SER AMIGO DE DIOS
El concepto
de relación personal ocupa un lugar
central en la enseñanza cristiana. Por milenios, la Iglesia ha pensado que es
singular entre los demás credos religiosos respecto a ese concepto, incluso
distinta al judaísmo. Los fundadores de la Iglesia determinaron que el
cristianismo no debiera ser una religión de legalismos, mandamientos
esclavizadores u oraciones memorizadas, sino una religión de verdadera y
vibrante relación con el único y verdadero Dios. Sin embargo, si miramos con
cuidado nuestro fundamento bíblico-hebraico, debemos admitir que el Señor sí
tuvo una relación personal con muchas personas, e incluso podríamos conocer
cómo eran esas relaciones desde la perspectiva de Dios.
La mayoría
de nosotros tenemos relaciones a muchos niveles. Encontramos satisfacción en el
matrimonio y con nuestros padres, y disfrutamos también de relaciones sociales
y profesionales. Somos tías, tíos, abuelos, hermanos, hermanas, maestros,
líderes o seguidores. La realidad de nuestra vida es una lista interminable de
relaciones. Y en una manera muy real, nuestra identidad se fundamenta en esas
relaciones. Pero eso no nos debe sorprender, porque los seres humanos somos
creados a la imagen de Dios; somos creados para tener relaciones personales. Al
poseer Su imagen, Su intención es que nunca vivamos en soledad.
Temprano en
el libro de Génesis, vemos cómo el Dios Creador formó al ser humano del polvo
porque anhelaba relacionarse personalmente con alguien. El resto de la Biblia,
en esencia, tiene que ver con Sus esfuerzos por atraer hacia Sí a los seres
humanos para disfrutar una relación personal con ellos. Dios denomina a algunos
como "hijo," "esposa" y "especial tesoro." Pero el título más valorado, y muy
pocas veces otorgado en la Escritura, es el de "amigo."
Nos Conectamos en Amistad:
Yeshúa (Jesús), citando a Deuteronomio 6, dijo que
los dos principales mandamientos son: que amemos a Dios con todo el corazón y
que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Por esa razón, el
cristianismo enseña que la amistad con nuestro prójimo es la segunda relación
más fundamental en la vida, luego de Dios. Los Evangelios y los Escritos
Apostólicos tienen gran cantidad de referencias a la importancia del
compañerismo y ofrecen miles de instrucciones sobre cómo conducirnos es dichas
relaciones.
El judaísmo
también define la amistad como una de las relaciones primarias en la vida, un
lazo que a veces excede el vínculo familiar. Los antiguos rabinos enseñaban que
una vida sin verdadero compañerismo carece de sentido. Los amigos se dan el uno
al otro en ayuda, lealtad, protección, apoyo, amor desinteresado y consejo
moral. Los sabios también hablaron sobre la influencia que tienen los amigos
entre sí, tanto buena como mala. Pirkei
Avot 2:13 dice: "Ven y aprende - ¿cuál es el camino recto al que uno se debe adherir? A
un buen amigo." Y de manera contraria, 1:7 dice: "Aléjese del
vecino malo y no sea amigo de una persona malvada." En otras palabras, uno
debe escoger con cuidado a sus amigos, basado no sólo en quién uno es, sino en
quién uno desea ser.
El
diccionario define una relación personal como el estar en conexión con otra
persona, y la amistad es el estar conectado con otro por afecto o estima. La
Biblia usa una variedad de palabras hebreas para referirse al "amigo" o la "amistad," desde un conocimiento superficial
de la persona hasta una relación más íntima de confidencia, y existen varias
palabras para comunicar distintos aspectos de tales relaciones personales. Sin
embargo, quizás la mejor manera de comprender la amistad desde la perspectiva
de Dios es ver a quiénes Él consideraba ser Sus amigos.
Abraham, Amigo de Dios Para Siempre:
Según la
narrativa bíblica, aunque Dios caminaba con Adán, Enoc y Noé, Su primer amigo
humano fue Abraham, un hombre a quien llamó de entre una nación gentil para ser
el padre del pueblo judío. En 2 Crónicas 20:7, encontramos a Josafat, un rey
israelita, rodeado de enemigos por todos lados y clamando a Dios: "¿No fuiste Tú, oh Dios nuestro, el que
echaste a los habitantes de esta tierra delante de Tu pueblo Israel, y la diste
para siempre a la descendencia de Tu
amigo Abraham?" (énfasis añadido).
