LOS MUROS DE PROTECCIÓN DIVINA


Una mañana mientras leía del libro de Proverbios durante mi tiempo con el Señor, un verso me impactó profundamente: "Como ciudad invadida y sin murallas es el hombre que no domina su espíritu" (Prov. 25:28 NBLH, énfasis añadido). Esa imagen visual me ilustró poderosamente la idea del dominio propio como fruto espiritual. La falta de dicho fruto no es asunto para tomar con liviandad. Como muchos en esta vida moderna, me he acostumbrado a la abundancia de comida, y se me hace difícil decir que "no" a algún dulce o a una segunda porción de comida. En vez de ser ésta una indulgencia de poca importancia, Dios dice que la falta de dominio propio es muy seria, así como una ciudad invadida y sin protección.

Mientras meditaba en ello, me pregunté: "¿Qué puedo aprender sobre los muros en la Palabra de Dios?¿Cómo puedo aplicar esa sabiduría a mi vida?¿Cuál es Su respuesta para conquistar esta lucha interna y alcanzar dominio propio?" Así comencé un estudio sobre la palabra "muro" en las Escrituras. 

Palabras Hebreas que Significan Muro: 

Existen como doce palabras hebreas en la Tanaj (Génesis a Malaquías) que han sido traducidas a nuestras Biblias como "muro" o "muralla." Aunque algunas aparecen solamente una vez, tres son sobresalientes. La primera es jomá, que aparece 133 veces en nuestro Antiguo Testamento. Sobre 100 de ellas son en referencia a los muros defensivos de una ciudad.

Jomá también se puede usar metafóricamente en señal de protección. Por ejemplo: "La fortuna del rico es su ciudad fortificada, y como muralla alta en su imaginación" (Prov. 18:11). Otro ejemplo se encuentra en el relato de 1 Samuel 25 donde David y sus hombres protegieron a los pastores de Nabal en el desierto de Parán. David luego envió a sus sirvientes para pedir provisiones de Nabal, y éste groseramente los rechazó. Alarmados, los sirvientes de Nabal lo relataron a Abigail, su esposa, diciendo: "...los hombres fueron muy buenos con nosotros; no nos maltrataron ni nos faltó nada cuando andábamos con ellos, mientras estábamos en el campo. Como muro fueron para nosotros tanto de noche como de día, todo el tiempo que estuvimos con ellos apacentando las ovejas" (1 Sam. 25:15-16).

La segunda palabra hebrea traducida como "muro" es kir. Ocurre 66 veces, principalmente refiriéndose a las paredes de un edificio. Con menos frecuencia, puede referirse a una pared exterior, según escribió David: "¿Hasta cuándo atacarán a un hombre, todos ustedes, para derribarlo, como pared inclinada, como cerca que se tambalea?" (Salmos 62:3). En Isaías 22:5, kir también puede significar los muros de una ciudad fortificada, como la anterior.

Finalmente, vemos algunos verbos que provienen de la raíz gadar, que significa "fortalecer o encerrar con muro." Cuando se usa en forma de sustantivo, se puede referir al cerco alrededor de una viña (Núm. 22:24) o el pequeño muro que rodea un redil de ovejas (Núm. 32:24). En adición, gader es usada 13 veces más con referencia a una "pared" o un "cerco" en general. 

Propósitos de un Muro: 

Un muro sirve varios propósitos. El muro de una ciudad la puede proteger de su enemigo; el muro de un edificio puede servir como pared externa o como intermedia para separar un área de otra con distintos usos; y muros más pequeños pueden servir como cercos para destacar una frontera o linde. Un pequeño muro también puede proveer protección mientas alguien corrobora la existencia de un peligro en tiempos de guerra.

Existe la idea de plenitud cuando se considera un muro. Un muro que funciona según su uso intencionado rodea el área que se desea proteger, separa una parte de otra y establece los límites de un territorio.

Todos esos propósitos también pueden verse desde una perspectiva negativa. Los muros de una prisión tienen la intención de confinar a los presos hasta cumplir el término de su sentencia. Muros metafóricos pueden separar a personas como resultado de diferencias culturales o lingüísticas. Sin embargo, este estudio enfocará los beneficios positivos según la perspectiva bíblica. 

