LO MÁS NECESARIO ES EL AMOR
Dios ha
dado el hermoso regalo a la humanidad de poder comunicarse por medio del
lenguaje oral y escrito. Sin embargo, ese mismo lenguaje también puede reducir
nuestra comprensión en vez de ampliarla. Por ejemplo, considere la palabra "amor." Para los estudiosos de la Biblia,
no existe mayor palabra que esa. Aunque hay palabras más frecuentemente
utilizadas en las páginas de la Biblia, no existe un concepto más prevalente que ese.
De hecho,
la Biblia es una épica historia de amor de tapa a tapa, y en ella hemos sido repetidamente
exhortados a amar, ya sea el uno al otro, a nuestro prójimo, al extranjero en
medio nuestro, e incluso a Dios. Tanto el Tanaj
(Antiguo Testamento) como los Escritos de los Apóstoles (Nuevo Testamento) nos
dicen que el mayor de todos los mandamientos de Dios es el amor. Pero en medio
de este mundo moderno, hay pocas palabras tan abusadas y malinterpretadas como
la palabra amor.
En inglés
sólo existe una palabra que describe ese sentimiento. Uno "ama"
tanto al padre como al esposo, al perro, al auto, una taza de café, un libro o un
trozo de suculento chocolate. Por lo menos en el idioma español contamos con
varias opciones, como querer, gustar, fascinar, encantar, etc. También el idioma hebreo tiene
varias palabras que pueden comunicar las diversas modalidades del amor. El amor
es algo que encontramos en todas partes, ya sea en el Internet, en las
librerías y en las películas. Cada jovencita sueña con su ser amado, y todos se
pueden "enamorar" como también "perder el amor." Cada cosa
que amamos contiene un elemento de pasión, incluyendo cuando tenemos ciertas
cosas o colores favoritos. Amor, amor, amor. Significa todo en esta vida, y
también ha llegado al punto de carecer totalmente de significado.
Por otro
lado, el amor era asunto de máxima prioridad para los autores de la Biblia.
Cuando el Señor pasó frente a Moisés y describió Su carácter eterno, dijo que
hablaría con quienes le amaban. En ese discurso, declaró que el amor era parte
de Su naturaleza. También dijo repetidamente que Su amor a los descendientes de
Israel era el motivo por la cantidad de bendiciones que derramaría sobre ellos,
un amor eterno e incondicional. En los Escritos de los Apóstoles, Pablo habló
muchas veces sobre el amor, aclarando que no existe nada mayor en la lista de
prioridades divinas. Incluso, el amor es mayor que la fe y la esperanza. Sin
amor, expresó Pablo, somos como meros címbalos que retiñen, produciendo ruido
insignificante. Ambos Testamentos enfatizan la importancia suprema y
fundamental del amor de Dios.
Una Definición Divina del Amor:
Para los
antiguos santos del Señor, el amor no se podía divorciar de la acción. La
palabra hebrea de ahavá se define
como una profunda intimidad de acción y emoción, acompañada por el fuerte deseo
de estar en la presencia del ser amado. En su forma verbal, significa proveer,
proteger y dar. En ese paradigma, es imposible que uno se enamore y luego se desenamore
de alguien, porque el amor es una decisión voluntaria que regula cierta conducta.
El salmista
dijo: "Te amaré, oh Señor,
Fortaleza mía." Allí declara su compromiso por seguir una vida de entrega
plena, la determinación por someter sus deseos a los de Dios y su decisión por
aceptar la definición divina de lo que es bueno y correcto. Ciertamente, la
comprensión antigua del amor no carece de romance y pasión, según podemos ver
claramente en las Escrituras, pero el énfasis reside en el dar, no en el
recibir; en un compromiso voluntario, no en un sentimiento; en imitar al Dios
del Universo, cuyo amor es perfecto y sin límite.