El profeta
Isaías (41:8) también se refirió a los descendientes de "Abraham,
Mi amigo." En ambos casos, la
palabra hebrea usada para amigo es "amor" o ahav. En la Biblia, usualmente aparece como verbo (amar), pero
otras veces aparece como sustantivo (amor), especialmente respecto a la íntima
relación de un amigo. Lleva la idea de fuerte conexión emocional, como la que
existe entre padre e hijo, o entre esposo y esposa. Se usa la misma palabra
para describir la relación entre David y Jonatán, y el vínculo entre Abraham y
su hijo milagroso Isaac. Tal amor tiene su raíz en el deseo y anhelo de estar
en la presencia de su "amor" o ser amado.
Abraham era
el "ahav" o
"amor de Dios," el ser a quien amaba profundamente como a un hijo, a
quien respetaba y admiraba; ansiaba pasar tiempo con él. Los dos se sentaban
juntos, se hablaban entre sí, y hasta discutían como quienes se aman y respetan
entre sí. Esa relación ilustraba lo que Dios esperaba de Israel: "…amarás a tu prójimo como a ti mismo…"
(Lev. 19:18). Ahav es el estado
normal que debe existir entre los seres humanos.
Cara a Cara:
El próximo
amigo de Dios fue el extraordinario profeta y líder Moisés. Éxodo 33:11 nos
dice que el Señor hablaba con él cara a cara como quien habla con un amigo. La
palabra usada allí es rea, que
significa hermano o compañero, usado también en Cantar de Cantares y a veces
traducido como amado o amada. Esa era una relación de asombrosa profundidad y
complejidad. Dios amaba y respetaba tanto a Moisés que estaba dispuesto a
destruir todo el pueblo de Israel para comenzar uno nuevo con Moisés y sus
descendientes.
Moisés
conoció a Dios más íntimamente que ninguno otro mencionado en las Escrituras.
Hablaba con Dios literalmente cara a cara, caminaba con Él, lo retaba y
argumentaba con Él…confrontaciones que hacían que las discusiones de Abraham
pareciesen pequeñas en comparación. Y así como Abraham, Moisés no era perfecto.
Pecaba, desobedecía y se rebelaba. Se airaba y actuaba impetuosamente. Aunque
Dios tuvo que intervenir con él en esos momentos, Su amor hacia Su amigo no
disminuía. Con rea viene una lealtad
inconmovible e irrevocable, una conexión que no puede ser quebrada.
El Corazón de Dios:
Aunque Dios
no se refiere expresamente al Rey David como Su amigo, dice en los Hechos de
los Apóstoles: "He hallado a David, hijo de Isaí, un hombre conforme a mi corazón, que hará toda Mi voluntad" (Hechos
13:22). Encontramos una declaración similar en 1 Samuel 13:14, cuando el
profeta Samuel declaró respecto a David: "El
SEÑOR ha buscado para sí un hombre conforme a Su corazón, y el SEÑOR lo ha designado como príncipe sobre Su
pueblo…" (énfasis añadido).
Los de mentalidad occidental tendemos a minimizar la
profundidad de esos versos. Usualmente igualamos el corazón con las emociones, y pensamos que ese verso significa que
David amaba con la misma pasión que Dios. También podríamos llevarlo un paso
más allá y pensar que David tenía un corazón "correcto" delante de
Dios, siendo un hombre de integridad y obediencia. Sin embargo, la palabra
hebrea para corazón, levav y la
griega, kardía (καρδια), ambas se
refieren a la totalidad del hombre interior: sus emociones, su conocimiento y
sabiduría, su mente, sus deseos e inclinaciones, sus pensamientos, sus planes y
sus acciones. Su corazón representa al hombre completo, no sólo una que otra característica.
Como tal, es la fuente de donde emana todo lo que hace. Todos sus pensamientos,
deseos, palabras y acciones fluyen de muy adentro de su corazón. Y el corazón
de David, aunque era un hombre pecador, era como el de Dios.