Muros Bíblicos: 

Aunque existen muchas referencias en las Escrituras a muros, no es sorprendente que la palabra jomá se encuentre más veces en el libro de Nehemías que en cualquier otro libro de la Tanaj. Nehemías es un tesoro de sabiduría respecto a muros, y creo que contiene lecciones que podemos aplicar a nuestras vidas hoy día, a pesar de que no vivamos en ciudades que requieran muros físicos de seguridad.

El libro de Nehemías comienza cuando, estando éste en la ciudad de Susa, recibió a unos viajeros de Jerusalén que le compartieron una triste noticia: "El remanente, los que sobrevivieron a la cautividad allá en la provincia, están en gran aflicción y oprobio, y la muralla de Jerusalén está derribada y sus puertas quemadas a fuego" (Neh. 1:3). Nehemías lloró y clamó por muchos días cuando supo que Jerusalén estaba indefensa.

Luego de un tiempo de clamor y oración, Nehemías, quien era copero del rey Artajerjes, decidió tomar acción. Pidió y recibió el permiso del rey para regresar a Jerusalén y reconstruir los muros caídos. Llevando cartas de autorización del Rey, madera del bosque real y una pequeña escolta, Nehemías llegó a Jerusalén. Una vez allí, fue discreto y no informó a nadie sobre sus intenciones, porque ya había visto cierta oposición por parte de algunos líderes locales. Lo primero que hizo fue salir secretamente de noche para inspeccionar los muros de la ciudad y sus puertas. Cuán importante es que evaluemos con exactitud las dimensiones de una tarea antes de que hagamos planes específicos para la labor. También debemos tener en cuenta que habrá oposición a los planes de Dios. 

Encontraremos Oposición: 

La tierra de Judá a la que regresó Nehemías había sido conquistada por Babilonia, su ciudad capital, Jerusalén, había sido destruida y la región había sido nuevamente habitada por una mezcla de judíos y no-judíos. Charles Pfeiffer, en su libro Old Testament History [Historia del Antiguo Testamento], escribió: "A diferencia de los asirios, quienes repoblaron el Reino del Norte luego de su destrucción en 722 a.C. (2 Reyes 17:24), los babilonios no tenían la política de repoblar las áreas de donde tomaban sus cautivos. Por el contrario, la tierra era gradualmente repoblada sola por las tribus vecinas... Antes de que regresaran los exiliados desde Babilonia, Judá ya había sido ocupado por personas extranjeras y descendientes de la población judía que no fue deportada. El área que ocuparon los judíos luego de regresar por el decreto de Ciro se limitó a Jerusalén y sus suburbios." Nehemías sabía que regresaba a territorio enemigo, rodeado de personas que no querían ver la reconstrucción de Jerusalén.

La oposición vino en varias formas, dirigida por Sanbalat, gobernador de Samaria, y otros, incluyendo Tobías el amonita y Gesem, probablemente de una tribu árabe (Neh. 2:19). Primero lanzaron burlas verbales, mofa y escarnio. "Habló [Sanbalat] en presencia de sus hermanos y de los ricos de Samaria, y dijo: '¿Qué hacen estos débiles Judíos? ¿La restaurarán para sí mismos? ¿Podrán ofrecer sacrificios? ¿Terminarán en un día? ¿Harán revivir las piedras de los escombros polvorientos, aun las quemadas?'" (Neh. 4:2). Sin ser disuadidos, Nehemías y el pueblo judío simplemente clamaron al Señor y continuaron trabajando en el muro.

Cuando ese primer intento por detener a los judíos fracasó, Sanbalat y sus compañeros tomaron medidas más ofensivas y los amenazaron físicamente. "Cuando Sanbalat, Tobías, los Árabes, los Amonitas y los de Asdod se enteraron que continuaba la reparación de las murallas de Jerusalén, que las brechas comenzaban a ser cerradas, se enojaron mucho. Y todos ellos conspiraron juntos para venir a luchar contra Jerusalén y causar disturbio en ella" (Neh. 4:7-8). Nuevamente, Nehemías se tornó a Dios en oración, pero también armó a los trabajadores como medida de precaución. Pfeiffer escribe: "Los samaritanos y sus aliados no realizaron un ataque directo, pero representaban una amenaza constante y ocasionaron serias dificultades a los judíos."

Si al Principio no Tienes Éxito...

