantes documentos con la estampa de un anillo. Algunas estampas antiguas se hacían de un material duro, como metal o piedra, y eran frecuentemente colgados en una cuerda alrededor del cuello (Gén. 38:18) o se hacían como anillos para usarse en la mano derecha (Jer. 22:24). Abraham sabría hacer un sello comercial, ya que en la antigua Mesopotamia usaban cilindros para estampar artículos para la venta y demás. Los israelitas, durante su jornada en Egipto, también conocían el uso de sellos porque el faraón confirió a José su autoridad por medio de un anillo real (Gén. 41:42).

El uso común de sellos en Judá y tierras vecinas indica que prácticamente toda persona de importancia poseía un sello personal.

Sellando un Acuerdo en Anatot:

Durante un tour en los montes de Samaria, descubrimos que nuestro chofer vivía en el poblado de Anatot, ¡el mismo poblado de Jeremías! Anatot se encuentra a 4 km al norte de la Antigua Ciudad de Jerusalén, en el territorio de Benjamín.

En 587 a.C., mientras el rapaz ejército babilónico avanzaba sobre la Tierra, Dios dijo a Jeremías que comprara el campo de su primo en Anatot. Ya ese terreno había sido arrasado por los babilónicos mientras Jeremías languidecía en prisión. Algunos familiares de Jeremías lo habían tratado de asesinar varios años previos, y quizás ese primo era uno de los conspiradores. Podríamos imaginar que Jeremías se sintiese confundido respecto a esa palabra de Dios. ¿Qué persona cuerda compraría una propiedad que acababa de ser arrasada y quemada, y quién quedaría para labrar la tierra luego de que todos fueran asesinados o capturados? La instrucción de Dios parecía absurda, pero Jeremías obedeció fielmente, porque "…supe que ésta era la palabra del SEÑOR" (Jer. 32:8).

Jeremías compró la propiedad del primo por 17 siclos de plata: "Firmé la escritura y la sellé, llamé testigos y pesé la plata en la balanza" (Jer. 32:10).

La escritura de propiedad, probablemente hecha en hoja de papiro, sería enrollada, amarrada con un cordón y sellada con el sello personal de Jeremías ante muchos testigos, quienes también firmaron la escritura de compra. Jeremías aún se encontraba encerrado en el patio de la guardia, pero todo se había verificado, firmado y sellado legalmente. Jeremías tomó la escritura sellada, y una copia abierta que contenía los términos y las condiciones de la compra, y las entregó a su escriba Baruc (Jer. 32:6-12). Es interesante notar que también fueron encontradas dos bullae con el nombre de Baruc (una incluyendo su huella digital) en las excavaciones de la Ciudad de David.

Entonces Jeremías reveló una promesa asombrosa de Dios a los hombres de Judá que sirvieron como testigos en la transacción: "Y en presencia de ellos, ordené a Baruc: 'Así dice el SEÑOR de los ejércitos, el Dios de Israel: "Toma estas escrituras, esta escritura de compra sellada y esta escritura abierta, y ponlas en una vasija de barro para que duren mucho tiempo." Porque así dice el SEÑOR de los ejércitos, el Dios de Israel: "De nuevo se comprarán casas, campos y viñas en esta tierra"'" (Jer. 32:13-15).

Jeremías no tan sólo selló la escritura de su compra de propiedad, sino que Dios selló un pacto con Jeremías de que los exiliados regresarían a la tierra de Judá luego de 70 años de cautiverio en Babilonia. Dios también prometió traerlos desde su futuro exilio a otras tierras lejanas, el que duraría por más de 2,000 años. Dios prometió restaurar a Su pueblo en su propia tierra, y nuestro chofer de Anatot es cumplimiento de ese pacto.

Significado Espiritual de los Sellos
TITULARIDAD:

Dios nos ha estampado y sellado como evidencia de que Él posee el título de propiedad. Ha puesto Su sello sobre nuestros corazones como señal de que pertenecemos a Él, aunque no de manera obligatoria. Le hemos dado ese permiso voluntariamente. En los Escritos de los Apóstoles (Nuevo Testamento), Pablo dice: "Ahora bien, el que nos confirma con ustedes en Cristo y el que nos ungió, es Dios, quien también nos selló y nos dio el Espíritu en nuestro corazón como garantía" (2 Cor. 1:21-22). Nuestros corazones, en el momento de someterlos a Su titularidad, deben ser suaves y moldeables como la arcilla, aceptando la impresión del Espíritu Santo. Una vez que Su sello haya sido impreso en nuestro corazón, nuestras vidas adquieren Su imagen y exhibimos Su santo nombre.