¿Y cómo puede ser eso? ¿Cómo puede Dios decir que un
hombre que ha mentido, cometido adulterio y finalmente asesinado sea como Él
mismo? David atravesó circunstancias muy difíciles. Era el de menos importancia
entre sus hermanos y fue perseguido durante muchos años por el Rey Saúl, quien
lo intentaba matar. Su matrimonio con Mical fue un desastre, sucumbió a la
tentación con Betsabé, fue odiado por su propio hijo y traicionado por sus
compañeros. Aunque encontramos todas esas historias en los libros de Samuel y
Reyes, leemos sobre el levav de David
en el libro de los Salmos. Allí encontramos a un hombre honesto, cándido y
valiente quien revela sus debilidades y temores más íntimos. Era un hombre que
ansiaba estar siempre cerca de Dios, un hombre dispuesto a exponer su
fragilidad sin vergüenza y a confiar en Dios, reconociendo que Él es fiel a Sus
promesas. Era líder y guerrero, poeta y cantante. Era un hombre de pasión,
amor, confianza y devoción, además de ser caracterizado por la humildad. Lo que
más anhelaba era tener una buena relación con Dios. Amaba a Dios de todo
corazón y estaba dispuesto a confesar sus pecados y recibir el perdón de Dios
(Salmo 51) de modo que fuese restaurado a su previo estado de pureza – según el
corazón de Dios.
Bajo Sus Alas:
El libro de
Rut narra la bella historia de una mujer moabita quien lo dejó todo para seguir
a su suegra judía hasta Israel. Los rabinos enseñan que Rut era una princesa,
hija de un rey moabita y criada entre las comodidades de la antigua corte. Es
posible que Elimelec, quien partió de Belén como un hombre adinerado, se
asociara con la realeza, ofreciendo la oportunidad a sus hijos de que
conociesen y se casasen con las hijas del rey.
La mayoría
de los moabitas, según los sabios, eran idólatras, depravados, torpes,
traicioneros y muy desagradables. Pero Rut era una mujer de bondad, humildad,
gentileza, generosidad e integridad. Ella y su hermana Orfa tuvieron la
oportunidad de acercarse al Dios de Noemí, dejar atrás a Moab y seguir a Noemí
hasta el hogar de sus ancestros. Aunque
no fue una decisión fácil, Orfa finalmente rechazó a Dios. Según la tradición
judía, ella continuó por el camino de pecado y degradación, de culpa y rechazo.
Su depravación fue tanta que ni los moabitas la soportaron más, y fue forzada a
huir hasta Filistea, donde eventualmente llegó a ser la abuela de Goliat.
Pero no así
Rut. Su devoción a Noemí, y el deseo de seguir a su suegra hacia una vida
incierta en una tierra donde podía ser odiada por pertenecer a un pueblo
enemigo, es ilustración de una verdadera amistad. Su amor fue incondicional y
sacrificial. Ella era ahav de Noemí,
y su corazón tenía tanta rea como el
que poseería algún día su propio nieto, el Rey David.
Pero la
verdadera estrella del drama fue Noemí. Ella sufrió mucho en Moab, habiendo
dejado atrás a sus amistades, familiares y costumbres por seguir a su esposo
hasta una tierra extraña. Allí, sus hijos se casaron con mujeres de una cultura
drásticamente distinta a la de los israelitas. La sociedad judía era
profundamente forjada sobre principios divinos, totalmente carentes en la
sociedad moabita.
Por muchos
años, las tres mujeres vivieron juntas, trabajaron juntas y caminaron juntas.
Rut y Orfa observaban a Noemí en sus mejores y peores momentos, cuando todo
andaba bien y cuando el dolor y la muerte asechaban su vida. Ella debió haber
vivido una vida de tal santidad, de tal fidelidad y de tales convicciones que
sus actos testificarían a sus nueras de cómo se debía vivir en relación con
Dios. Ella lograría que las jóvenes moabitas celaran esa relación y anhelaran
refugiarse bajo las alas del Dios de Abraham, Isaac y Jacob.
Emuná – Caminado en Fidelidad:
Pocas
historias bíblicas son tan conmovedoras como la del profeta Oseas. Él vivió en
momentos cuando Israel se había apartado de Dios. Él miraba mientras la
depravación moral y la idolatría arrasaban con su pueblo, y mientras su nación
hacía alianzas con vecinos paganos. Era una época tenebrosa en la historia de
Israel cuando Dios comenzó a hablar con Oseas. Los sabios dicen que Oseas
estaba airado con Israel y le pidió a Dios que se deshiciera de ellos y se
buscara a un nuevo pueblo que le fuera fiel. No obstante, Dios le dijo que se
casara con una prostituta. Oseas obedeció y tomó como esposa a Gomer, una
prostituta e hija de prostituta. Tuvieron tres hijos, pero Gomer le fue infiel
debido a su anterior estilo de vida y, según narra la tradición, Oseas nunca
supo con seguridad si él era el verdadero padre de sus hijos.
