Cánticos en la casa del perseguidor
Ahmed entregó su vida a Cristo en el
año 1983. Tres años después se casó y tuvo un hijo, pero su familia no podía
soportar su vida cristiana.
«Viví separado de mi familia», explica, «y tanto mis padres como las
autoridades no dejaron de acosarnos con preguntas para tratar de hacernos
retroceder. Tenía que escoger entre Cristo y ellos. La decisión ya estaba
tomada, pero el hecho de declararla hizo que mi padre se enfureciese aún más.
Agarró su fusil y me apuntó. Estaba dispuesto a matarme a mí y a mi bebé. ¡Pero
no pudo disparar, su brazo quedó como paralizado! Mis suegros nos acogieron,
aunque la gente del pueblo trataba de expulsarnos. ¡Éramos los primeros
cristianos del lugar!
Mucho tiempo después, tras haber observado nuestro comportamiento, mis padres
quedaron impresionados, entregaron su vida a Cristo y empezaron a asistir a las
reuniones cristianas. Como la casa donde nos congregábamos era pequeña, mi
padre nos propuso hacer las reuniones en su casa. ¡En la misma habitación donde
nos había presionado con tantas preguntas y amenazas, ahora se oían oraciones y
cánticos de alabanza al Dios Salvador!».
Porque
Él vive
Triunfaré mañana.
Porque Él vive
Ya no hay temor,
Porque yo sé
Que el futuro es suyo.
La vida vale más y más, sólo por Él.
Triunfaré mañana.
Porque Él vive
Ya no hay temor,
Porque yo sé
Que el futuro es suyo.
La vida vale más y más, sólo por Él.
Perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero
no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de
Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. 2
Corintios 4:9-10
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