“Si crees, verás la gloria de Dios”
En
la tumba de Lázaro, en Betania, todos lloraban: Marta, María y los judíos que
las acompañaban (Juan 11:1-44). Incluso Jesús lloró, pues él siempre está cerca
de los suyos, y más aún cuando sufren. Su presencia hacía que surgiesen muchas
preguntas: ¿Por qué no vino antes? ¡Hubiese podido curar a Lázaro así como
había sanado a tantos otros! ¿No hubiese podido evitar que Lázaro muriese?
Jesús respondió a todos esos interrogantes diciendo a Marta: “Si crees, verás
la gloria de Dios” (v.11:40). Pero Marta no comprendió esas palabras. Muchas
veces tampoco nosotros comprendemos los pensamientos de Dios. ¡Están muy por
encima de los nuestros!
Marta no había comprendido, pero iba a ver la gloria de Dios. Aprendería que
Jesús no sólo era aquel que curaba a los enfermos, sino también el que
resucitaba a los muertos. Y mucho más aún: ¡Salva a las almas! Vio esa gloria
cuando Jesús se acercó a la tumba y exclamó: “¡Lázaro, ven fuera!” (v. 43). Y
el muerto salió, resucitado.
Nosotros, cristianos, también veremos esa gloria de Dios cuando Jesús venga a
buscar a aquellos por los cuales murió y resucitó. Nos llamará: si estamos
muertos, resucitaremos; y si estamos vivos, seremos transformados. Todos
seremos llevados al cielo, a su encuentro, con cuerpos glorificados, y él nos
introducirá en la casa del Padre, en donde estaremos para siempre con él (1
Tesalonicenses 4:13-17).
La oración de Jesús (Juan 17:24) será contestada: estaremos con él y veremos su
gloria.
Dios, Dios mío eres tú… mi alma tiene sed de ti… para ver tu poder
y tu gloria.
(Jesús dijo:)
Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén
conmigo, para que vean mi gloria. Salmo 63:1-2; Juan 17:24
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