Ya que sus primeros intentos de intimidar a los trabajadores en el muro fracasaron, Sanbalat intentó nuevas tácticas, dirigiendo sus ataques contra el líder. En cuatro ocasiones invitó a Nehemías para bajar y "reunirse" con ellos, y cuatro veces éste rehusó, reconociendo que tenían malas intenciones. El quinto esfuerzo vino en forma de una carta, falsamente acusando a Nehemías de rebelión contra Persia. "En ella estaba escrito: 'Se ha oído entre las naciones, y Gasmu dice, que tú y los Judíos están tramando rebelarse; por eso reedificas la muralla. Y según estos informes tú vas a ser su rey'" (Neh. 6:6). Nehemías rotundamente negó la acusación, diciendo: "No han sucedido esas cosas que tú dices, sino que las estás inventando en tu corazón" (Neh. 6:8). En un último esfuerzo, contrataron al profeta Semaías para engañar a Nehemías y hacerlo huir por su vida y esconderse en el Templo. Pero Nehemías lo rehusó por dos razones, según el comentario en The Tanach, Stone Edition: "No es correcto que un líder del pueblo se esconda; y como no era un Cohen [sacerdote], le era prohibido entrar al Santuario."

A pesar de las constantes interrupciones y amenazas contra el líder Nehemías y los que reconstruían el muro, el trabajo fue finalizado y la ciudad de Jerusalén se encontró nuevamente segura y protegida de sus enemigos. 

Muros También Proveen un Medio de Distinción: 

Los muros sirven como protección, pero también sirven como barreras que separan el ambiente interior de todo lo que se encuentra afuera, lo santo de lo inmundo. Luego de la destrucción del Templo y el exilio babilónico, muchas de las personas judías que permanecieron en Judá se casaron con no-judíos. "El problema de matrimonios con extranjeros era muy preocupante... [Nehemías] les recordó que aún el justo Salomón se apartó de Dios por causa de sus esposas extranjeras (Neh. 13:25-27). Un nieto de Eliasib [Sumo Sacerdote], quien se había casado con la hija de Sanbalat, fue un notorio ofensor y Nehemías lo echó de Jerusalén (Neh. 13:28)" (Pfeiffer, Old Testament History).

Aunque el muro físico de Jerusalén servía para proteger a los habitantes de sus enemigos, también servía para demarcar la frontera entre el pueblo de Dios y el mundo. Además de dirigir los esfuerzos de reconstrucción, Nehemías instituyó reformas espirituales. Una lectura pública de la Ley Mosaica los ayudó a reconocer su pecado, a ayunar y a arrepentirse. Los miembros de la comunidad redactaron un pacto por escrito (también conocido como el Código de Nehemías) en que prometían siete cosas: "(1) evitar matrimonios mixtos con otros pueblos de la tierra; (2) no comprar de extranjeros en los días sábado y días sagrados; (3) observar el año sabático; (4) pagar la tercera parte de un shéquel anualmente como impuesto al Templo; (5) dar ofrendas para sufragar los servicios y la madera en el altar del Templo; (6) entregar las primicias, los primogénitos, los diezmos y otras contribuciones al Templo; (7) llevar los debidos diezmos para los sacerdotes y levitas a los almacenes locales" (Neh. 9:38, 10:1-40 y www.jewishvirtuallibrary.org). El pueblo de Dios claramente se distanciaba de las culturas vecinas y reconocía Su Ley.

Para concluir nuestro análisis de la reconstrucción de los muros de Jerusalén, podemos ver que los tres propósitos para un muro se ilustran en el libro de Nehemías. Los muros protegían a la ciudad, separaban a los habitantes de su ambiente exterior y establecían claras fronteras entre el pueblo escogido de Dios y las culturas paganas. 

Los Individuos Necesitamos Muros: 

Como puede usted recordar, comencé mi estudio bíblico sobre muros para ver si me podía ayudar a alcanzar el fruto espiritual del dominio propio. Es evidente que vivimos en un mundo que se opone a Dios. De la misma manera en que una ciudad antigua necesitaba protección, los individuos hoy día también necesitamos protección de las tentaciones diarias que son parte de la vida en un mundo caído. Me vienen a la mente cuatro cosas cuando considero mis "muros" personales de protección. Cada una es importante y si obviamos una de ellas, la estructura queda debilitada.

