SALMOS DE ASCENSO GRADUAL
El Salmo
121 es parte de una colección especial de versos bíblicos que se llama los
“Salmos de Ascenso Gradual.” Consta de 15 salmos, desde el 120 al 134, cada uno
identificado al principio como un salmo a recitarse durante la subida o asenso
gradual. La palabra usada en hebreo es “ma’alah,” y describe un
movimiento ascendente, como en la subida por una escalinata o un monte.
Aparentemente tenían cierta melodía que las familias cantaban durante su
peregrinaje y subida hacia Jerusalén.
¿Quién
escribió esta colección de salmos de peregrinaje? Las aclaraciones al inicio de
los Salmos 122, 124, 131 y 133 dicen que el rey David escribió esos salmos,
mientras que su hijo, el rey Salomón, escribió el Salmo 127. Los demás no
describen su autoría. Si dichos salmos fueron escritos durante el tiempo del
rey David, tienen como 3,000 años. Es asombroso que todavía nos puedan hablar y
tocar el corazón hoy día de la misma manera que en aquellos tiempos.
¿Por qué
son tan especiales estos salmos que se designan específicamente como “un salmo
de ascenso gradual”? ¿Qué tipo de ascenso tendrían en mente los autores?
¿Estarían pensando en un ascenso espiritual en oración; o un ascenso físico por
las escalinatas del Templo; o un peregrinaje hacia Jerusalén? ¿Percibirían ese
ascenso desde una perspectiva individual o nacional? Parece que la respuesta a
esas preguntas es “sí” – a todas ellas.
Importantes en la Adoración:
Los Salmos
de Ascenso Gradual han sido, y continúan siendo, importantes en la adoración
tanto para la fe judía como la cristiana. Esta colección de oraciones, poesías
y canciones se usa para meditación individual además de adoración colectiva.
Durante los tiempos del Templo, los sacerdotes cantaban los Salmos de Ascenso
Gradual mientras subían al Templo. Dice en la Mishná (primeros escritos
de tradición judía): “Sobre los quince escalones que llegaban hasta la corte de
las mujeres, que corresponden a los quince cánticos de ascenso, los levitas se
paraban con sus instrumentos musicales y cantaban” (m. Sukkah 5:4-5).
Actualmente, selecciones del Salterio (libro de los Salmos) se cantan durante
los servicios en muchas iglesias cristianas. Los Salmos de Ascenso Gradual
también forman parte del libro judío de oraciones, el Sidur. El Salmo
126 es uno de los salmos recitados en el shabat (sábado) y también
durante días especiales de fiesta judía: “Cuando el Señor hizo volver a los
cautivos de Sión, éramos como los que sueñan” (v. 1).
Los judíos
memorizaban los Salmos de Ascenso Gradual y los cantaban cuando viajaban desde
largas distancias a Jerusalén cada año durante los tres días de peregrinaje del
Señor. En Deuteronomio 16:16 dice: “Tres veces al año se presentarán todos
tus varones delante del Señor tu Dios en el lugar que Él escoja: en la Fiesta de
los Panes sin Levadura, en la Fiesta de las Semanas y en la Fiesta de los
Tabernáculos; y no se presentarán con las manos vacías delante del Señor.”
Esas fiestas se celebraban a nivel individual delante del Señor, pero también
se celebraban colectivamente como expresión de Israel en su totalidad. Las
fiestas eran momentos de gran gozo y anticipación a medida que subían para
encontrarse con el Señor. La palabra hebrea para ese tipo de fiesta es “moed.”
Significa un tiempo o lugar separado como fiesta sagrada. Era una celebración
especial en el calendario de Dios que dio a Su pueblo.
La Historia de Ascenso Judío:
¿Cuándo
comenzó el ascenso judío a Jerusalén? Abraham fue el primero de los israelitas
en subir a Jerusalén. Dios le dijo que sacrificara a su hijo Isaac en el
preciso lugar donde más tarde sería construido el Templo. En Génesis 22:8,
Abraham le dijo a Isaac: “Dios proveerá (Yehová Yiré) para sí el
cordero para el holocausto, hijo mío.”
Jacob
también hizo el ascenso y vio una gran escalera que llegaba hasta el cielo por
donde ángeles subían y bajaban. Quedó maravillado por esa visión. En Génesis
28:17, Jacob dijo: “¡Cuán imponente es este lugar! Esto no es más que la
casa de Dios [Betel], y ésta es la puerta del cielo.”
