Esclavo
El
hombre que no conoce a Dios es esclavo. ¿Cómo? Esta afirmación es dura, dirá
usted. El hombre, ser inteligente, con voluntad propia, responsable de sus
actos, ¿es tratado de esclavo? ¿No tiene acaso la facultad de comprender, de
conocer lo que le rodea y de tomar decisiones? ¡Un esclavo es aquel que depende
de sus culpables pasiones, de la droga, de la televisión, de Internet, o
incluso el que tiene un defecto muy arraigado! Se dice: ¡Cada uno tiene sus
defectos! ¿Cómo pretender que el hombre sin Dios, ateo, sea un esclavo, cuando
se ha liberado de una creencia desfasada?
La Biblia declara: “El que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo
venció” (2 Pedro 2:19). Ella dice que el hombre apartado de Dios es esclavo del
pecado. Pecar es no hacer la voluntad de Dios, es dar la espalda al objetivo
que Dios tenía preparado para el bien de su criatura.
Pero Dios quiere acercarse a usted y a mí; desea levantarle y liberarle. Se
acercó a nosotros mediante Jesucristo, quien murió en la cruz para expiar nuestras
faltas y liberarnos del pecado. Ahora espera que cada uno de nosotros reconozca
su alejamiento de Dios, que se lo confiese y acepte el don de la salvación
pagada muy cara por Jesucristo. El que se apropia del valor del sacrificio de
Jesucristo ya no es más esclavo del pecado, sino libre. A partir de entonces se
deja guiar por el Espíritu de Dios, quien le enseña a decir, como el apóstol:
“Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”
(Filipenses 3:14).
Dando
gracias al Padre… el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y
trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre,
el perdón de pecados. Colosenses 1:12-14
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