Hoy día,
nuestra definición del amor ha sido ofuscada por nuestro énfasis en una
experiencia emocional de satisfacción propia. Mientras buscaba definiciones en
15 diferentes diccionarios, ni una sola incluyó la determinación, el compromiso
ni la acción. Pero todas tenían otras cosas en común: un sentimiento intenso de
profundo afecto; una fuerte atracción, incluyendo el deseo sexual; una
sensación de fuerte apego; una cálida e intensa emoción; un sentimiento
placentero por algo o por alguien; un sentimiento de bondad, entusiasmo o
preocupación.
Pero, ¿es eso
el amor? ¿Uno ama porque le encanta la manera en que eso le hace sentir? Aún
gran parte de nuestra música cristiana moderna tiene menos que ver con Dios y
nuestro servicio a Él, que con nosotros mismos y cómo Él nos hace sentir. ¿Cómo
reconciliamos esas definiciones con el mandamiento de amar al Señor de todo
corazón? ¿Debemos procurar Su presencia y esperar ser embargados por unos sentimientos
intensos y cálidos? Y si no experimentamos esos sentimientos, ¿qué implica?
¿Qué pasa con esos momentos en que no experimentamos éxtasis, sino sólo
dificultad, desánimo y confusión? ¿Qué significa un verdadero amor al Señor?
El Shemá:
El Rabino
Shraga Simmons, en el sitio de Internet aish.com, narra la siguiente historia:
"En 1945, el Rabino Eliezer Silver fue enviado a Europa para ayudar a
reclamar los niños judíos que habían sido escondidos durante el Holocausto
entre familias no-judías. ¿Cómo pudo identificar a los niños judíos? Iba a
lugares donde reunían a muchos niños y declaraba a fuerte voz el Shemá: 'Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es' (Deut.
6:4). Entonces miraba
atentamente los rostros de los niños para ver si tenían lágrimas en sus ojos,
niños que tuviesen una distante memoria de ser judíos cuando sus madres los
acostaban a dormir cada noche y recitaban juntos el Shemá."
El Shemá entero, una colección de versos de
Deuteronomio capítulos 6 y 11, y Números 15, es el credo fundamental del pueblo
judío. Es una declaración de fe, un juramento de lealtad al único Dios y una
afirmación de su compromiso para amarle. La recitan cada mañana al levantarse y
cada noche al acostarse, o cuando simplemente quieren dar gracias a Dios o pedirle
por algo. Es la primera oración que aprende un niño judío y la última que
pronuncia antes de morir.
A lo largo
del tiempo, la recitación del Shemá
ha simbolizado el pacto inquebrantable entre el Dios de Israel y Su pueblo, aún
en los momentos más oscuros de su historia. Cuando le preguntaron a Yeshúa (Jesús) cuál era el mandamiento
más importante en la Torá (Génesis a
Deuteronomio), respondió con parte del Shemá:
"El más importante es: 'Escucha, Israel; el
Señor nuestro Dios, el Señor uno es; y amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza.' El
segundo es éste: 'Amaras a tu prójimo como a ti mismo.' No hay otro mandamiento
mayor que éstos" (Marcos 12:30-31).
Con Todo Tu Corazón:
La palabra
hebrea para corazón es lev. Viene de
la raíz que significa estar encerrado, el interior o el centro de algo. En
griego, la palabra es kardía, que se
refiere al centro de la vida interior del hombre, lugar que puede ser dominado
por la depravación o ser rendido a la influencia divina. La sicología moderna
nos dice que la mente es el centro del conocimiento, el sentimiento y la
voluntad, pero los antiguos hebreos creían que el corazón era el centro de la
vida moral y espiritual del hombre, y que las emociones y el intelecto fluyen
de allí. Así como una fuente o manantial de agua, es el origen de toda emoción,
reverencia, remordimiento, gozo, tristeza, rencor o temor.
Además, las
Escrituras se refieren varias veces a "los pensamientos e intenciones del corazón." Por lo tanto,
el corazón no es sólo el centro intelectual y emocional, sino que también es el
centro de la voluntad. Allí se realizan las decisiones conscientes. Allí se toman
las determinaciones y se establecen los compromisos más firmes. El corazón toma
las decisiones y el resto del ser lo sigue.