Luego el
rey David subió a Jerusalén, y fue visitado por el Ángel del Señor. En 2 Samuel
24:24-25 dice que David construyó un altar allí. “...‘ciertamente por precio
te lo compraré, pues no ofreceré al Señor mi Dios holocausto que no me cueste
nada.’ Y David compró la era y los bueyes por cincuenta siclos (570 gramos) de
plata. Y allí edificó David un altar al Señor, y ofreció holocaustos y ofrendas
de paz. El Señor escuchó la súplica por la tierra y la plaga fue detenida en
Israel.” Ese es el mismo sitio donde su hijo, el rey Salomón, eventualmente
construyó el Templo.
El Nuevo
Testamento nos dice que Yeshúa (Jesús) hizo muchos peregrinajes a
Jerusalén. Se crió en Nazaret dentro de una familia judía religiosa. Debieron
hacer esa caminata a Jerusalén tres veces al año para las fiestas del Señor. No
era un viaje fácil en aquellos días. A un varón joven fuerte y saludable le
podría tomar por lo menos dos días, si andaba solo. Pero la gente usualmente
viajaba en grupos para protegerse de ladrones, animales salvajes o las
inclemencias del tiempo. Un grupo que tuviese niños requería hasta cinco días
llegar desde los poblados del norte hasta Jerusalén. Las rutas más comunes
medirían entre 90 y 120 millas (144 a 193 kilómetros), dependiendo si pasaban
por Samaria o no.
Uno de esos viajes es
descrito en el segundo capítulo de Lucas: “Los padres de Jesús acostumbraban
ir a Jerusalén todos los años a la fiesta de la Pascua. Y cuando Él cumplió
doce años, subieron allá conforme a la costumbre de la fiesta. Al regresar
ellos, después de haber pasado todos los días de la fiesta, el niño Jesús se
quedó en Jerusalén sin que lo supieran Sus padres, y suponiendo que iba en la
caravana, anduvieron camino de un día, y comenzaron a buscar a Jesús entre los
familiares y conocidos. Cuando no Lo encontraron, volvieron y Lo buscaron en
Jerusalén. Después de tres días Lo encontraron en el templo, sentado en medio
de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas” (Luc. 2:41-46).
El grupo de
peregrinos era tan grande en ese viaje que los padres de Jesús no se percataron
que no estaba con ellos hasta el final del día. Y luego, cada año, Jesús
continuaría haciendo ese peregrinaje por lo menos tres veces al año, como lo
ordenó Dios: “Tres veces al año se presentarán todos
tus varones delante del Señor DIOS” (Éxodo 23:17). Antes de subir al Templo, cada hombre se sumergía en
uno de los varios mikvot (baños rituales) del área para ser purificado (Juan
11:55). Entonces subía la Escalinata del Sur y entraba por las Puertas de Hulda
para llegar al Monte del Templo.
El Nuevo
Testamento también nos dice que cuando Yeshúa hizo Su entrada triunfal, atravesó la
Puerta Dorada o la Puerta Hermosa desde el este, y así subió al Monte del
Templo. Muchos gritaron: “¡Hosanna! Bendito el que
viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel” (Juan 12:13). “Hosanna” es una palabra hebrea (hoshi-a-na) usada
como saludo o alabanza, pero literalmente significa “¡salva!” o “¡auxilio!” Yeshúa mismo dijo:
“...no Me verán más hasta que digan: 'Bendito aquel que
viene en el nombre del Señor’” (Mat.
23:39).
La ciudad de
Jerusalén (o Sión) era tan importante para Dios que estableció allí a Su pueblo
escogido. Ese lugar sería su centro de adoración, y la presencia del Señor se
encontraría siempre allí. Dios todavía cela esa ciudad y establecerá la Nueva
Jerusalén en el mismo lugar. Los Salmos de Ascenso Gradual ocuparon un lugar
central para el pueblo judío y el sacerdocio como medio de recordación,
oración, cántico y adoración mientras subían a Jerusalén.
Hagamos el
Peregrinaje:
Los cristianos
también nos encontramos en un peregrinaje espiritual. El Salmo 84:5-7 describe
ese camino individual que hacemos: “¡Cuán
bienaventurado es el hombre cuyo poder está en Ti, en cuyo corazón están los
caminos a Sión! Pasando por el Valle de Baca (de Lágrimas)lo convierten en
manantial, también las lluvias tempranas lo cubren de bendiciones. Van de poder
en poder, cada uno de ellos comparece ante Dios en Sión.”
Antes de
iniciar el peregrinaje, lea los quince salmos: del 120 al 134. Quizás le
parezca mucha lectura, pero esos salmos son cortos, consistiendo de sólo tres a
ocho versos cada uno. Dichos Salmos de Ascenso Gradual contienen algunos de los
versos más amados, citados orados o cantados de todas las Escrituras. A
continuación algunos datos sobresalientes de la colección que le ayudarán en su
ascenso.