EXCLUSIVIDAD:

Ya no sólo pertenecemos a Dios, sino que somos Su exclusiva posesión. Nuestros corazones y nuestras vidas pertenecen sólo a Él. Como cristianos, creemos que hemos sido comprados a gran precio, la sangre derramada de Yeshúa (Jesús), y nadie nos puede arrebatar de Su mano. "Mis ovejas oyen Mi voz; Yo las conozco y Me siguen. Yo les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de Mi mano. Mi Padre que Me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano del Padre" (Juan 10:27-29).

AUTENTICIDAD:

Se prestaba tanta importancia a un sello en el antiguo Medio Oriente que un documento sin sello no era considerado genuino. De la misma manera en que un sello confirmaba la autenticidad de un documento, el sello de Dios confirma que somos auténticamente Suyos.

Por ejemplo, los autores de los Evangelios nos dicen que Dios puso Su sello de aprobación sobre Yeshúa y Su ministerio para distinguirlo como auténtico (Juan 6:27). También lo hizo con Abraham, quien recibió la señal de la circuncisión como "sello de la justicia de la fe que tenía mientras aún era incircunciso…" (Rom. 4:11). Por medio de ese sello, Dios confirma Su pacto con Abraham y con todo aquel que crea en Dios y en Su Hijo Yeshúa.

Más adelante, Pablo se refirió a los creyentes en Corinto como "el sello de mi apostolado en el Señor" (1 Cor. 9:2), quienes confirmaban la autenticidad de su ministración.

GARANTÍA:

Una garantía representa la seguridad de que la persona cumplirá su promesa y obligación. Los cristianos creemos que Dios nos ha sellado con Su garantía, el Espíritu Santo, quien viene a morar en nuestras vidas en el momento de salvación, y nunca nos dejará. Somos Su posesión redimida y valiosa, sellados en Yeshúa con el Espíritu Santo, quien es nuestra garantía de una redención también en el futuro. "En Él…habiendo creído, fueron sellados en Él con el Espíritu Santo de la promesa, que nos es dado como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión adquirida de Dios…" (Ef. 1:13-14).

AUTORIDAD ABSOLUTA:

En el libro de Ester, el rey Asuero de Persia ignorantemente dio su anillo, señal de su autoridad real, a Amán, quien emitió un decreto con la intención de sellar el destino para todo el pueblo judío en el Imperio Persa. Los edictos estampados con el sello real no podrían ser revocados por nadie, ni siquiera por el propio rey. Sólo con la muerte de Amán y la restauración del anillo a manos del rey podría hacerse otro edicto para contrarrestar el primero. Elrey dijo a Mardoqueo: "Ustedes, pues, escriban acerca de los Judíos como les parezca bien, en nombre del rey, y séllenlo con el anillo del rey. Porque un decreto que está escrito en nombre del rey y sellado con el anillo del rey no puede ser revocado" (Ester 8:8).

En contraste con la limitada autoridad del rey Asuero, la autoridad de Dios es absoluta, y nunca la cederá a otro. Sus decretos son justos y misericordiosos, compasivos y rectos, y cualquier cosa que decrete la cumplirá.

PROTECCIÓN:

Los que llevan el sello de titularidad de Dios están seguros y exentos de Su ira. En Apocalipsis, el último libro de los Escritos de los Apóstoles, el apóstol Juan describe el tiempo de la Gran Tribulación cuando el Señor vendrá a destruir la obra de Satanás y establecer Su reino milenial. "Del humo salieron langostas sobre la tierra, y se les dio poder como tienen poder los escorpiones de la tierra. Se les dijo que no dañaran la hierba de la tierra, ni ninguna cosa verde, ni ningún árbol, sino sólo a los hombres que no tienen el sello de Dios en la frente" (Apoc. 9:3-4).

SANTIFICACIÓN:

Dios ordenó a los israelitas que crearan una tiara o mitra para el Sumo Sacerdote. "Harás también una lámina de oro puro, y grabarás en ella, como las grabaduras de un sello: 'Santidad al Señor'" (Éx. 28:36). La lámina de oro debería ser fijada a la tiara de Aarón con un cordón azul y puesta en su frente para que las ofrendas de los hijos de Israel fuesen aceptadas por el Señor.