Finalmente,
el Señor le dijo a Oseas que abandonara a Gomer. Pero en esa ocasión, Oseas no
fue tan rápido en obedecer porque ya se había enamorado de su infiel esposa.
Según narran los antiguos rabinos, él lloró profusamente ante el Señor, rogando
a Dios que tuviera misericordia de su familia. Según la tradición, el Señor le
respondió: "Oseas, ella es una prostituta y no sabes con
seguridad si esos son tus hijos, pero tú los amas y clamas por Mi misericordia.
Israel es mi amada esposa, semilla de Abraham, Isaac y Jacob, ¿y tú quieres que
la cambie por otra? ¿No debo también tener misericordia de ella?"
En ese
momento, Oseas reconoció su necesidad de sentir compasión y fidelidad para en
efecto sentir el corazón de Dios por Israel. La palabra hebrea por fidelidad es
emuná. Es sinónimo con rectitud,
bondad amorosa y justicia. Oseas pudo describir la relación de Dios con Israel
como un matrimonio, y reconoció el dolor en Sus palabras. Con la agonía de un
marido traicionado, Dios clamó a Su pueblo: "Te
desposaré conmigo para siempre; Sí, te desposaré conmigo en justicia y en
derecho, en misericordia y en compasión; Te desposaré conmigo en fidelidad, y
tú conocerás al SEÑOR" (Oseas 2:19-20).
A pesar de
la infidelidad de Su pueblo, Dios le permaneció fiel. Aunque los castigaría, no
los abandonaría ni permitiría que sufran según ameritaba la magnitud de sus
pecados. Él iba a guardar Sus promesas con ellos porque Su pacto fue
establecido según Su propia naturaleza: la fidelidad.
Y Oseas se dio cuenta que él debía caminar en esa misma emuná si iba a funcionar como vínculo entre los hijos infieles de
Israel y Dios, quien aún los amaba.
Nadie
Tiene Mayor Amor que Este:
Para los
cristianos, la máxima expresión de amistad se puede observar en Yeshúa (Jesús). Mientras anduvo por los
caminos y las veredas antiguas de Israel, exhibió pasión, amor, confianza y
devoción, y Su vida fue ejemplo de la humildad. Él era una constante y visible
expresión del corazón de Dios. Vivió sacrificialmente, sanaba a los enfermos,
dio vista a los ciegos y audición a los sordos. Levantó a los muertos, consoló
a los angustiados y amó a quienes nadie podía amar.
Una
frecuente frase en la Torá
describiendo la naturaleza de Dios es "abundante en jésed." Comúnmente traducido como misericordia, ésta es una de
las palabras más importantes en el vocablo de la teología y ética bíblica.
Habla del amor y la generosidad extravagante de Dios, de Su abundante lealtad y
gracia, y de Su entrega y devoción personal. A veces es traducido como amor o
favor constante, y es siempre en términos de Su compromiso con Su Pacto.
Según Vine’s Expository Dictionary of Hebrew Words [Diccionario Explicativo de Palabras
Hebreas Vine], aún el acto de la Creación fue resultado del jésed de Dios. Su amor perdura por mil
generaciones, incluso, para siempre. La historia de Su Pacto relacional con
Israel puede ser resumida en términos de jésed.
Y según los escritos apostólicos (Efesios 2:13-22), Yeshúa abrió la puerta para que los gentiles pudiesen ser
injertados en el Pacto. En Juan 15:13, declaró: "Nadie
tiene un amor mayor que éste: que uno dé su vida por sus amigos." Yeshúa es personificación del jésed, y fue fiel hasta la muerte. Hoy
día intercede constantemente por nosotros, Sus amigos.
Un Amigo del Rey:
Los
antiguos sabios narraron la siguiente historia para expresar la importancia de
la amistad:
Una vez
vivó un rey a quien le gustaba mucho compartir con un particular rabino de su
reino, aunque él mismo no era judío. Los dos hablaban incansablemente sobre
distintos temas, y el intelecto agudo del rabino asombraba al rey. Nadie se
podía comparar con el rabino en sabiduría, quien frecuentemente le hablaba
sobre la providencia de Dios.
