Las aves migratorias



Cada año, en primavera, los europeos son testigos del retorno de las golondrinas. Su regreso es la señal de la llegada de días más cálidos, del renacer de la naturaleza. ¡Es como si tuviese lugar una maravillosa resurrección! Al final del verano, esas aves se van a otras tierras en busca de calor y alimento, a miles de kilómetros al sur. En primavera, siguiendo la misma trayectoria con una extraordinaria precisión, regresan al lugar de donde habían salido.
La Biblia nos invita a aprender una lección de esas aves migratorias. Su paso cada año encima de nuestras cabezas nos recuerda que un día en su vida cada ser humano tendrá que ponerse en camino, volver sobre sus pasos para reconciliarse con Dios y recibir el perdón de pecados y la vida eterna. El profeta Jeremías hace este reproche a los creyentes porque no querían reconocer sus errores: “¿Por qué es este pueblo de Jerusalén rebelde con rebeldía perpetua? Abrazaron el engaño, y no han querido volverse… No hay hombre que se arrepienta de su mal… Aun la cigüeña en el cielo conoce su tiempo, y la tórtola y la grulla y la golondrina guardan el tiempo de su venida; pero mi pueblo no conoce el juicio del Señor” (Jeremías 8:5-7).
¿Y nosotros? ¿Hemos conocido nuestro tiempo? ¿Nos hemos puesto en camino para volvernos a Dios? Pronto será demasiado tarde. Y si somos hijos de Dios, quizá nos hemos alejado de él y buscamos horizontes que nos parecen mejores. ¡Volvamos al Señor, él nos está esperando!


Así dice el Señor: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios… Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados; vuélvete a mí, porque yo te redimí. Isaías 44:6, 22


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