Otra bulla de barro fue hallada cerca del Monte del Templo en 2011, estampada con la frase Deka leyah, que significa "Puro para Dios." Arqueólogos creen que pudo haber sido utilizada para aprobar las ofrendas a ser sacrificadas en el Templo, indicando que eran ritualmente puras. También pudo haber sido usada como una ficha para comprar ofrendas que estuviesen puras para el Señor, o quizás por peregrinos al presentarse ante los guardias del Templo para evidenciar que se habían purificado antes de entrar en adoración.

Los Escritos de los Apóstoles continúan usando ese tema, declarando que los creyentes están sellados con las palabras "Puros al Señor," a medida que nos presentamos como un "sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios" (Rom. 12:1).

SEGURIDAD:

El profeta Daniel recibió visiones y revelaciones sobre el futuro, pero se le dijo que las palabras de su profecía quedarían selladas hasta los tiempos finales. "Pero tú, Daniel, guarda en secreto estas palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin" (Dan. 12:4).
Nuevamente en Apocalipsis, el apóstol Juan vio a Dios sentado sobre Su trono con un rollo sellado con siete sellos. Contratos, escrituras, testamentos y documentos similares se sellaban con varios sellos, dependiendo de su importancia.

Así como la escritura de propiedad en Jeremías 32, el rollo en la mano de Dios es Su título de propiedad sobre toda la tierra, que le será finalmente quitada a Satanás y redimida por el verdadero Propietario. Juan nos dice que sólo el León de la tribu de Judá es digno de abrir el rollo, tomar lo que le pertenece y desatar el juicio de Dios sobre la tierra.

Se le dice a Juan: "No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca" (Apoc. 22:10). Ha llegado el tiempo para que el sello sea abierto y que sea revelado el secreto que tanto hemos esperado: que el Mesías vendrá pronto.

PACTO:

Un pacto entre Dios y Su pueblo es un acuerdo sagrado motivado por una relación de amor. Es la manera escogida por Dios de interactuar con Su creación humana. En ese pacto de amor, Dios nos ha redimido y nos ha provisto la forma de tener vida eterna con Él.

En el Tanaj, aunque un documento escrito era validado por la impresión de un sello, un pacto verbal era frecuentemente validado y sellado con sangre. Las dos partes entraban en un pacto al pasar entre dos mitades de animales muertos, jurando solemnemente adherirse a las condiciones del pacto. En el caso de Abraham, Dios le hizo entrar en un profundo sueño, y sólo Dios pasó entre las mitades de los animales, jurando así que daría la tierra de Israel a Abraham y a su simiente.

"Y sucedió que cuando el sol ya se había puesto, hubo densas tinieblas, y apareció un horno humeante y una antorcha de fuego que pasó por entre las mitades de los animales. En aquel día el SEÑOR hizo un pacto con Abram, diciendo: 'A tu descendencia he dado esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el Río Éufrates…'" (Gén. 15:17-18).

El cumplimiento del pacto ya no dependía de la fidelidad de Abraham o de su descendencia. Era responsabilidad sólo de Dios, de esa manera tornando el pacto en uno incondicional.

Estampados, Sellados y Redimidos:

Dios frecuentemente usa imágenes de un pacto matrimonial para describir Su relación con Su pueblo. En Cantar de los Cantares, la joven sulamita pide a su amado: "Ponme como un sello sobre tu corazón, como un sello sobre tu brazo…" (Cantares 8:6). Nuestro pacto de amor con el Señor, representado por Su sello sobre nuestros corazones, nos marca como Suyos, y solamente Suyos.

Una noche soñé que una joven recibía una romántica proposición de su pretendiente. ¡Entonces en mi sueño comprendí que el pretendiente era Yeshúa!

Aunque la proposición no era dirigida a mí, y yo era como una simple mosca en la pared, no exagero al decir que casi me desmayo de la emoción. Era así de romántica.

De hecho, cada uno de nosotros ha recibido esa proposición romántica de nuestro Novio, individualmente expresada según cada persona. ¡A veces es difícil imaginar que Él esté tan cautivado por nosotros que podamos robar Su corazón con un sola mirada! (Cant. 4:9).

Como rollos vivientes, Él ha estampado Su Nombre sobre nuestros corazones, nos ha sellado en Su pacto de amor y nos ha redimido para siempre como Su especial tesoro.

Por Kathy DeGagne,

Escritora de Puentes para la Paz

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