El Salmo
120 fue escrito por alguien que atravesaba momentos difíciles. El salmista
comienza diciendo: “En mi angustia clamé al Señor, y Él me respondió”
(v. 1). Aunque el autor estaba desesperado, el pensamiento central del salmo es
su fe en Dios. Continúa diciendo: “¡Ay de mí, porque soy peregrino en Mesec,
y habito entre las tiendas de Cedar! Demasiado tiempo ha morado mi alma con los
que odian la paz” (vs. 5-6). En el mundo actual, a menudo nos encontramos
en momentos y situaciones difíciles que retan nuestra fe. También el creyente
puede encontrarse bajo persecución e incluso peligro de muerte.
El Salmo
121 comienza con un reconocimiento de que Dios en nuestro ayudador: “Levantaré
mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi ayuda? Mi ayuda viene del Señor, que
hizo los cielos y la tierra” (vs. 1-2). El salmista dice que Dios
continuamente vela sobre Israel: “…No se adormecerá el que te guarda. Jamás
se adormecerá ni dormirá El que guarda a Israel” (vs. 3b-4). También dice
que Dios continuamente vela por nosotros: “El Señor guardará tu salida y tu
entrada desde ahora y para siempre” (v. 8). La protección especial de Dios
está sobre el que crea en Él.
El Salmo
122 habla del gran gozo que sentían los israelitas cuando hacían su
peregrinaje al Templo de Jerusalén para juntos adorar y dar gracias a Dios.
También nos exhorta a orar por “la paz de Jerusalén.” Cuando oramos por
la paz de Jerusalén, procuramos el cumplimiento de la voluntad de Dios sobre Su
ciudad, que incluye un tiempo en el futuro cuando habrá completa paz bajo el
reinado del Mesías. Este salmo es como una película de Jerusalén desde tiempos
de la antigüedad hasta el futuro. ¿Puede usted imaginarse a miles de familias
mientras ascendían con anticipación a Jerusalén? La próxima escena se
desarrolla dentro de las puertas de la ciudad. Visualice la Ciudad de David
protegida por muros a su alrededor. Todo edificio adentro está pegado entre sí
y muy compacto, reflejando una misma familia y comunidad. La próxima escena es
la futura Jerusalén, con sus tronos (como tribunal judicial) en la casa de
David. La última vista refleja los postreros días cuando Jerusalén disfrutará
de completa paz, paz que alcanzará al resto del mundo, y la casa de Dios se
convertirá en casa de oración para todas las naciones.
El próximo
escalón en este ascenso gradual es el Salmo 123, donde el autor se
encuentra en un lugar de desprecio y escarnio por parte de los que le rodean.
Pero reconoce la presencia de Dios y espera recibir Su misericordia. “A Ti
levanto mis ojos, ¡oh Tú que reinas en los cielos! Como los ojos de los siervos
miran a la mano de su señor, como los ojos de la sierva a la mano de su señora,
así nuestros ojos miran al Señor nuestro Dios hasta que se apiade de nosotros” (vs.
1-2).
El Salmo
124 relata la manera en que Dios salvó a Su pueblo de la destrucción.
Termina diciendo: “Nuestra ayuda está en el nombre del Señor, que hizo los
cielos y la tierra” (v. 8). Cuando enfrentamos problemas aparentemente
insuperables, podemos clamar al que tiene todo el poder para rescatarnos.
El Salmo
125 dice que los que confiamos en Dios somos inconmovibles, y que el Señor
nos tiene rodeados: “Los que confían en el Señor son como el Monte Sión, que
es inconmovible, que permanece para siempre. Como los montes rodean a
Jerusalén, así el Señor rodea a Su pueblo desde ahora y para siempre” (vs.
1-2). Aquí el autor dejó atrás todos los problemas que le asediaban para vivir
en plena seguridad y en la paz del Señor.
El
peregrinaje aquí ya no es un ascenso en la actualidad, según el Salmo 126,
sino una reunión futura de los exiliados en la tierra de Israel: “Cuando el
Señor hizo volver a los cautivos de Sión, éramos como los que sueñan. Entonces
nuestra boca se llenó de risa, y nuestra lengua de gritos de alegría; entonces
dijeron entre las naciones: ‘Grandes cosas ha hecho el Señor con ellos.’
Grandes cosas ha hecho el Señor con nosotros; estamos alegres” (vs. 1-3).
El Salmo
127 nos recuerda que aparte de Dios, nada podemos hacer: “Si el Señor no
edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican; si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vela la guardia” (v. 1). ¡Él lo hace todo en nosotros!