El primer componente es la Palabra de Dios. Hay muchas razones por leer las Escrituras, pero como estamos analizando este concepto sobre la protección de muros, limitaremos nuestra perspectiva a eso. Para muchos, el siguiente verso nos consuela, aunque promete disciplinarnos si necesitáramos corrección. "Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra" (2 Tim. 3:16-17). La Palabra de Dios es capaz de establecer "muros" o fronteras a los creyentes para encaminar nuestras vidas.

Las raíces hebraicas de nuestra fe también nos demuestran cómo las Escrituras nos pueden guardar y proteger. En el libro Judaism [Judaísmo], leemos lo siguiente: "[La Torá] no es un extremo conjunto de exigencias dada a los ángeles o a unos pocos hombres de piedad superior. Su sabiduría y sus ordenanzas son el medio por el cual todos los hombres pueden alcanzar la santidad, incluso el más ordinario entre ellos. Al obedecerla, resistimos las tentaciones que nos asedian cada día, según explicó Rashi, el Rabino Salomón ben Isaac (1040-1105), el clásico comentarista de la Biblia y el Talmud."

El segundo componente es la oración o nuestra comunicación con Dios, por medio de la cual reconocemos que Él es Todopoderoso y que nosotros somos frágiles humanos. Podríamos clamar al Señor para que nos salve, como lo hizo Nehemías cuando él y sus trabajadores recibieron las burlas de Sanbalat. "Oye, oh Dios nuestro, cómo somos despreciados. Devuelve su oprobio sobre sus cabezas y entrégalos por despojo en una tierra de cautividad" (Neh. 4:4). Quizás nos hayamos percatado de un pecado, y podemos orar como lo hizo David: "Te manifesté mi pecado, y no encubrí mi iniquidad. Dije: 'Confesaré mis transgresiones al SEÑOR;' y Tú perdonaste la culpa de mi pecado" (Sal. 32:5). O podemos simplemente gritar "Aba, Padre" cuando nos sentimos solos o necesitamos recordar cómo nos protege nuestra relación con el Padre celestial.

La comunión con los santos, y nuestra relación de responsabilidad íntima con por lo menos dos o tres fieles creyentes, es el tercer componente. De la misma manera en que cultivamos nuestra relación con Dios por medio de la oración, debemos tener relaciones saludables con otros creyentes para animarlos y fortalecerlos, y permitirles que hagan lo mismo con uno. "Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca" (Heb. 10:24-25).

Finalmente, la alabanza y la adoración son poderosas armas que podemos usar para construir,  fortalecer o mantener nuestro "muro" de protección. En la alabanza reconocemos quién es Dios y admitimos nuestra dependencia de Él. El libro de los Salmos es rico en ejemplos de cánticos de adoración escritos por el rey David y otros. Es un lugar maravilloso para comenzar, y de allí podemos pasar a adorar a Dios por Sus actos de misericordia y gracia hacia nosotros en la actualidad.

Ese grupo de cuatro componentes no es una lista exhaustiva. A medida que usted espera en el Señor, le puede revelar otras maneras en que puede fortalecer su "muro" de protección, su pared o su frontera de incursiones del mundo externo. 

Lecciones del Libro de Nehemías: 

Ya que hemos identificado los componentes importantes de nuestros "muros," ¿qué podemos aprender del relato de Nehemías?

Primero que nada, debemos estar apercibidos sobre la condición de nuestros "muros." ¿Pueden ser echados abajo o destruidos por el enemigo? Si no nos cuidamos en la lectura de la Escritura, si dejamos que nuestra vida de oración se torne aburrida y rutinaria, si dejamos de congregarnos regularmente con otros creyentes, y si olvidamos de alabar al que es digno de la más sublime gloria y honra, poco a poco se pueden ir cayendo las piedras de nuestro muro protector.

Una vez que hayamos permitido el desgaste de nuestros muros, requiere mucho trabajo para repararlos. Durante ese proceso de reconstrucción, nos pueden llegar distracciones y desánimos de diferentes formas. Podríamos encontrar diversas maneras de acoso cuando intentamos solidificar los lugares deteriorados. El ataque puede venir de personas desconocidas, de amistades o de uno mismo. La perseverancia y la determinación por confiar en el Señor son esenciales si vamos a tener éxito. Debemos tomar la decisión consciente de fijar nuestro pensamiento en Dios, de buscarlo y de ser obedientes en todo, aún en lo más pequeño.

