La fuerza de la vida de un hombre




Al regresar a casa tras haber ido de compras a la ciudad, el estribillo de una canción de amor, que había oído en algún lado, me venía a la mente sin cesar.

¿Por qué tantas canciones repiten invariablemente el tema del amor? Porque la necesidad de ser amado es innata al ser humano. El recién nacido tiene una necesidad vital de ternura, y el niño está sediento de cariño. ¿Y qué decir del adolescente, que siente el profundo deseo, a veces inconsciente, de ser comprendido y aceptado? En cuanto al adulto, por muchos éxitos que tenga, ¿alguien podría valorar el precio de un amor correspondido?

¿Cómo saciar esta sed de un amor verdadero, puro y constante? Recibiendo el amor supremo de Dios. Quizás alguien diga: «Yo no veo ese amor». Si no lo vemos, es porque nuestras faltas forman un muro entre Dios y nosotros. Al igual que nuestros primeros padres, Adán y Eva, nos volvimos desconfiados y ciegos en cuanto a las cosas de Dios.

Para experimentar Su amor hay que aceptar su invitación a dar media vuelta y venir a él. Nos está esperando, pues desea perdonarnos por medio de Jesucristo. Entonces conoceremos su amor y comprenderemos que desea realmente nuestro bien. ¡Qué felicidad siente uno cuando se da cuenta, mediante la fe, que Dios lo ama personalmente por toda la eternidad! ¡Ese es el secreto de la fuerza de su vida!


(Ezequías dijo al Señor:) A ti agradó librar mi vida del hoyo de corrupción; porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados. Isaías 38:17

(El apóstol Pablo escribió:) Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. Gálatas 2:20

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