El
principio del Salmo 128 expresa la verdad de que el temor del Señor es
nuestro fundamento. Si le amamos, guardaremos Sus mandamientos: “Bienaventurado
todo aquél que teme al Señor, que anda en Sus caminos” (v. 1). Vemos más
sobre la bendición del Señor al final: “El Señor te bendiga desde Sión, veas
la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida, y veas a los hijos de
tus hijos. ¡Paz sea sobre Israel!” (vs. 5-6).
El Salmo
129 es un cántico de victoria sobre los enemigos de Israel: “Sean
avergonzados y vueltos atrás todos los que odian a Sión. Que sean como la
hierba en los techos, que se seca antes de crecer; con la cual el segador no
llena su mano, ni el recogedor de gavillas sus brazos. Que no digan los que
pasan: ‘La bendición del Señor sea sobre ustedes; los bendecimos en el nombre
del Señor’” (vs. 5-8).
A medida
que seguimos ascendiendo, el Salmo 130 habla sobre cómo podemos tener
nuestra esperanza en Dios. Cuando nos arrepentimos, Él nos perdona. Cuando
clamamos a Dios en tiempos de prueba y tribulación, Él es nuestro auxilio: “Espero
en el Señor; en Él espera mi alma, y en Su palabra tengo mi esperanza. Mi alma
espera al Señor más que los centinelas a la mañana; sí, más que los centinelas
a la mañana. Oh Israel, espera en el Señor, porque en el Señor hay
misericordia, y en Él hay abundante redención; Él redimirá a Israel de todas sus
iniquidades” (vs. 5-8).
El Salmo
131 fue escrito por David, y consiste de tres versos. Nos exhorta a que
tengamos paz y esperanza mientras esperamos en el Señor:
“Señor,
mi corazón no es soberbio, ni mis ojos altivos; no ando tras las grandezas, ni
en cosas demasiado difíciles para mí; sino que he calmado y acallado mi alma;
como un niño destetado en el regazo de su madre, como un niño destetado está mi
alma dentro de mí. Espera, oh Israel, en el Señor, desde ahora y para siempre.”
En el Salmo
132, leemos sobre cuánta importancia tiene Sión (Jerusalén) para Dios. Es
el único sitio de entre todo el mundo donde Él estará para siempre. Eso explica
por qué hay tanta guerra en torno a Jerusalén, tanto en lo espiritual como en
lo natural. Sabemos que Jerusalén será “una copa de vértigo para todos los
pueblos de alrededor,” según vemos en Zacarías 12:2, porque Dios tiene un
plan eterno para ese lugar tan especial. “Porque el Señor ha escogido a
Sión; la quiso para Su habitación. ‘Este es Mi lugar de reposo para siempre;
aquí habitaré, porque la he deseado’” (vs. 13-14).
Mientras
continuamos nuestro ascenso, llegamos al Salmo 133. Quizás usted ya
sienta el deseo de cantar o danzar delante del Señor. Este otro salmo de tres
versos también fue escrito por David:
“Miren cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos habiten
juntos en armonía. Es como el óleo precioso sobre la cabeza, el cual desciende
sobre la barba, la barba de Aarón, que desciende hasta el borde de sus
vestiduras. Es como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sión;
porque allí mandó el Señor la bendición, la vida para siempre.”
Dios no se agrada de la división y
contienda en Su pueblo, ya que ese no es Su plan para nosotros. Le agrada que
vivamos juntos en armonía, paz y amor. Dios desea bendecirnos con esa comunión
con Él y los demás, ahora y para siempre.
Al terminar de leer el último Salmo de
Ascenso Gradual, el Salmo 134, quizás se encuentre parado con sus manos
levantadas en adoración:
“Bendigan
al Señor todos los siervos del Señor,
Los que
sirven por la noche en la casa del Señor.
Alcen
sus manos al santuario y bendigan al Señor.
Desde
Sión te bendiga el Señor, que hizo los cielos y la tierra.”
En estos
días nos puede rodear la inseguridad, pero podemos estar seguros en Dios y en
Su Palabra. Cuando estamos con personas afligidas, podemos compartir esa
esperanza tan anhelada con ellos. Pero quizás en estos momentos usted atraviesa
momentos difíciles. Lea estos Salmos de Ascenso Gradual y anímese en su camino
con el Señor.
Por Joanne
Grosselin
Escritora
de Puentes para la Paz
Gracias por la enseñanza
ResponderEliminarAgradezco la luz vertida.
ResponderEliminarExcelente y de gran bendición.
ResponderEliminarExcelente Dios los.Bendiga
ResponderEliminarMe gusto mucho!!! Gloria a Dios por su fidelidad que dura para siempre!!! Dios premie tu tiempo a su servicio!!!
ResponderEliminarBonita la información
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