Liberado de la droga



«Mi primer contacto con la droga fue cuando tenía trece años: primero un cigarrillo y después la jeringuilla. Me sentía miserable y sin fuerzas para escapar a esta esclavitud.
A los diecinueve años traté de suicidarme lanzándome a un autobús, pero el conductor logró evitar la tragedia. Entonces me eché a llorar; sollozando, decía: ¡Oh Dios, oh Dios!
Después de haber ido de un lado a otro sin rumbo. Un día fue como si Dios me respondiese llevándome en cierta dirección… Me encontré frente a una iglesia. La puerta estaba cerrada, y en el momento en que me iba, oí gritar a alguien: ¡Joven, ven acá!
El anciano que me llamaba me inspiró confianza. Tomó mi brazo amablemente y me condujo hasta su casa, la cual estaba muy cerca de allí.
–¿Cuál es tu problema?, me preguntó.
–Estoy totalmente metido en la droga y soy incapaz de dejarla.
Aquel hombre tomó su Biblia y me leyó este pasaje de Apocalipsis: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).
–Supongo que deseas ser salvo, me dijo.
–No sé a qué se refiere, pero necesito que alguien me ayude.
–Pues oremos, me dijo.
Dios respondió las oraciones de mi nuevo amigo, pues me convertí en otro hombre, porque Dios me perdonó y me liberó».



De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo. 2 Corintios 5:17-18

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