En el gueto
de Colonia, donde cientos de judíos se escondieron de los nazis durante la
Segunda Guerra Mundial, apareció una inscripción poco después de la guerra.
Sobre un muro de piedra, un autor anónimo que luego fue llevado a los hornos en
Auschwitz escribió:
"Creo en el sol aun cuando no lo veo brillar.
Creo en el amor aun cuando no lo siento. Creo en Dios aun cuando guarda
silencio."
Así como cuando el salmista declaró:
"Amaré," fue una decisión, una determinación voluntaria para creer,
amar y confiar bajo circunstancias horríficas que normalmente producen temor,
resentimiento y odio. Al igual que el Shemá,
esa fue una declaración de fe y un juramento de lealtad. Representa amar a Dios
con todo el corazón.
Con Toda Tu Alma:
La palabra hebrea para alma es nefesh. A diferencia de nuestro entendimiento moderno del alma como
la realidad efímera del hombre aparte de su cuerpo físico, los antiguos judíos interpretaban
que el nefesh era la totalidad del
ser humano. Literalmente significa "ser viviente," y se refiere a
todos los aspectos de la vida. En la actualidad, nos enseñan que el hombre
"tiene" un alma. La definición bíblica, no obstante, indica que el
hombre "es" un alma.
Por lo tanto, en la Torá, el nefesh se
refiere al ser viviente en su totalidad, incluyendo el corazón. Cuando Dios
sopló vida en Adán, se hizo nefesh.
Claramente, todo nuestro ser debe declarar la majestad de Dios. Nuestras
pasiones y percepciones, nuestros anhelos, pensamientos y apetitos, todo lo que
"somos," fue creado para reflejar la naturaleza del único y verdadero
Dios. La manera en que hablamos, cómo pasamos el tiempo, nuestras acciones y
reacciones…nuestro ser entero ha sido llamado a reflejar la gloria de Dios.
El Rabino Akiva fue un líder religioso judío del
segundo siglo, cuyas enseñanzas todavía son reverenciadas hoy día. Aunque los
romanos prohibieron que Israel continuase enseñando la Torá, aún enseñaba la Palabra de Dios a sus seguidores.
El Rabino Akiva fue arrestado y sentenciado a una
muerte horriblemente dolorosa. Con un gran peine de hierro, sus captores
lentamente rasparon la carne de su cuerpo, y mientras era torturado, comenzó
gozosamente a recitar el Shemá. Sus
discípulos, llenos de temor y dolor, le preguntaron cómo podía alabar a Dios en
medio de tal horror. Respondió diciendo: "Toda mi vida he amado a Dios con
todo mi corazón y con toda mi fuerza. Por fin comprendo lo que significa amarle
con toda mi alma, y lo hago con gozo."
Con Toda Tu Mente:
Encontramos en Marcos 12:30 la respuesta de Yeshúa a la pregunta que le hizo un
escriba sobre el principal mandamiento. Su respuesta varía un poco de la manera
en que aparece el Shemá en
Deuteronomio 6:5, porque añade el mandato de amar al Señor con toda nuestra
mente, además de con el corazón, el alma y la fuerza. Yeshúa utiliza la palabra griega de diánoia, que significa pensamiento, refiriéndose a la facultad mental
para entender, imaginar y desear. Cuando el escriba repite las palabras de Yeshúa, utiliza una palabra diferente
para la mente: súnesis, que significa
unir los datos para una comprensión humana.
Para muchos entre el público judío que escuchaban la
conversación, la inclusión de Yeshúa
de "mente" pudiese parecer un poco repetitivo. Después de todo, ya
había mencionado la idea de mente en el mandamiento de amar a Dios con todo el
corazón, el centro intelectual del hombre. Tanto las funciones de diánoia y súnesis ocurrían en el corazón, según ellos.
Sin embargo, ya que ninguna de esas palabras griegas
tiene un equivalente hebreo directo, quizás Yeshúa
sabía que algunos en su audiencia, posiblemente el propio escriba, eran judíos
helenizados con fuerte influencia de la cultura y el pensamiento griego. En ese
paradigma, la mente (y no el corazón) era reconocida como el centro del
intelecto humano. Los griegos creían que allí ocurría el razonamiento, donde el
conocimiento y la información eran analizados y llevados a su conclusión.
