¿Somos como los bonsáis o como los árboles del bosque?
En
un parque municipal y jardín botánico de París (Francia) visitamos una
exposición de bonsáis. Allí vimos un haya en miniatura que tiene 60 años pero
su tamaño es como el de una gran coliflor. Sus hojas no son más anchas que una
uña. También vimos un arce de 80 años cuyas raíces caben en una simple maceta.
Se puede obtener este resultado, contrario a la naturaleza, tallando las raíces
y manteniendo el vegetal al límite de la supervivencia.
¿Será posible que nuestra vida cristiana se parezca a esos árboles en
miniatura? Nuestra vida espiritual tiene cierta autenticidad, pero a veces
parece tan débil, tan triste. ¡Le falta el verdadero gozo, el aire, el
testimonio! Dios creó a los árboles para que crezcan en el bosque y no para que
vegeten en una estantería.
Nos salvó y desea que la nueva vida que nos transmitió se exprese libremente.
Estamos en un mundo donde la violencia y la falta de pudor son más visibles
cada día. Dios quiere que seamos testigos fieles que reflejen la paz, el amor,
el gozo que nos comunica si vivimos cerca de él, fuente de la vida. Jesús dijo:
“Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí… de su interior
correrán ríos de agua viva” (Juan 7:37-38). Entonces nuestra vida interior se
desarrollará y no permaneceremos sumidos en nosotros mismos. Tendremos el valor
de proclamar que Jesús es nuestro Salvador y que quiere y puede ser el Salvador
de todos los hombres.
El varón que confía en el Señor… será como el árbol
plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no
verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de
sequía no… dejará de dar fruto. Jeremías 17:7-8
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