Aunque nuestro muro no se haya derrumbado, aún debemos ser diligentes para mantener en buen estado nuestro muro de protección. "He pasado junto al campo del perezoso y junto a la viña del hombre falto de entendimiento, y vi que todo estaba lleno de cardos, su superficie cubierta de ortigas, y su cerca de piedras, derribada" (Prov. 24:30-31). También debemos comprender que ésta es una guerra, y debemos estar preparados para luchar cuando sea necesario. Los que trabajaron en la reconstrucción del muro en tiempos de Nehemías "llevaban la carga en una mano trabajando en la obra, y en la otra empuñaban un arma" (Neh 4:17). Así también debemos estar listos para nuestra lucha. 

Muros Fuertes Conducen a la Pureza: 

Cuando nuestros muros están en buena condición, nos podremos mantener puros y apartados del mundo por el poder de Dios. Pero si tenemos áreas de pecado o rebeldía en nuestras vidas sería fácil detectarlo, ya que una brecha en el muro es muy evidente. Una vez que los muros de Jerusalén quedaron reconstruidos, Nehemías pidió que se leyera al pueblo la Ley. Eso, a la vez, produjo una admisión de pecado y la necesidad de arrepentimiento.

El Salmo 51 es un bello ejemplo de cómo la pureza de David y su relación con Dios fue restaurada. Su "muro" de protección había sido agrietado e infringido debido a su pecado de adulterio con Betsabé y la subsiguiente orden de abandonar al esposo, Urías, en el frente de batalla (2 Sam. 11). Cuando Dios envió a Natán el profeta para confrontarlo (2 Sam. 12:1-15), David confesó su pecado y clamó en arrepentimiento:

"Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a Tu misericordia; conforme a lo inmenso de Tu compasión, borra mis transgresiones. Lávame por completo de mi maldad, y límpiame de mi pecado" (Sal. 51:1-2). En otras palabras, David dijo: "O Señor, veo la brecha en mi muro, una apertura que ha ocasionado mi pecado, un lugar donde el enemigo pudo entrar y robar."

"Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de Tu presencia, y no quites de mí Tu Santo Espíritu" (Sal. 51:10-12). David reconoció que la brecha en su "muro" era también una brecha en su relación con Dios, algo que valoraba más que nada en el mundo. En arrepentimiento, clamó al Señor para ser limpiado y restaurado.

"Entonces enseñaré a los transgresores Tus caminos, y los pecadores se convertirán a Ti" (Sal. 51:13). Una vez que David quedó restaurado y su muro de protección nuevamente sellado, sintió el deseo de compartir con los demás acerca de la misericordia y el amor de Dios, y de contar a todos sobre cuán deseoso está Dios por perdonar y reparar el daño ocasionado por nuestro pecado. Es interesante observar que al final del Salmo 51, David mencionó los muros de Jerusalén mientras intercedía: "Haz bien con Tu benevolencia a Sion; edifica los muros de Jerusalén" (v. 18). David reconoció la importancia de la protección divina de Su pueblo. 

Fijémonos en Nuestros Muros: 

Comencé este estudio con un verso bíblico: "Como ciudad invadida y sin murallas es el hombre que no domina su espíritu" (Prov. 25:28 NBLH, énfasis añadido). Por medio de nuestro análisis de Nehemías y otras porciones de la Escritura, vemos la importancia de tener y mantener un muro protector. Dios nos provee seguridad siempre y cuando vivamos bajo Su protección, de la misma manera en que los habitantes de una antigua ciudad vivían dentro de sus muros protectores. Pero nuestras acciones y decisiones diarias afectan la condición de nuestros "muros." A veces he pensado erróneamente que hay pecados grandes y pequeños, y que Dios ignorará mi pequeño pecado de excederme en el comer. Sin embargo, cualquier acto de desobediencia debilita mi "muro" de protección, que es un regalo de Dios para mí. Oro para que todos seamos diligentes en la construcción y en el mantenimiento de nuestros muros protectores.

Por Janet Aslin,

Escritora de Puentes para la Paz

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