Quizás Yeshúa quería asegurar que toda
su audiencia comprendiese bien la implicación de Su respuesta, cualquiera que
fuese su punto de vista.
Con Toda Tu Fuerza:
La palabra hebrea utilizada en Deuteronomio 6 para
fuerza es me'od. Literalmente
significa "mucho" o "muy," describiendo una acción en
sentido superlativo. Por ejemplo, en Génesis 7:18 leemos que "las aguas aumentaron y crecieron mucho
(me'od) sobre la tierra…" En
el Salmo 47:9, el salmista dice que Dios "es
ensalzado en gran manera (me'od)."
La palabra fue usada así en forma adverbial sobre 300 veces durante todos los
períodos históricos de las Escrituras hebreas.
Sin embargo, la palabra me'od sólo aparece en forma sustantiva dos veces en toda la Biblia.
Una vez ocurre en Deuteronomio 6:5, y nuevamente en 2 Reyes 23:25, donde el Rey
Josías se volvió al Señor "con todo
su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas (me'od)." La traducción griega del
sustantivo es "poder," y en arameo implica "riqueza." La
mayoría de las versiones en español lo traducen como "fuerza."
Por otro lado, muchos sabios judíos enseñan que se
debe traducir la palabra en ambos versos como "recursos." Nuestro
compromiso de amar a Dios debe trascender todo lo que somos para también incluir todo lo que poseemos. Fuerza y poder no necesariamente sólo representan
atributos físicos. También pueden implicar nuestra riqueza o finanzas, todas
nuestras posesiones. Debemos rendir todo a Dios, incluyendo nuestro dinero y
posesiones, nuestros seres queridos y nuestras relaciones, nuestra posición comunitaria
y nuestras profesiones, nuestras herramientas y tecnología, nuestro
entretenimiento…incluso nuestro tiempo. Nada debemos retener para nosotros
mismos.
Y a Tu Prójimo como
a Ti Mismo:
Muchos cristianos se sorprenden cuando escuchan que el
mandato de Yeshúa de amar al prójimo
como a uno mismo no se originó en el primer siglo de Israel. Como era Su
costumbre, Yeshúa citaba allí una
porción de la Torá. Ese es un dogma
del judaísmo encontrado en Levítico 19:18, que dice: "No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo; mas amarás a tu prójimo como a
ti mismo. Yo soy el SEÑOR."
Aunque Yeshúa se refirió a ese verso
como el segundo de los mandamientos más importantes, es interesante que no
elaboró más sobre cómo deben guardarlo. Sólo recalcó la importancia de ello.
Quizás eso se debe a que las instrucciones están
claramente expuestas en los nueve versos anteriores (Levítico 19:9-17).
Examinemos primero la frase "como a
ti mismo." En el hebreo, ese término significa "según yo" o "comparado
conmigo." ¿Está usted tan interesado en alimentar a su prójimo como a
usted mismo? ¿Tiene usted el mismo deseo de proteger a su prójimo como a usted
mismo? Cuando usted está calientito y cómodo, o fresco y relajado, ¿considera
usted la condición de su prójimo? ¿Está esa persona tan cómoda y relajada como
usted? No olvide que el énfasis en el amor incluía la acción, según el antiguo
mundo hebreo. Esas no son preguntas meramente retóricas. Son preguntas muy
reales que exigen respuesta y acción. Y comenzando en el verso 9, la Torá establece claramente cuál debe ser
la acción.
Los versos del 9-10 nos dicen que debemos dar
generosamente de nuestra propia cosecha al pobre y al extranjero. El verso 11
ordena que no robemos ni tratemos engañosamente a nuestro prójimo. El verso 12
dice que no juremos falsamente por el nombre de Dios. Añade que no oprimamos,
robemos ni nos aprovechemos del pobre con sueldos injustos. Nos ordena a que
tratemos a cada persona de manera recta (incluyendo los que tienen impedimentos
físicos), sin calumniarlos ni amenazarlos de ninguna manera. Finalmente, nos
ordena que no odiemos a nuestro prójimo, ni tomemos venganza o guardemos rencor
contra otro, sino que lo amemos.