Al rey le
fascinaba andar en pos de aventuras, y a menudo invitaba al rabino para que le
acompañase. En una de esas salidas, el rey decidió ir de caza. El rabino nunca
había cazado nada ni estaba familiarizado con el uso del rifle, y en un momento
de torpeza, accidentalmente disparó contra el rey. La mano del rey quedó
lesionada permanentemente, ya que el tiro desprendió por completo uno de sus
dedos.
En su ira,
el rey ordenó a sus guardias que echaran el rabino a la prisión, y que lo
pusieran en lo más profundo y oscuro de la cárcel.
Pasaron
algunos meses, y la herida del rey comenzó a sanar. Cuando ya se encontraba
fuerte, emprendió un extravagante viaje a distantes tierras. En un lugar
exótico, advirtieron al rey que no saliese del campamento porque los nativos
hostiles acechaban en la oscuridad. Pero no pudo resistir la tentación de salir
y verlos por sí mismo. En una de esas escapadas fuera del campamento, fue
capturado por los caníbales. Antes de echarlo en la caldera de agua hirviendo
para comérselo, decidieron inspeccionar su próxima cena. Cuando descubrieron
que le faltaba un dedo, quedaron horrorizados. Para ellos, esa era señal de mal
presagio, e inmediatamente devolvieron el rey al campamento.
El rey
entonces se sintió rebosante de alegría, y enseguida se acordó del rabino, cuya
"torpeza" había salvado su vida. Cambió de
repente su rumbo y regresó al palacio, ansioso de hablar con su amigo. Mandó
liberar al rabino, y luego el rey le preguntó:
"Querido rabino, siempre me has hablado sobre la
divina providencia y sobre cómo todo nos viene del cielo para nuestro bien. Por
fin lo he comprendido. Pero rabino, te tengo una pregunta: ¿Y qué de la divina
providencia en tu caso? ¡Tú estuviste en la prisión por meses! ¿Dónde estaba el
bien en eso?"
El rabino
se sonrió y dijo: "Su majestad, si yo no estuviese en la prisión,
hubiese estado con usted. Yo tengo diez dedos… ¡y esos caníbales me hubiesen
comido a mí!"
Profundas Lecciones:
Pienso que
podemos aprender unas profundas lecciones de ese relato sobre el rey y el
rabino. Primeramente, es imperativo que todos procuremos la amistad del supremo
Rey, Creador del cielo y de la tierra. Ya que Él es el único verdadero y justo
amigo, abundante en amor, gracia y misericordia, ya que Él es jésed y emuná, Él desea ser nuestro hermano y compañero, nuestro marido y
ser amado. Y debemos hacer estas dos cosas:
1. Debemos
confiar en que todas las cosas que nos ocurren han sido filtradas por Sus manos
protectoras. Un Dios que nos ama con tanta pasión y lealtad, con tanta
profundidad y ternura, sólo nos dará lo que es mejor para nosotros, a pesar de
cómo veamos las cosas.
2. El libro
de Proverbios dice que un hombre que tiene amigos debe también ser amigo con
ellos. Si queremos que Él nos llame Su amigo, si queremos que Él camine con
nosotros en el fresco del día y que nos hable cara a cara, debemos aprender a
ser amigo de Él. En nuestro mundo moderno, es fácil decir que somos amigos de Dios
sin comprender las implicaciones de tal relación. ¿Somos tan fieles como
Moisés, o tan apasionados como David? ¿Deseamos pasar tiempo con Dios, como Él
desea pasar tiempo con nosotros? ¿Caminamos en la fidelidad de Oseas o en la
humildad de Rut la moabita? ¿Nuestro amor es sincero, deseando entregarnos a Él
como Él se entrega tan libremente a nosotros? Y, como Yeshúa, ¿seremos fieles hasta la muerte?
¿Estamos
dispuestos a rendir nuestras vidas al jésed
de Dios, permitiendo que nos moldee para ser verdaderos amigos, con un corazón
como el Suyo, y que nuestras vidas sean verdadero reflejo del Rey?
Por Rev.
Cheryl Hauer,
Directora
de Desarrollo Internacional
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