Para poder hacer eso, debemos conocer a nuestro
prójimo. No podemos suplir a su necesidad si no nos enteramos de su condición.
El verso 18 termina con una declaración muy poderosa: "Yo soy el
SEÑOR." Dicha frase nos recuerda inmediatamente que nuestro prójimo ha
sido hecho a la imagen de Dios, y merece ser respetado y tratado con justicia.
Eso remueve cualquier idea de que podamos ignorar a nuestro prójimo en
necesidad. No es posible, porque amar a nuestro prójimo es la manera en que amamos a Dios.
¿Cómo Entonces Viviremos?
A medida que conozco a cristianos alrededor del mundo,
me siento animada cuando veo que Dios está preparando a Su Iglesia en todo
lugar para los días en el porvenir. Sin embargo, también me preocupo por muchos
en el mundo cristiano quienes enfrentan alguna crisis porque han olvidado
obedecer el mayor de los mandamientos. Sólo hay una respuesta para esa realidad
tan triste. Si nos tornamos y clamamos a Dios, Él es un Dios fiel y verdadero,
justo y amoroso, bondadoso y perdonador. Él nos atraerá a Sí con cuerdas de
amor, pero debemos tomar los debidos pasos en la dirección correcta:
Sea transparente. Abra su
corazón completamente. Permita que el Señor entre a cada rincón de su vida.
Determine no esconder nada de Él y espere que le revele lo que le impide amarle
como Él desea ser amado. Recuerde que debemos entregar todo a Él. La manera en
que nos comportamos en la Iglesia no debe ser diferente a cómo nos comportamos
en el hogar o en una fiesta. Nuestro vocabulario debe ser igual sin importar
con quién hablamos. Cada acto, incluyendo los que sólo Dios puede ver, debe
reflejar Su naturaleza. Cómo pasamos nuestro tiempo, cómo nos vestimos, qué
pensamos o qué deseamos…todo debe ser hecho para la gloria de Su nombre.
Sea agradecido. El
agradecimiento es algo muy poderoso. Nos brinda una justa perspectiva y eleva
nuestros pensamientos de lo mundano a lo divino. Llena nuestras bocas con
expresiones de amor a Dios y nuestros corazones de alabanza y adoración.
Inspira la obediencia y nos da la victoria. Pero un corazón malagradecido
significa que no amamos plenamente a Dios, y puede resultar en nuestra muerte
espiritual. La envidia, la amargura, la ira y el rencor pueden tomar raíz como
resultado de una actitud ingrata, y nuestros pasos producirán destrucción.
Practique dando gracias al Señor por todo en su vida, incluyendo las
circunstancias más desagradables. Humíllese ante Dios, y Él le exaltará.
Entréguese.
Recuerde, amar a Dios con todo su ser implica no negarle nada. Si uno ama a
Dios de manera plena, amará a Dios por quién es y no por lo que puede hacer
para uno. El amor interesado que depende de lo que recibe a cambio es
simplemente transitorio. Si desaparece ese "algo," desaparece el
amor.
Practique la
Obediencia. El Dr. S. Moen lo resume todo con el siguiente
comentario: "Si soy obediente al Señor sólo por el deber, aunque el deber
es claramente requerido, he confundido y quizás obviado un componente vital de
la acción. Mi deber con el Señor debe surgir de mi amor por Él, no de una
simple obligación a Su Palabra. ¿Puedo amar a Dios y no hacer lo que Él pide?
¿Qué tipo de relación sería esa? Ciertamente, no sería una en que la ternura, la
intimidad y el amor genuino motiven la acción. El deber no requiere el amor,
pero el amor ciertamente requiere el deber. El hacer la voluntad de Dios es
amarle de todo corazón, y exige una acción correspondiente."
Por Rvda.
Cheryl Hauer
Directora
de Desarrollo Internacional
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